Me duele la cabeza. Podría decir que me siento como si me hubiera caído de la cama, dado un golpe contra el pico de la mesa y estrellado en la pared. Así me encuentro. Destrozado y confundido mientras el olor de sus perfumes aún inundan mis fosas nasales. Me atrevo a decir que incluso me causa náuseas. Incluso me cuesta abrir un poco los ojos, solo un poco...
Y miro a todos lados contemplando este desastre que aún no me puedo creer, pero que mi hermano se imaginó en todo momento. Su voz se repite en mi cabeza con su típica frase: "Te lo dije". Y efectivamente Daniel me lo dijo. Por eso lo he llamado, para que venga. Y ha venido muy rápido, en cuestión de veinte minutos ha aporreado mi puerta para que le abra. Me ha matado con sus advertencias.
– Te lo dije. Te lo dije y te lo dije. -Repite una y otra vez- Joder, Jesús. Esto solo se te ocurre a ti.
– Pensaba que no iba a pasar.
– Pensaba pensaba... ¡Jesús siempre piensas y sale todo mal! -me grita y yo suelto un suspiro, me niego a reprocharle porque sé que tiene mucha razón- Y te han robado, por imbécil y no hacerme caso. Como siempre. Y verás cuando se entere mamá.
– Cállate un rato, por favor. -Exijo a punto de estallar.
Asiente y comienzo a recordar que llegó un punto en el que no recuerdo nada. No empecé a ser consciente de nada, no más allá de unos besos por parte de las dos mientras me desnudaban. Después he amanecido. Solo, desnudo y con la casa patas arriba.
– Míralo por el lado bueno... Así no tienes que empaquetar tantas cosas.
– Vete a la mierda, Dani. -Digo bastante borde y él se ríe- Joder...
Los portátiles, recuerdos de distintos viajes, relojes y muchísimos objetos de valor material y personal han desaparecido. Las fotos están tiradas en el suelo, tenemos que tener cuidado de no pisar ningún cristal. Aunque ando con prisa y termino clavándome un pequeño trozo en el pie que acompaño de un grito de dolor e impresión. Me agacho y a su vez agarro el marco de fotos que está boca abajo. Y me quedo mirándola fijamente, porque no es una foto cualquiera. Es la foto. Trago saliva y me armo de valor para abrir la bolsa, pero mi hermano aparece y me mira fijamente.
– ¿Vas a tirarla? -Pregunta asombrado y yo asiento- ¿Estás seguro.
– Sí y sí. -Aseguro.
La miro por última vez y acaba en la basura, pero me hago el duro para no soltar ni una sola lágrima. Porque yo estoy tan roto como esos cristales que hay tirados en el suelo.
– La quieres.
– ¿Podemos dejar de hablar de ella? -Digo aún más borde que antes- No quiero saber más nada más de Mia. No quiero, no puedo. Necesito olvidarla, Daniel.
Asiente, porque sabe que estoy enfadado y necesito relajarme. Necesito pasar página, ahora más que nunca. Quizás este robo sirve para desprenderme de ciertas cosas... Recuerdos... Regalos... Ropa... y fotografías que no me atrevía a guardar, pero que sin embargo; he acabado tirando.
Y también he borrado su número de teléfono, nuestras conversaciones y todo lo referente a ella en mi teléfono móvil. Aunque lo que más me ha costado ha sido dejarla de seguir en todas sus redes sociales. Porque no puedo seguir viéndola con los mismos ojos de siempre...
– Llámame si necesitas cualquier cosa, Jesús. -Dice mi hermano con media sonrisa.
– Gracias, de verdad.
Le he prometido estar bien. Por él, por mí y por mi familia. He vuelto a tirarme en la cama, he dormido y me he quedado ahí pensando en lo que se supone que está bien y está mal. Hasta que he tenido que irme a trabajar.
– Que mala cara tienes. -Asegura Óscar y yo asiento- ¿Noche de resaca?
– Y de robos. -Me río- Me llevé dos chicas a casa que me han puesto la casa patas arriba.
– Un momento... ¿Te has acostado con dos tías? -Pregunta Víctor asombrado y yo asiento- Madre mía.
– Y me ha salido caro. -Bromeo terminando con un pequeño suspiro- En fin, debería seguir trabajando.
Por lo que veo es una tarde bastante entretenida, me sostengo por estar a base de cafés. Es increíble que esté quedándome dormido mientras intento hacer unos informes.
– Jesús, creo que tienes una operación en diez minutos. -Asegura Víctor entrando en la sala y yo lo miro extrañado- Eso pone en la pantalla, asegúrate.
No me encuentro en las mejores condiciones, no estoy bien. Tengo un sesenta por ciento de posibilidades de quedarme dormido, por eso he pedido por favor marcharme a casa, porque no puedo casi sostenerme en pie y he observado mi decadencia a lo largo de la tarde. Porque no puedo conmigo mismo.
Y mientras conducía hacia casa se me vino a la cabeza mi madre, a sus consejos y a sus regañinas por equivocarme. Porque es la única que va a saber regañarme sin juzgarme, lo único que necesito ahora es hablar y desahogarme.
– Si es que siempre tiene que pasarte algo. -Dice mi padre interrumpiendo nuestra conversación- ¿Por qué no vuelves a casa?
Esta pregunta no me la puedo sacar de la cabeza e incluso me replanteo si es buena idea volver a vivir a casa de mis padres, como hace un par de años. Acabo negando con la cabeza, definitivamente no es lo que quiero. Necesito mi espacio.
– ¿Sabes algo de...?
– No. -La interrumpo y ella asiente- No quiero. Se ha ido y espero que esta vez sea de mi vida.
– No digas eso, por dios.
– Si se ha marchado es porque ha querido. No me ha dado ninguna explicación y yo tampoco pretendo dárselas. -Suspiro nervioso- Y creo que esta conversación debe finalizar ya.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.