Mia
Hace una semana que me dieron el alta y casi dos desde que mi vida volvió a cambiar totalmente. No recuerdo mucho, así que no puedo contar demasiado de mi experiencia al borde de la muerte.
Volví a mi casa, por fin. Largas duchas con agua caliente y tumbarme en todas las superficies blandas que me voy encontrando. Vestirme con mi ropa y abrir de nuevo mi cajón de maquillaje. USAR, aquel que solo tengo para ocasiones especiales. Pero ahora para mí la vida es una ocasión especial.
Volver a usar mi cocina para hacer cualquier cosa, hasta el acto tan simple como coger una taza del mueble y prepararme un té. Y sentarme en el balcón a ver las vistas al mar, no pido más. Estos días me ha abrazado por detrás y se sentó a mi lado a contemplar unas vistas maravillosas. Es tan satisfactorio y tan simple ver cómo rompen las olas al llegar a la orilla, el acto de disfrutar las pequeñas cosas que da la vida.
Porque no sabemos cuándo vamos a decir hola a alguien por última vez. Tampoco si vamos a volver a llevar aquella camiseta que tanto nos gusta. El último beso. La última vez que vas a ver a alguien. No sabemos nada.
La vida es efímera.
En un momento se pueden desvanecer todos los planes que habías ideado con ciertas personas.
Es duro ver cómo sufren tus seres queridos. Esos ojos iluminados al mirarte a la cara y las miles de lágrimas que han tenido que derramar a lo largo de mucho, pero mucho tiempo.
Y hoy es esa noche donde por fin vamos a disfrutar de esta gran oportunidad. Vamos a ir a cenar juntos después de mucho tiempo. Puede parecer una tontería o un plan demasiado común, pero estoy más ilusionada que una niña en navidad.
– ¿Te quedas a cenar? Papá quiere pedir unas pizzas. -Pregunta mi madre sentándose a mi lado en el sofá.
– He quedado con Jesús, pero mañana puedo. -Sonrío y ella asiente.
Me da un beso en la mejilla y coloca bien el pañuelo que rodea mi cabeza. Dice que estoy muy guapa. Y yo me lo creo. Últimamente no me veo muy bien, supongo que es por la situación que estoy viviendo ahora mismo... Pero no me importa demasiado mi aspecto, o eso creo. Por eso me levanto y camino hacia el baño, donde me miro una y otra vez al espejo. Suspiro y saco del bolso la bolsa de maquillaje, porque antes no me había atrevido a sacarla y usar todo lo que hay dentro.
Las sombras de ojos han acabado en mis párpados y mis labios han acabado pintados de color rojo. Y me he visto guapa. Por eso estoy sonriéndome. A mí misma.
– Creo que es la primera vez que te veo con pestañas postizas. -Dice mi madre con una risa y yo no puedo evitar reírme- Estás guapísima, cariño.
Nos abrazamos y me susurra un te quiero al oído, haciendo que se me erice completamente la piel. La alarma de mi teléfono suena, eso significa que son las diez menos cuarto y que tengo que salir ya para llegar al restaurante a la hora que he quedado con Jesús. Tengo muchísimas ganas de verlo. No lo veo desde esta mañana temprano. Me dio un beso en la frente y se fue corriendo porque llegaba tarde. Prácticamente como siempre.
Me he quedado en el coche esperando y le he escrito un mensaje para que sepa que estoy aquí, esperándolo y para mi sorpresa lo ha leído, pero no ha contestado. Me dijo que cogería un autobús y nos veríamos en la puerta a las diez, pero son y cuarto y aún no ha llegado. No me importa esperar más, pero podría haberme avisado de que se retrasaría tanto. También he acabado llamándolo, pero me saltaba el buzón de voz.
Suspiro, quizás desesperada ¿Por qué siempre me hace esperar todo el mundo?
Minutos después recibo un mensaje, pero no me da muy buena impresión...
"Jesús🌹❤️: Lo siento, no voy a poder ir😢 Salgo a las once, podemos ir a cenar mañana si quieres. Te lo prometo❤️ Nos vemos en casa, te quiero🌹❣️"
Suelto una risa ¿Puedo decir que sinceramente me lo esperaba? Ruedo los ojos y me marcho, quizás enfadada porque podría haberme avisado un poco antes. No es la primera vez que me deja plantada en algo así. Empezamos bien.
También le he escrito un mensaje, por si quiere que le recoja, pero me ha dicho que se va con lo traen sus compañeros. Así que estoy volviendo a casa, pero sinceramente no me apetece nada. El trayecto ha sido más largo de lo que pensaba, había bastante tráfico. La situación no ha hecho más que empeorar.
Cuando he llegado al ascensor he dado un largo suspiro y me he mirado en el espejo, pero ha sido una mirada de arriba a abajo y poco más. Pero cuando he metido la llave en la cerradura, me han abierto desde dentro. Me asomo sorprendida y alzo una ceja al verlo ahí, detrás de la puerta y con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¿Por qué haces estas cosas? -Ruedo los ojos y él se ríe- Ya pensaba mandarte a la mierda.
– Que poca paciencia ¿No? -Vuelve a reírse.
Camino hacia la habitación y él sigue mis pasos, me mira desde la puerta y yo elevo la mirada.
– Estás muy guapa. -Se sienta a mi lado y yo asiento- Eh ¿Pasa algo?
– Me has dejado plantada y ahora te encuentro aquí. -Me quito los zapatos y él vuelve a reírse- Joder Jesús, deja de reírte. Por favor.
Se levanta para ponerse detrás de mí y abrazarme la espalda. Me besa el cuello y se muerde el labio, pero intento no mirarle demasiado porque estoy realmente enfadada.
– Vino, sushi y peli ¿Qué me dices? -Me susurra al oído y alzo una ceja- Está todo en el salón ¡Sorpresa!
Lo miro fijamente y niego con la cabeza, no puede ser verdad. Por eso voy hacia el salón, para comprobarlo. Y en cuanto abro la puerta puedo comprobar que es totalmente cierto. Hay un montón de velas en la mesa, como a mí me gusta y el resto se cuenta por sí solo.
– ¿Has cocinado tú? -Pregunto cruzada de brazos y él asiente- ¿Cuándo?
– Llevo toda la tarde aquí, tonta. -Se ríe y ruedo los ojos... mamá...- Tu madre tiene mucho que ver aquí. -Lo sabía.
– Eres un auténtico idiota. -Me río y él agarra mi cintura- Pero te perdono porque vamos a cenar mi comida favorita. -Le saco la lengua y comienza a reírse.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.