Capítulo treinta y tres: "¿Hasta cuándo puedes mantener una mentira?"

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No puedo evitar mirarla mientras duerme porque aún no me lo creo. No puedo creerme que esté durmiendo de nuevo aquí, en la que fue durante años nuestra cama. La que hemos vuelto a romper una vez más, sin importar lo que pasó anteriormente entre nosotros. Sin duda ha sido una noche inolvidable. Juro que he intentado dormirme, pero no lo he logrado. Estaba incómodo, no sabía en qué postura ponerme para "dormir" a gusto. Solo sé que son las ocho de la mañana y que sigo despierto, nada más.

– ¿Vas a dejar de moverte? -Frunce el ceño, aún con los ojos cerrados- ¿Qué hora es?

– Las ocho y cuarto. -Respondo junto a un bostezo y ella refunfuña pegando la cara en la almohada.

– Que cansada estoy. -Afirma rascándose uno de sus ojos- ¿Has dormido?

– No. -Respondo con una risa y ella rueda los ojos.

– Qué raro. -Dice no muy convencida y suelta una risa.

Seguidamente se incorpora. Mira hacia la pared, justo en mi sentido contrario y aprovecha para para estirar todo su cuerpo, acompañándolo de un bostezo. No puedo evitar mirarla, de arriba a abajo, hasta que me atrevo a acercame a ella. Quizás ahora mismo siento una vergüenza impresionante y seguidamente se me pasan mil cosas por la cabeza, entre ellas que debería apartarme.

– Te has pasado toda la noche abrazado a mí y ahora te apartas. -Suelta con una risa- Aunque llevo con un mal presentimiento desde anoche.

– ¿Por qué?

– Porque nos va a pasar lo mismo de siempre. Vamos a actuar como si no nos conociésemos, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Lo más seguro es que cuando veamos a tu hermano nos va a preguntar qué hicimos... -Se hace un silencio sepulcral- Y contestaremos nada. -Respondemos al unísono- Y eso es lo que me da realmente pena.

– ¿Quieres que le digamos que nos hemos pasado la noche follando? -Pregunto con una risa, ella me mira con cara de pocos amigos- Eh, es una broma.

– Olvídalo. -Comenta levantándose, dejando ver su cuerpo totalmente desnudo.

Camina hacia el baño que está justo al lado, no tarda demasiado porque ha sacado un cepillo de dientes del cajón derecho. Me grita que lo ha cogido, pero ni siquiera me ha pedido permiso.

– ¿Sabes que es de mala educación coger las cosas sin permiso? -Comento al posicionarme a su lado y ella se burla de mí.

– La próxima vez cambia las cosas de sitio, si no quieres que las encuentre. -Vacila escupiendo la pasta de dientes en el lavabo.

Ruedo los ojos, pero por dentro me estoy riendo bastante porque esto me trae muchísimos recuerdos.  Me mira fijamente desde el marco de la puerta, está esperándome y mientras tanto bosteza, aunque me entorpece el simple hecho de mirarla a través del espejo. Está mirándose las puntas del pelo y asegura al menos dos veces que quiere cortárselo, muy, pero que muy corto. Porque no se lo corta desde que tuvo cáncer, hace unos cuantos años...

– Hoy voy a comer con mis padres. -Digo mientras salgo del baño para ir a la cocina- ¿Quieres venir?

– ¿Qué pinto yo ahí?

– Eres de la familia. -Me río y ella suspira- No seas tonta, sabes que tienen muchísimas ganas de verte.

Su cara de indecisión lo dice todo, pero dice que me contesta luego. Dice que quiere vestirse e irse a casa de Dani y aunque no entraba dentro de mis planes, respeto su opinión por encima de todas las cosas.

Hemos pasado la mañana juntos, me ha ayudado a limpiar la casa un poco y hemos pasado un buen rato juntos. He acabado quedándome dormido, estaba realmente agotado, pero para mi sorpresa seguía ahí cuando me levanté. En el salón, comiendo patatas fritas que sobraron anoche.

– Que día tan feo hace. -Digo mientras miro por la ventana, está diluviando- Creo que no va a ser buena idea ir a comer fuera. Por cierto ¿Cuándo te vas?

– En dos días. -Comenta poniéndose a mi lado.

Me encantaría que se quedara más tiempo, me da igual donde. Ojalá esto no se quede aquí, como ella suele decir. Lo más seguro es que acabe yéndose a casa de mi hermano, han comprado hasta un colchón inflable para cuando se quede allí. Increíble, pero cierto.

– Quédate. -Propongo sentándome en el sofá y ella se señala- Aquí. Todo el tiempo que quieras, estás en tu casa.

– Me voy pasado mañana. Le prometí a Chantal "Fiesta de pijamas" -Dice junto a una risa y yo ruedo los ojos- Fue culpa de Carol, ya sabes cómo es.

Ahora mismo sólo puedo observar la felicidad con la que describe los pequeños planes de estos días y yo no soy quién para arrebatarle sus ilusiones, por eso le he dicho que no es necesario que conteste. Ya lo ha hecho.

– Ten cuidado con el coche. -Alzo una ceja y ella asiente- ¿Seguro que no quieres quedarte hasta que deje de llover? A penas se ve la calle.

– Tranquilo, la casa de tu hermano no está muy lejos de aquí. -Responde poniéndose el abrigo- ¿Te quieres venir? Seguro que Chantal se pone contentísima al verte con una corona de princesas.

– Siempre acabo con una puesta. -Respondo divertido y ella se muerde el labio.

– Pues me encantaría ver eso. Vente. -Dice con una pequeña sonrisa- Si quieres luego te vas.

– Te aseguro que no tengo ganas de preguntas.

– Sabes mentir perfectamente. -Cruza los brazos y yo suspiro- ¿Hasta cuándo puedes mantener una mentira?

– Pues no sé.

– Déjate de tonterías. -Dice mientras agarra mi chaqueta y me la da- Póntela y nos vamos, tengo el coche abajo.

– Venga ya. -Digo mientras suelto una risa, ella me mira seria- ¿En serio?

– Y tan en serio. -Alza una ceja- Nos vamos.

Y después de un rato insistiendo consigue convencerme. Nos subimos en el ascensor y esto me hace recordar varias cosas, todas las veces que lo parábamos para hacer "cosas de mayores", como ella dice. Justo cuando bajamos, maldigo el momento en el que me subí aquí. Nos hemos encontrado a los vecinos de al lado, aquellos que nos llamaron la atención mil veces por tener la música alta y hacer demasiado ruido por las noches.

– ¡Mia, cuánto tiempo sin verte! -Asegura la señora con una sonrisa y yo suspiro- ¿Vives aquí de nuevo? Ayer había mucho escándalo en tu casa...

– He venido de visita. -Comenta mirándome y yo asiento- Pero me voy pronto.

– Ah bueno ¿Seguís juntos, no?

– N... Sí -Me interrumpe dándome un golpe en la pierna y ella asiente- Nos tenemos que ir, otro día nos vemos.

Después de varios minutos intentando salir de esa conversación, conseguimos irnos y corremos hacia su coche. Suspiramos al llegar, se ha hecho eterno todo el camino y eso que solo hemos recorrido escasos metros...

– ¿Hasta cuándo puedes mantener una mentira? -Pregunto esta vez yo y ella me mira fijamente, poniéndose las gafas después de haberlas limpiado.

– Es que esto no quiero que sea precisamente mentira. -Asegura guiñándome un ojo y a la vez arranca el coche- ¿Cómo te quedas?

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora