Capírulo trece: "Radio"

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Dos días después

El camino hacia el hospital ha sido muy, pero que muy silencioso. Literalmente llevamos dos días sin hablar, desde aquella madrugada comiendo helado en la que ambos acabamos llorando de forma desconsolada.

Regresar al trabajo es algo maravilloso, caminar por los pasillos y sentarme en mi consulta a escuchar a los pacientes, no pido más. Charlar y tomar algo en al cafetería con Cristina, mientras criticamos a la persona que más detesto ahora mismo, Valentina. La misma que cuando me ha visto ha hecho un comentario demasiado sarcástico, el cual no le ha hecho ni pizca de gracia a Jesús.

Siempre me ha dado un poco de igual las personas que se han sentido atraídas hacia Jesús porque también pensaba que era como algo inalcanzable, pero más bien ha demostrado todo lo contrario. El rumor de que se ha liado con Valentina se ha extendido por todo el hospital y por aquí no dejan de hablar de ello. De ahí que todo el mundo no deje de mirarme, realmente me siento muy incómoda.

Ahora mismo estoy con una paciente, pero estoy tan nerviosa que no puedo concentrarme. Solamente puedo fijarme en la ventana que hay al lado de la puerta y la persona que hay justo al lado: Valentina. Me hace gestos extraños y no deja de reírse.

– Perdona Julia ¿Me disculpas un segundo? -Pregunto un poco enfadada y ella asiente.

Me levanto de la silla, junto a las muletas, y salgo de la consulta. Entorno la puerta y cruzo los brazos delante de la persona que tengo justo enfrente.

– Actúas como una niñata de catorce años. -Digo enfadada y ella rueda los ojos- Estoy trabajando ¿Puedes dejar de incordiar?

– Es que he quedado con Jesús. -Responde mirando la hora y yo la miro extrañada- Le he dicho que lo esperaba aquí.

– Pues muy bien. -Añado una risa y ella me mira sonriente.

Vuelvo dentro y me disculpo de este percance. Sigo atendiendo a Julia, ha venido más de una vez a la consulta y me llevo bastante bien con ella. Tenemos confianza, así que no hay ningún problema. En cuanto Julia se va comiendo a recoger, pero un carraspeo de voz hace que eleve la mirada. Vuelvo a mirar desde lejos y no puedo creer que esto sea verdad, Valentina estaba en lo cierto, porque Jesús está junto a ella y parece que se lo están pasando bien. Por un momento nuestras miradas se cruzan, pero por milésimas de segundos. Me siento como si me hubieran clavado mil puñales en el pecho, es una sensación demasiado angustiante ¿Sinceramente Jesús quiere tener algo con ella o solo lo hace para ponerme celosa? No lo entiendo. Se va pasado mañana y probablemente estoy va a significar un antes y un después en muchísimas cosas. Aunque me espero lo peor.

Mi turno acaba de terminar, por eso me dirijo a recepción para firmar el papel. Cristina me recibe sonriente y radiante, como siempre. Me mira de una forma un tanto especial... esa mirada de querer que cuentes algo...

– ¿Qué tal estos días? -Pregunta cruzando los brazos y yo doy un largo suspiro- Acaba de pasar doña perfecta con una sonrisa de oreja a oreja.

– Estoy muy cansada de todo, Cristina. -Respondo y ella apoya su mano sobre mi hombro- ¿Por qué no te vienes a casa esta noche? Hace mucho que no hacemos un plan así...

– No voy a poder, acaba de volver Lucas y me apetece estar con él. -Se muerde el labio y yo asiento- ¡Pero de verdad que me encantaría!

Ni Carol, ni Dani, ni Laura, ni Cristina, ni nadie más pueden quedar. Esta noche también voy a pasarla sola y ya está comenzando a cansarme. Sinceramente vuelvo a sentirme demasiado sola, justo como hace un par de días. Esa misma sensación de soledad. Camino hacia el coche, porque sé que Jesús sale antes que yo y normalmente suele esperarme allí.

Y efectivamente es lo que acabo de decir. Me espera allí, pero está sentado en el bordillo. Al lado del coche y fumando un cigarro. Expulsa el humo en cuanto me ve acercarme y me guiña un ojo, pero yo solo saludo con mi mano derecha. No me salen las palabras y tampoco tengo ganas de hablar con él porque sé que puedo ponerme a llorar en cualquier momento. Suspira y no tardamos en metemos en el coche, pero me extraña que no haya arrancado ya como suele hacer siempre. Tiene la mano puesta en el contacto de las llaves, pero no las gira para poder poner en marcha el coche.

– Llevamos varios días sin hablar... -Dice muy, pero que muy nervioso, tanto que le tiembla la voz- Me encantaría poder decirte mil cosas, pero no me salen.

Asiento, mirando al frente. Sé que me está mirando y que tiene los ojos más llorosos que nunca.

– ¿Podemos hablar antes de ir a casa? Ahora llegarás y seguramente no cenarás porque dices que no tienes hambre... Te meterás en la cama a llorar y yo lo escucharé desde fuera. -Se seca las lagrimas y yo apoyo la cabeza en el respaldo, cierro los ojos y suspiro- Pero soy un cobarde y no iré a decirte absolutamente nada. Así todos los días.

Saca un pañuelo de su bolsillo y se seca la nariz porque la tiene acuosa. Ahora sí me dispongo a mirarlo a la cara y puedo comprobar de que tiene muchas ganas lagrimas acumuladas en los ojos, pero las contiene.

– Primero la inseguridad... Después el sexo... y ahora esto... -Cuenta cada una con los dedos y me los enseña- ¿Por qué estamos así si se supone que nos queremos tanto?

– No lo sé. -Respondo y él da un suspiro muy largo.

Agacha la cabeza y hace justamente lo mismo que yo, apoyar la cabeza en el respaldo y cerrar los ojos. Por su frente se deslizan unos pequeños rizos que le quedan bastante bien y me encantan. Está guapísimo y me encantaría poder decírselo, pero no tengo esa valentía que me gustaría tener.

– Subiré a cambiarme de ropa, he quedado para tomar algo. -Dice rápidamente y yo asiento.

No dice ni una palabra más y ahora sí que arranca el coche después de un largo silencio. Aunque más largo se hace aún el camino, porque todos los semáforos de Sevilla han decidido ponerse de acuerdo para estar en rojo. Está nervioso y no deja de mirar la hora, hasta que el volumen de la radio y realmente se lo agradezco porque es lo único agradable que vamos a poder escuchar esta noche.

Hasta que comienzo a escuchar una voz bastante conocida, un audio pidiendo en la emisora que estamos escuchando una canción en específico. Jesús se ríe y yo alzo una ceja.

"Hola, me llamo Jesús y me gustaría poder escuchar a las 22:30 "Cuéntame al oído" de la Oreja de Van Gogh. Se la dedico a mi novia, Mia. "

No puedo evitar reírme y disfrutar de la canción que está sonando. Creo que jamás ha tenido tanto significado y sentimientos una canción, por eso le tengo tanto cariño, porque hemos compartido muchísimos momentos preciosos junto a ésta. Bailes; cenas; salidas; viajes; duchas y charlas antes de irnos a dormir, entre otras muchas más cosas.

– A estas horas nunca suelen reproducir canciones que la gente quiere. -Añade mientras le quita un poco de volumen al reproductor- Pero el padre de Valentina trabaja en esta emisora de locutor. -Se ríe y yo me muerdo el labio, mierda- Por eso había quedado con ella, para poder hablar con él.

– ¿En serio? -Pregunto avergonzada y él asiente con media sonrisa- Ya me esperaba lo peor...

– Me gustaría que estos últimos días que vamos a pasar juntos estemos bien. -Dice mientras cierra el coche y no tarda en ayudarme a salir de él- Me conformo con hablar, el resto me da igual.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora