Capítulo treinta y dos: "¿Por qué debería quedarme?

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Hemos estado mirándonos toda la noche, incluso ella ha sido la que se ha prestado voluntaria a sacar todas las fotos cuando Dani y yo estábamos soplando las velas. Aunque lo que no sabe es que esa sonrisa es porque ella está aquí ahora mismo.

La fiesta acabó hace al menos una hora, ahora estamos recogiendo. No hay mucho por medio, soy gracias, pero Mia ha decidido quedarse para ayudar.

– Las cuatro de la mañana. -Dice Dani tirándose en el sofá- Joder, que sueño.

– ¿Nos tomamos la última? -Propongo observando los bostezos de Dani y él niega con la cabeza- Venga ya, la última y os vais.

– Nos vamos ya. -Asegura mi hermano incorporándose- Es tarde, Jesús.

– Pues yo si me tomaré la última, podéis iros sin mí. -Dice Mia, mientras camina de nuevo a la cocina para agarrar un par de vasos. Estoy realmente sorprendido.

– ¿Lo dices en serio? -Dice Carol y ella asiente- Bueno, puedo dejarte las llaves y vienes después ¿Vale?

– No voy a irme de aquí tarde, mamá. -Se ríe y Carol rueda los ojos.

Finalmente se marchan, pero parece que no estaban muy convencidos de la decisión que ha tomado Mia. Ni que yo fuera un extraño, joder. Es incómodo volver a estar juntos en la misma casa, al menos yo lo estoy y realmente no debería.

– Veintinueve años. -Susurra mientras se sienta en el sofá- Pues sigues igual que siempre.

– Bueno, creo que he madurado un poco. -Me río y ella encoge los hombros- Vaya, así que me lo puedo tomar como un no.

– Es broma. -Se ríe y yo suspiro aliviado- Sorprendentemente no has cambiado nada, físicamente me refiero. Aunque ahora estás más fuerte ¿Estás yendo al gimnasio?

– Voy cuatro veces a la semana. -Fardo mientras le muestro mi bíceps y ella rueda los ojos- Me gusta bastante, la verdad.

– Me alegro. -Apoya su mano sobre mi pierna y yo trago saliva- Podríamos poner música.

– Mia, son las cuatro de la mañana. Verás tú los vecinos.

– Me da igual. -Dice mientras agarra el mando de la tele para poner YouTube- Como si fuera la primera vez que lo hacemos.

– Hace algo más de un año que no se hace eso en esta casa. -Ataco y ella se gira alzando una ceja- Al menos ya no soporto las quejas de los vecinos.

Suelta el mando en el sofá y busca con la mirada su bolso. Se termina de un solo trago el vaso que sostenía en su mano y la miro sorprendida. Supongo que no le ha gustado que vuelva a sacar de nuevo el tema.

– ¿Te vas? -Pregunto dirigiéndome a ella y asiente- No vas a conducir después de haber estado bebiendo.

– Como si fuera la primera vez.

– Quédate. -Propongo cuando abre la puerta y ella niega con la cabeza- No sé cuándo volveré a verte de nuevo.

– ¿Por qué debería quedarme? -Cruza los brazos y yo suspiro- Creo que lo mejor que puedo hacer es irme.

– Porque te quiero, Mia. -Respondo en cuanto veo que pone pie en el rellano y se gira bruscamente- Te quiero.

Me mira desde lejos. Así que supongo que esto vuelve a ser un adiós, aunque nunca es el definitivo. Sorprendentemente se acerca, ella está justo enfrente de la puerta y yo la miro por un hueco muy pequeño. La empuja y nos miramos fijamente, rezando para que pase lo que tenga que pasar entre nosotros.

– ¿Estás pensando en lo mismo que yo? -Pregunta mientras se humedece los labios y yo asiento.

Y ambos nos acercamos para comenzar a devorarnos  como he estado soñando toda la noche. Porque ahora mismo me importa una mierda todo, solo quiero besarla una y otra vez.

Es que en todo este tiempo no he conseguido olvidar su risa; ni su sonrisa; tampoco sus besos y mucho menos sus caricias

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Es que en todo este tiempo no he conseguido olvidar su risa; ni su sonrisa; tampoco sus besos y mucho menos sus caricias. Porque ahora mientras la beso estoy pensando en que ojalá nunca me falte, que nunca se separe de mí. Lo que siento por ella es demasiado fuerte, incalculable.

Tira de mí, hacia la habitación, pero aparece una inseguridad impresionante cuando ella se posiciona justo encima de mí, porque de un momento a otro he pasado de estar de lo alto a lo más bajo.

– ¿Quieres que pare? -Pregunta apartándose de mi boca y yo asiento- Está bien.

Intenta bajarse de encima de mí, pero me aferro a su espalda para que se quede en el sitio y me abrace. En cuando ha pegado su pecho contra el mío no he dudado ni un segundo en apretarla contra mí lo máximo posible.

– Llevo toda la noche suplicando porque ojalá pase esto. -Susurro mientras acaricio su espalda y ella se ríe- Y al final ha pasado.

– Me encantaría que pasase más veces. -Susurra, pero mirándome a los ojos- Aunque solo sea uno. -Dice mientras me agarra la cara para dejar un pequeño beso- O dos. -Y así sucesivamente.

– ¿Por qué lo has dejado con Guille? -Pregunto con curiosidad y ella suspira- Te veía bastante contenta con él.

– Porque desde que te besé aquel día, no puedo dejar de pensar en ti. -Confiesa nerviosa.

– Eres realmente idiota. -Me río y ella encoge los hombros- Volver a caer en la misma persona, la que dices que te ha hecho tanto daño.

– No hagas que me arrepienta. -Frunce el ceño y yo suelto una risa- Porque el alcohol hace dos cosas, hacer que digas la verdad y ponerte cachondo.

Trago saliva, porque sé a que se refiere con lo segundo y yo doy un largo suspiro cuando me besa el cuello. Me estoy dejando llevar, como suelo hacer siempre, me siento muy cómodo y relajado. Disfrutando de este maravilloso momento que me ha vuelto a dar la vida.

Por eso hemos estado disfrutándonos mutuamente durante las horas siguientes, porque ambos hemos querido y ha surgido. Sobraban las ganas. Ahora la observo mientras sostiene una taza de café entre sus manos, me ha pedido una sudadera porque hace frío y tengo que reconocer que le queda bastante bien. Está despeinada, con un moño mal hecho, pero a mí me parece incluso el más bonito del mundo. Porque aún no soy consciente de lo que ha pasado esta madrugada entre nosotros, porque ella es la culpable de mi insomnio. Y es que ojalá pueda disfrutar de su compañía mucho más tiempo, aunque sea viéndola tomar café.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora