Capítulo diez: "Confiar"

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– Va a sonarte raro, Jesús. -Cruza los brazos y da un largo suspiro- Pero no me apetece ir a ningún lado, lo siento.

– Seguro que nos vendrá bien un cambio de aires... Tú siempre me lo dices. -Contestó y ella niega con la cabeza- Mia, por favor.

– Si quieres puedes irte con otra persona. Justo ayer Dani me dijo que le apetecía ir ¿Por qué no se lo preguntas?

– Me apetece ir contigo, Mia. -Digo quizás un poco borde y ella suspira de nuevo- ¿Qué pasa, no te parece buena idea? -Me mira fijamente, pero dura muy poco porque seguidamente pegan en el timbre.

– Es Carol ¿Puedes abrir? -Cambia de tema rápidamente y yo asiento.

Me parece rarísimo que actúe de esta forma cuando ella siempre es la primera en proponer planes de este tipo. Me acerco a la puerta y aparece Carol cargada con mil bolsas entre las manos.

– Jesús ¿Cuánto tiempo te vas esta vez? -Pregunta Carol con curiosidad y yo elevo la cabeza, nervioso- No nos has dicho nada de eso.

– En principio son dos semanas. -Respondo lo más rápido posible- Aunque nunca se sabe, iré viendo.

– ¿Te vas el domingo, no? -Pregunta de nuevo y yo asiento- Espero que esta vez te vaya mucho mejor.

La última vez que fui de voluntariado lo pasé fatal. Vine enfermo a España y no pude volver a casa hasta que pasaron un par de días.

Acabamos de terminar de comer, pero no he hablado con nadie. Solamente lo han hecho ellas. Sé que no vamos a hablar cuando Carol se vaya a su casa, que no me va a dirigir la palabra hasta que vayamos a dormir, como mínimo. No tiene intenciones y sinceramente me encantaría saber el por qué.

Decido marcharme del salón. Estoy incómodo y aburrido, por eso me he ido a hacer un par de cosas en el ordenador. Mientras estoy rellenando unos informes, decido meterme en internet y buscar hoteles baratos en Málaga. Solamente para mirar precios y poder ir cuando vuelva. Haré todo lo posible para no estar más de dos semanas, lo prometo.

– ¡Adiós, Jesús! -Dice Carol abrazándome por detrás y yo me río- Nos vemos este finde, en casa. Que no se te olvide, Dani te matará. -Guiña un ojo y yo asiento, obedeciendo sus órdenes como un sargento.

Se marcha de casa. Escucho unas ruedas andar por el pasillo que rápidamente se meten en la habitación y cierran la puerta. Se avecina un drama.

Mia solo cierra la puerta de la habitación por dos cosas. La primera es por tristeza y la segunda es por rabia, porque si ancla la puerta como está pasando ahora significa que algo no va demasiado bien.

–Nena ¿Estás bien? -Pregunto intentando abrir, pero no me contesta- Tierra llamando a Mia ¿Me escuchas?

No me responde, así que decido irme de nuevo para volver dentro de un rato. Vuelvo al ordenador y me pongo otra vez las gafas, pero después de un buen rato noto que no me concentro y que solamente estoy rascándome la cabeza una y otra vez.

Recuerdo todo lo que pasó antes de irme a trabajar. Me muerdo el labio y suelto una risa, porque hacía muchísimo tiempo que no estábamos tan unidos. Aunque ahora parece que hemos vuelto a donde estábamos antes, es decir, al distanciamiento.

Escucho un llanto, pero mientras tanto mantiene una conversación. No puedo evitar levantarme y poner la oreja en la puerta ¿Está mal esto? ¿Debería apartarme?

– No puedo más. -Lamenta y a mí se me coge un nudo en la garganta- Carol, es en serio. No podemos seguir juntos.

No podemos seguir juntos.

Pues quizás sí que hubiera sido buena idea apartarse la puerta, sobre todo para no haber tenido que escuchar esto. Camino de nuevo, pero esta vez me dirijo hacia la cocina en busca del paquete de tabaco. Descubro que no me queda ni uno y aprieto la mandíbula, mierda. Me parece que hoy no me he levantado con buen pie.

19:25 P.M

Estaba tan agotado que al final acabé dormido en el sofá. Ahora estoy en el baño, mirándome en el espejo después de afeitarme la barba, la misma que hace días dije que pensaba dejarme. Incluso me he cortado varias veces de lo nervioso que estoy.

Atravieso el pasillo y coloco mi mano en el tirador de la puerta. Ya no está anclada y puedo abrirla. Miro por un hueco muy pequeño, pero la luz de la habitación está apagada. Está dormida. Por eso me atrevo y me acerco a la cama para tumbarme en el hueco libre. Deslizo con timidez mi brazo izquierdo por su cintura y apoyo mi cabeza en su hombro.

– Te quiero. -Susurro dejando un beso en su cuello.

Y sí, ahora mismo estoy llorando, pero intento disimularlo todo lo posible. No sé si está despierta, si me ha escuchado o si ha notado que estoy a su lado, lo que sí sé es que quiero quedarme con ella en la cama durante mucho tiempo.

Se queja, supongo que por la pierna, pero no hace ningún ruido más. Ni siquiera se aparta, de hecho ha dado un suspiro cuando ha vuelto a colocarse bien. Por eso ahora mis dedos caminan sobre la palma de su mano con la intención de cogérsela. Entrelazo mis dedos con los suyos y aprieto su mano, nervioso.

– Te vas el domingo. -Susurra en un tono muy uniforme.

– Sí. -Respondo casi en el mismo.

– Supongo que marcará un antes y un después en nuestra relación. -Dice lentamente, pausándose entre las palabras- Y que Valentina irá también.

– ¿Qué tiene que ver Valentina en esto? -Pregunto extrañado.

– Me han contado que estuviste mucho tiempo con ella, a solas. -Responde nerviosa.

– Pues sí, estuve con ella. -Comento rápidamente- Pero yo no llevaba las mismas intenciones, Mia. -Acaricio su brazo y ella me aparta la mano- Un momento... ¿Estás celosa?

– No soy celosa y mucho menos lo estoy. -Se defiende a sí misma y yo me río- Solo que me molesta que...

– Te molesta que alguien esté intentando ligar conmigo cuando estamos así. -La interrumpo y ella asiente otra vez- Porque tienes miedo a la infidelidad y eso significa que sigues sin confiar en mí.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora