Capítulo sesenta y dos: "Risas"

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Jesús Oviedo

Cuando dijeron que la desconectarían se me vino el mundo encima. Me negué rotundamente, no podían hacerlo sin estar del todo seguros. Y al final despertó. Ha mejorado muchísimo en los últimos días y no puedo estar más contento, en serio. Aunque se me hace raro entrar con mascarilla en su habitación y sentarme a una distancia considerable de ella. No sé cuántos días llevo sin dormir, lo que sí sé es que estoy cansadísimo y que cada día tengo menos fuerzas.

– Deberías irte. -Dice una de las enfermeras en cuanto me ve caminar hacia la habitación de Mia- Te pasas el día y la noche en el hospital, llevas días sin irte a tu casa.

– No me importa. -Digo con media risa- Me voy en cuanto acabe. Hoy sí.

Y hoy estoy especialmente nervioso. Me tiembla todo el cuerpo y ni siquiera he entrado a verla aún. He comprobado mil veces si lo llevo en el bolsillo y he abierto mil veces más la caja para comprobar si está dentro. La inseguridad es lo que tiene... Doy varios golpes en la puerta y seguidamente la abro. Aparta la mirada del libro que está leyendo y sonríe al verme.

– Pensaba que te habías ido ya. -Asegura apartando el libro y yo niego con la cabeza- ¿Qué guapo no? Hacía mucho tiempo que no te veía en ropa de persona normal. Siempre vas con el pijama del hospital. -Dice con una risa- Tienes cara de cansado.

– Llevo días sobreviviendo a base de café y siestas de veinte minutos. -Me río y ella frunce el ceño- No vendré hasta pasado mañana, pero sí que voy a venir a verte.

– ¿Para qué? -Alza una ceja y yo encojo los hombros.

– Para ver qué tal estás; cómo te encuentras... No sé. Lo que suelo hacer siempre. -Comento mientras tomo asiento en el sillón de la ventana- ¿Cómo estás hoy? Tienes mejor cara.

– Bien. Hoy me encuentro muy bien.

Me alegra muchísimo verla sonreír. Han desaparecido esas ojeras oscuras que inundaban su rostro y ahora tiene una cara más alegre, más viva. Me pide que le anude bien el pañuelo que rodea su cabeza y accedo, hoy lleva uno de color rosa y le queda mucho mejor que otros que tiene.

– Creo que deberías irte... Es tarde. -Mira la hora de su móvil y suspira- Además, tendrás cosas que hacer.

– No te creas. Cenar con una copita de vino y ver la tele hasta quedarme dormido.

– Que envidia. -Comenta mordiéndose el labio- Lo que daría por hacer eso.

Nos quedamos en silencio y yo suelto un suspiro ¿Cuándo es el momento adecuado para hacer algo? ¿Puede alguien hacerme una señal, por favor? Estoy confuso. Me ha alargado su mano y me pide que me acerque a ella, pero no me atrevo. No es lo más adecuado ahora mismo, pero a ella le da igual.

– Lo escuché todo. -Dice con media sonrisa- Todo, todo y todo. -Recalca con una risa.

– ¿Todo? -Pregunto riendo y ella asiente- Entonces tengo poco que decir.

Se ríe y me mira a los ojos, también me pide que me quite la mascarilla. Aunque acaba quitándomela y dejándola en la mesa.

– Ahora sí. Hola, Jesús. -Me mira sonriendo- ¿Sabes si queda en la máquina zumo de manzana? -Pregunta después de abrir la nevera que tiene justo al lado y encontrársela vacía- Pensaba que tenía más.

– Creo que hasta mañana ya no traen más zumos. -Suspira y echa la cabeza hacia atrás- Pero puedo traerte, hay un bazar ahí al la...

– No importa. Además, es tarde. -Dice junto a un bostezo.

Me llevo la mano hacia el bolsillo del pantalón y me muerdo el labio ¿Es ya el momento adecuado? ¿Debería pillarla por sorpresa?

– Ahora o nunca. -Pienso decidiéndome.

– Te tiembla la mano. -Se ríe y yo asiento- Madre mía, Jesús.

– Normal que me tiemble, si es que no me lo creo ni yo. -Comento con una risa- Aunque ya lo escuchaste todo, poco me queda decirte.

– ¿A qué te refieres?

– Que quiero compartir contigo todo, Mia. Estos días no he podido separarme de ti porque pensaba que te irías y que no podría despedirme de ti en condiciones. Creo que han sido las peores semanas de mi vida, en serio. -Comento con alivio- Y me atrevo a decirte esto ahora que estás en un limbo...

– Entre la vida y la muerte. -Me interrumpe y yo asiento.

– Exacto. -Aseguro asintiendo otra vez- Es que cuento los días para que te recuperes de una vez, porque sé que ese momento llegará dentro de muy poco... lo sé. Creo que voy a quedarme aquí en Málaga. Contigo.

– ¿De verdad? -Pregunta ilusionada- ¿Y ese cambio?

– Es lo que siempre has querido.

Mudarme de nuevo con ella aquí quizás signifique empezar de cero en muchos aspectos. Nueva casa... nuevo trabajo... nuevas experiencias... Quizás todo lo que venga a partir de ahora son buenas noticias.

– Oye ¿Vas a enseñarme ya qué es lo que tienes escondido desde hace un rato en esa mano? -Dice junto a una risa y yo trago saliva, mierda.

Me late el corazón a mil por hora, tanto que puedo sentirlo casi en el cuello. Pensaba que iba a ser más fácil, pero va a ser que no.

– Verás...

– Y ahora es cuando sacas un anillo ¿Verdad? -Suelta una risa y yo alzo una ceja- Venga, Jesús. Te conozco demasiado -¿Cómo?

Alzo la mano y abro la caja delante suya. Comenzamos a reírnos y ella se lleva las manos a la boca, quizás ilusionada. Aunque sé su opinión respecto a las bodas, me da exactamente igual que me diga que no. Sabe que no le regalaría un anillo. Quiero que se ponga este collar. Ya le regalé uno hace bastante tiempo, pero ese acabó rompiéndose.

– ¿Esto es otra propuesta de matrimonio, verdad? -Pregunta con una risa tonta- No sé, me parece todo tan confuso...

– Podemos hacerlo a nuestra manera, como siempre hacemos. -Le guiño un ojo y ella asiente- ¿Entonces hay boda?

– Ya veremos. -Se ríe acariciándose el cuello- Haz los honores.

Y cuando le pongo el collar, me mira orgullosa y se muerde el labio. No podemos besarnos, pero lo más seguro es que quiera saltarse las normas como suele hacer siempre.

– Te quiero. -Susurra cerca de mí.

– Y yo a ti. -Digo con una sonrisa- Pero estás demasiado cerca y sabes que...

Pero sus labios impactan contra los míos y rápidamente su lengua busca la mía. Al principio no quería, pero al final me ha dado igual y he terminado besándola con las mismas ganas de siempre.

– Tarde. -Dice con una risa.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora