– Es muy difícil volver a confiar en ti... Ya no sé qué creer. -Evito mirarlo y él suspira.
– De acuerdo. -Pronuncia con los ojos iluminados.
El resto del tiempo estamos en silencio y rápidamente acaba de vendarme la pierna. Poco después vuelve a aparecer, vestido con su ropa y me arrastra hasta su coche.
– ¿Y bien? -Pregunta mientras se pone el cinturón de seguridad y yo alzo una ceja- Dijiste que ibas a decirme... Algo.
– ¿Podemos ir a casa? -Digo lo más rápido posible y él me mira alucinado- Estoy cansada.
– Claro. -Dice con una risa.
Una sonrisa ilumina su rostro prácticamente de la nada y yo me muerdo el labio ¿Cómo puede actuar como si no hubiera pasado nada y además tener esa expresión facial tan bonita? Pierna fracturada, fiebre que no baja de 38 y una relación de pareja arruinada, creo que esto no podía ir peor. Jesús sube el volumen de la música para compensar este silencio que se ha generado en el coche y como siempre tararea la canción porque no se la sabe hasta que llega el estribillo, que lo canta a todo volumen . Miro por la ventana y sonrío inconscientemente, simplemente porque me encanta que haga estas tonterías. También me encanta él, pero eso prefiero callármelo.
Llegamos muy rápido a casa. Aunque lo peor ha sido la llegada al portal de nuestro apartamento, sobre todo porque me arrastra en silla de ruedas por unos pasillos minúsculos y el ascensor es enano.
– Bueno. -Comenta cuando pasamos dentro- ¿Quieres ducharte o comer algo? Puedo pedir algo por Ub...
– Quiero irme a dormir. -Respondo cruzada de brazos y él asiente.
Arrastra la silla hasta la habitación y me ayuda a subirme a la cama. Sinceramente me encantaría ducharme, pero no tengo fuerzas suficientes como para hacerlo. Mañana será otro día.
– Avísame si necesitas cualquier cosa. -Susurra acariciándome el brazo y yo asiento. Anda hasta la puerta, pero se gira en el sitio y me mira fijamente- Oye, te quiero.
Me muerdo el labio y estampo mi cara contra la almohada. Tengo hambre; sueño y daría lo que fuera por una ducha de agua caliente, pero me temo que va a ganar lo segundo. Lentamente los ojos comienzan a cerrarse y soy consciente de que me estoy quedando dormida.
Aunque dormir me dura bastante poco porque el dolor de la pierna ha comenzado a hacer de las suyas. Miro la hora, es bastante temprano aún. No me acostaría normalmente a esta hora ni de coña, pero viendo la situación no he tenido más remedio.
– Vaya, hola. -Dice mientras se sacude el pelo húmedo con una toalla- Pensaba que estabas dormida ¿Te he despertado?
– Más bien me ha despertado la pierna. -Me quejo y él frunce el ceño.
Se marcha y doy un suspiro, pero para mí sorpresa vuelve rápidamente con dos pastillas y una botella de agua. Me las da y se sienta en el borde de la cama, me mira fijamente y con intenciones de decir algo, pero parece que prefiere callarse.
– Gracias. -Respondo y él sonríe.
– Ventajas de tener un novio que es médico ¿No crees? -Dice con una risa y yo ruedo los ojos mientras me muerdo el labio.
Se humedece los labios y no tarda en llevar su mano a mi frente, supongo que para comprobar mi temperatura. No dice nada, así que supongo que estaré bien. El silencio invade nuestra habitación y acaba tumbándose a mi lado, con la mirada perdida en el techo y las manos cruzadas en su abdomen. Me encantaría decirle un millón de cosas, pero me produce muchísimo rechazo hacerlo en cuanto intento pronunciar cualquier palabra.
– ¿Estás cansado de nuestra relación? -Pregunto finalmente y él gira la cabeza para mirarme.
– No seas idiota, claro que no. -Responde nervioso y yo asiento.
– ¿Por qué decidiste inventarte todo eso antes de ayer? Porque no me hizo ni pizca de gracia.
– Necesitaba estar solo... No me apetecía hacer nada. -Responde en cuanto acabo de hablar y yo ruedo los ojos, otra vez- Lo siento, Mia.
– Podrías haberme dicho que no te apetecía hacer nada. No me importaba quedarme en casa.
Se queda en silencio. La conversación ha terminado aquí, por su parte. Se ha levantado de la cama y se ha sentado en el bordillo de la ventana, me mira y en cuanto lo hago yo, aparta la mirada con vergüenza.
– Me agobio. -Dice en un hilo de voz- Estoy muy agobiado. El trabajo, los turnos, estoy de aquí para allá y la semana que viene tengo un voluntariado. Los planes que queremos hacer, el dinero, las facturas y miles de cosas más. -Explica mientras cuenta con los dedos de sus manos todas las cosas que ha mencionado- Antes no nos veíamos, pero cambiaste el turno para poder vernos. También me agobia verte en el trabajo, porque es un espacio donde me desconcentro si te veo ¿O no te acuerdas de todas las guardias que hemos pasado a solas?
– Pues sí, me acuerdo. -Digo con una risa y él suspira.
– Necesito tiempo conmigo mismo... Espacio. -Confiesa acercándose a mí- No tengo tiempo ni para respirar... Y después de todo esto me di cuenta de que me estaba alejando de ti. Cada vez más. -Acaricia mi brazo y yo observo su mano como camina hacia mi hombro- Y más. -Y la lleva al cuello- Hasta que llegó el punto donde no podía tocarte. Ni mirarte. Incluso me llega a molestar a veces el hecho de que esta cama cruja. -Dice mientras comienza a dar pequeños brincos en ésta- Mia, lo siento, de verdad.
Vuelve a humedecerse los labios y su mirada se clava en la mía fijamente. Y es cierto que cada vez que me acercaba a él se escabullía. Al principio no le daba importancia, pero soy muy observadora y me doy cuenta muy rápido de las cosas.
– Te quiero mucho, Mia. -Susurra con una pequeña sonrisa y me muerdo el labio.
Extiendo los brazos y él me acoge entre los suyos sin pensárselo. Deja un beso sobre mi hombro derecho y yo cierro los ojos, para disfrutar del momento.
– Yo también te quiero, Jesús.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.