Abrocha el colgante en mi cuello y sigo cerrando los ojos, como me pidió antes. Estamos delante del espejo y sé que se está peleando con el cierre del collar, puedo sentirlo.
Me pide que abra los ojos y seguidamente me abraza por la cintura. Sonrío al observar como me mira, porque su cara de ilusión lo es todo. No tengo palabras para explicar todo lo que siento ahora mismo, solo puedo pensar en que va a ser el último día que voy a verlo y que en cuestión de horas va a marcharse.
– ¿Vas a ir a Málaga al final el próximo finde? -Pregunta sentándose a mi lado y yo asiento- Yo también tengo ganas de ir, espero que este verano podamos ir antes.
– Ojalá. Me encantaría volver a vivir allí. -Sonrío y él se ríe- Podríamos...
– Ya lo hablamos, cuando termine... -Me interrumpe.
– La residencia. -Interrumpo esta vez yo y él asiente- Ya lo sé, pero me gustaría volver pronto. Aún te quedan dos años ¿Por qué no solicitas el traslado?
– No pienso hacerlo, Mia. -Frunce el ceño y yo suelto una risa- No pienso irme de Sevilla.
– Llevo más de un año pidiéndotelo, sabes que vinimos aquí porque tu padre estaba enfermo. -Él asiente y aparta la mirada, está enfadado- Me gusta Sevilla, pero sabes que tengo ganas de cambiar de aires.
– No pienso discutir más veces por esto, Mia. -Se levanta y yo alzo una ceja- Ya está todo hablado. El contrato del alquiler acaba en dos meses, si te quieres ir pues te vas.
– ¿Me estás vacilando verdad? -Me río y él niega con la cabeza- Me estás vacilando. -Afirmo y se marcha del salón- ¿Jesús?
No me puedo creer que hayamos pasado de estar genial a un pique absurdo. Hemos hablado esto mil veces y siempre me da largas del tema, pero ya no pienso quedarme callada. Estoy harta de siempre ser sumisa a todo lo que propone. Recuerdo que cuando me propuso venirnos a vivir juntos a Sevilla no me lo pensé dos veces, estaba bastante emocionada. Han pasado tres años desde que vivimos en este apartamento y sinceramente hemos pasado unos momentos magníficos en estos escasos metros que nos rodean. Aunque sintiéndolo mucho estoy cansada de vivir aquí, añoro la costa y aquí lo más cerca que puedo estar del agua es en el río. Ni siquiera puedo bañarme ahí. También echo de menos el ambiente, Sevilla es totalmente diferente y me costó bastante acostumbrarme. He vivido fuera de Málaga varios años, en Madrid, pero podía ir y volver cada vez que quería. En cambio; ahora no puedo. Cada vez que le propongo a Jesús una escapada a Málaga me pone mil excusa y sinceramente estoy cansada. Por eso he decidido ir esta vez sola, no pienso depender de nadie.
¿De qué sirven todas esas palabras anteriores, si se ha enfadado simplemente porque le he dicho que me gustaría mudarme? Hay muchas veces que no entiendo su actitud y esta es una de ellas.
De un momento a otro, el timbre suena y Jesús abre la puerta. Es la comida que hemos pedido, aunque la deja en la mesa y se marcha para dentro de nuevo.
– ¿Puedes traer dos platos? -Pregunto angustiada, por la incomodidad de la pierna.
Sin embargo; a pesar de que le he pedido dos, solo ha traído uno. Me ha dolido, porque sé que esto significa que no piensa comer conmigo y que va a volver a marcharse dentro a hacer cualquier cosa. Como hace siempre que está enfadado.
– Se va a enfriar. -Digo mientras me asomo por la puerta y él se quita los auriculares- Odias la comida fría, vamos.
– No tengo hambre, no me apetece comer. -Dice en un tono de voz uniforme y yo aprieto los labios.
– He hecho el esfuerzo de pedir comida porque no te apetecía salir a ningún lado. Te enfadas por una tontería y ahora me dejas sola para comer. -Digo bastante indignada y él suelta una risa absurda- Paso, enfádate si quieres.
Camino de nuevo hacia fuera y me siento en la silla. Una vez más estoy comiendo sola, genial. Al rato, cuando estoy a punto de acabar de almorzar; aparece Jesús avergonzado. Intercambiamos un par de miradas, pero se desvanecen por unos segundos. Se vuelve a ir, pero acude al mueble y aparece con una botella de vino y dos copas. Frunzo el ceño ¿Te crees que vas a arreglarlo todo con una copita? Ni de coña.
– Dani me regaló esta botella y quería abrirla hoy. -Dice mientras intenta sacar el corcho, pero se le resiste- Bueno, si es que quiere. -Comenta mientras ejerce presión y después de un buen rato, consigue abrirla- Bingo.
Cruzo los brazos y él me alarga una copa, pero me niego a bebérmela. Me mira extrañado y se apoya sobre uno de sus brazos.
– ¿Estás tan enfadado que tampoco pensabas comer conmigo? -Lo miro desafiante y él se ríe- Hemos pasado de un extremo a otro ¿Te has dado cuenta?
– Lo sé. -Se aparta el pelo de la cara y se cambia de silla para ponerse a mi lado- No me ha sentado muy bien... Lo siento. Me gusta Sevilla y me gustaría quedarme aquí por mucho tiempo, entiéndeme. -Explica mareando la copa con su mano izquierda- Me fui de aquí a los quince años y cuando volvimos fue como volver a esa época. -Sonríe mientras me lo explica- Si quieres volver a Málaga no voy a quitarte la ilusión, pero sintiéndolo mucho yo me quedo aquí.
– Me gustaría pasar más tiempo con mi familia, con suerte podemos verlos dos veces al año. -Me quejo y él suspira- Lo que no entiendo es porqué siempre expones excusas para ir.
– No me apetece coger el coche e irme... En vacaciones quizás.
Ruedo los ojos, no estoy enfadada, solo le molesta que se comporte de esta forma. Me acerca la copa de vino y me invita a bebérmela con él, aunque al principio no me apetece, pero luego sí que acepto. Me agarra de la cintura y me atrae hacia él para que me siente encima suya.
– Me voy en una hora y media. -Dice mientras me besa el hombro y yo asiento- Te voy a echar de menos, picona.
– ¿Picona? -Me señalo y él se ríe- Eres tú quien se ha enfadado. Yo he estado muy tranquila en todo momento.
– Ya veo. -Se ríe y yo me muerdo el labio- ¿Puedes darme un beso ya o tengo que suplicártelo también?
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.