Capítulo cuarenta y siete: "Decimocuarta"

96 14 0
                                    

Mia

Está tumbado sobre mis piernas en el sofá mientras compartimos lo que queda de una botella de vino. Se nota que nos está subiendo porque después de decir cualquier cosa nos entra una risa floja y bastante tonta. Eso es signo de estar un poco borrachos, aunque me da un poco de igual. Me llena de vida escucharlo reír. Y es que no soy capaz de apartar la vista de él. Ha sido una noche un tanto... extraña, entre lo de Valentina y la cena tan improvisada que me ha roto todos los planes. Aunque tengo que reconocer que me lo he pasado bastante bien, los amigos de Jesús son muy majos.

– Creo que voy me voy a ir a dormir. -Dice después de haber bostezado.

– ¿Ya? Es temprano aún.

– Estoy cansado. -Comenta intentándose levantar, pero yo agarro su brazo para impedirlo- Mia...

Tiro de él para que acabe de nuevo encima de mí y él no puede evitar reírse.

– Bueno. -Susurro sobre sus labios.

– Bueno. -Repite con media risa- Creo que es hora de irse a dormir.

– No seas aguafiestas. -Digo para evitar que se levante, pero acaba haciéndolo- ¿En serio?

No me ha besado en toda la noche. Solo besos en la mejilla y abrazos. Demasiado tonteo, pero poca acción. Estar borracha trae consigo ponerse cachondísima, así que esta situación no ayuda. Llevo  intentando que pase algo desde que nos hemos tumbado en el sofá, pero no deja de hacerme cobras y de apartarse. Mierda. Aunque ahora estoy a su lado lavándome los dientes y su mirada a través del espejo me mata. Suspiro e intento evitarla, porque sé que si sigo mirándolo de arriba a abajo no voy a acabar bien. Solo puedo decir que esos pantalones grises sin nada debajo no ayudan, pero nada de nada. Y cuando acabo me marcho a la habitación, pero él decide quedarse ahí.

Tengo la costumbre de dormir todo el año prácticamente desnuda, por eso antes de dormir me quito todo a excepción del tanga. Me encanta notar la sábana y el edredón en contacto con mi piel, es una manía que tengo desde hace años. En cuanto me ve se ríe, pero está acostumbrado a verme así y no se extraña. Se quita las gafas y las deja en la mesa, para después tumbarse a mi lado.

– Buenas noches. -Dice girándose hacia el otro lado y yo alzo una ceja- ¿Quieres que apague la luz?

Ahora mismo mi mente está pensando muchas cosas, pero precisamente no está en mis planes apagar la luz para irnos a dormir.

– Mia... -Se queja en cuanto me abrazo a su espalda y beso su cuello- No me apetece.

– No me has besado en toda la tarde. -Susurro en su oído mientras mi mano camina por su cuerpo.

Se ríe en cuanto nota que mi lengua recorre su cuello, hasta llegar a su mandíbula. Se gira, pero no hace nada más. Solo ha colocado su mano sobre mi cintura y me mira de arriba a abajo.

– ¿Quieres una camiseta?

– ¿Me estás vacilando? -Me río y él niega con la cabeza- Estoy deseando quitarte la ropa y tú me quieres dar una camiseta.

– Es que hace frío. -Dice junto a una carcajada- No deberías haber bebido tanto, ahora no estarías así. Voy a irme a dormir.

– Tu entrepierna no opina lo mismo. -Susurro acercándome más a él- No tienes sueño, lo sé.

Termina riéndose y deja un beso sobre mi frente. Esto no puede ser verdad ¿Puede dejar de vacilarme y meterme boca de una vez? Enreda su mano en mi pelo y me muerdo el labio, porque yo esta noche estoy dispuesta a muchas cosas.

– Podría no besarte. -Susurra a escasos centímetros- E incluso apartarme si lo haces tú ¿Qué opinas?

– Eres malo. -Me río y desliza su mano hasta llegar q mi cuello- Aunque tú sabrás...

Se humedece los labios y una de sus manos acaba en mi culo, además aprovecha este acto para pegarme totalmente a él. Y ya cansada es cuando me lanzo a sus labios, porque veo que sus intenciones eran diferentes a las mías. La intensidad con la que nos besamos aumenta, pero aún más lo hace mi respiración. He conseguido quitarle la ropa y no puedo dejar de admirarle de arriba a abajo ¿Podemos beber vino todas las noches?

Las paredes de esta habitación han retumbando de nuevo esta noche, tanto que los vecinos de al lado han tenido que golpear la pared. Que vergüenza. Aunque nos lo hemos tomado a cachondeo, nunca nos ha gustado que pasara esto. Follar con él es algo inexplicable... único. Supongo que es porque conectamos muy bien y ambos sabemos lo que nos gusta. Y al acabar me he tumbado sobre su abdomen y me ha dicho que está feliz, después de mucho, mucho tiempo.

– ¿Por qué no vuelves? -Pregunta después de un buen rato en silencio y yo me incorporo- Lo digo totalmente en serio.

Pero me quedo callada y pensando ¿Qué es lo más adecuado?

– No te veo muy convencida. -Dice mientras me acaricia el brazo- Piénsatelo ¿Vale? Me encantaría volver a vivir contigo, Mia. Por cierto ¿Vienes mañana a casa de mis padres? Así podemos decirles que hemos vuelto.

Suelto una risa al escuchar la última frase y él me mira frunciendo el ceño, vaya. Que sorpresa.

– ¿Que hemos vuelto? -Alzo una ceja y él asiente- ¿En qué momento? Porque yo no me he enterado.

– Yo creo que después de todo lo que hemos pasado últimamente... Creo que podría volver a considerarte mi pareja ¿No? -Sonríe y yo me muerdo el labio- ¿No te gustaría volver a salir conmigo por decimocuarta vez?

– Eres un idiota. -Me río y me aprieta contra él. Comienza a darme besos por toda la cara- Por decimocuarta y mil veces más, créeme.

– Con la cantidad de años que hemos pasado haciendo el tonto... para al final acabar casi diez años después de la misma forma. Juntos. Y créeme que me encanta. Te quiero.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora