Capítulo cuarenta y uno: "Picor de piernas"

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Creo que voy a venir a Málaga más que nunca a partir de ahora.

Lo dijo junto a una sonrisa y después se fue. Sin más. Fue como un pellizco en el pecho, pero después se me pasó. Al igual que todo lo que está pasando últimamente en mi vida, pellizcos que van y se acaban yendo al igual que vinieron.

Me veo con las fuerzas suficientes como para seguir adelante, para no volver a tirar la toalla y recuperar mi vida de siempre. Pensaba que me iba a doler muchísimo menos, que iba a ser valiente y a salir de esto yo sola, pero estaba equivocada. Esas dos pastillas han significado muchas cosas en mi vida, entre ellas abandonar mi puesto de trabajo; causarme un arrepentimiento interno que me consumía y despreciar a todos los miembros que componen mi familia.

Me duele habérselo ocultado a mi madre. Odio contar mentiras y encubrir cosas, pero no he tenido más remedio que hacerlo. No es el momento. Ni ahora ni hasta dentro de mucho, pero que mucho tiempo. Quizás algún día tenga el valor de contarle todo esto, cuando tenga estabilidad emocional.

He dormido en el lado donde estuvo tumbado, porque huele a él. Incluso me ha dado pena meter las sábanas en la lavadora. Volver a empezar, aunque parezca absurdo. Esto me está llenando la vida. Creía que el hecho de alejarme de él iba a hacer que me olvidase de todo, pero estaba bastante equivocada. Lo repetiría mil veces, no me arrepiento de lo que sucedió. Además, me llevo genial con Guille porque antes de ser mi pareja fue un amigo increíble, de hecho lo sigue siendo.

– ¿Otro? -Pregunta mi madre alzando una ceja- No me gusta que fumes, ya lo sabes.

– Por un día no pasa nada.

– El problema es que llevas todo el día. -Rueda los ojos y yo suelto una risa- ¿Qué tienes pensado hacer? ¿Vas a volver al trabajo?

– No. -Contesto rotundamente- Creo que me vendrá bien una buena temporada sin aparecer por allí.

– Bueno, eso espero. -Acaricia mi mano y yo sonrío- Te noto un tanto... extraña.

– ¿Extraña? -Frunzo el ceño y ella asiente.

– No sé, has puesto la misma cara que cuando eras más pequeña y querías contarme algo, pero no sabías como. -Dice junto a una risa- ¿Hay algo que debería saber?

Trago saliva y ella me mira impaciente, esperando una respuesta, pero yo no dejo de rascarme la frente. Niego con la cabeza, para ganar tiempo, aunque creo que no ha colado lo suficiente.

–Voy a acabar enterándome tarde o temprano. Por ti o por Jesús, tú verás.

– Hazme caso, ninguno de los dos te vamos a contar nada.

– Acabo de descubrir que me estás ocultando algo. -Dice dando una palmada con sus manos y yo entreabro la boca un poco sorprendida- Empieza a contar, vamos.

– Es una tontería...

Cuando me pongo nerviosa empiezan a picarme las piernas, pero intento no rascarme con las manos porque mi madre lo notará. Joder, no sé qué hacer.

– Tenía pensado irme un tiempo de España... -Miento y ella alza una ceja- Pero no estoy muy segura, es un lío.

– No te creo... -Achina los ojos y cruza los brazos- Te estás rascando las piernas con los pies debajo de la mesa, no me contarías nunca que te quieres ir tan... Nerviosa. -Dice después de un rato de búsqueda del adjetivo más adecuado para mí y tiene toda la razón- Mia, por favor. Llevo varios días preocupada, cuéntame qué es lo que te pasa.

Esto tampoco entraba dentro de mis planes, no estoy preparada para contarle algo así. Sé lo que va a pasar, me temo absolutamente lo peor. Mi madre siempre me ha dicho que tengo que afrontar la realidad y ser consciente de mis actos, pero yo he hecho lo que tenía que hacer.

– ¿Te acuerdas cuando fui a Sevilla al cumpleaños de Dani y Jesús? -Pregunto para romper el hielo y yo asiento- Pues pasaron muchas cosas.

– ¿Con o sin condón? -Alza una ceja y yo suelto una carcajada- Ya me imagino por dónde van los tiros, creo que voy a llevarme una buena noticia.

– Pues no te creas... -Me río, aunque por es una risa corta que interrumpe la suya- He hecho lo que creía que era mejor para mí y sé que no te va a hacer ni puta gracia, pero no podía...

– No me jodas. -Se levanta del sofá y yo asiento- Mia joder, hemos hablado mil veces de esto.

– Me tomé las pastillas, pensaba que solo iba a ser sangrar y ya está. -Explico con ganas de llorar- Pero lo que vino después sí que no me lo imaginaba, menuda depresión.

– No me extraña. -Me mira bastante enfadada- ¿Por qué no me cuentas nunca nada?

– Mamá, creo que soy lo suficientemente mayor como para tomar decisiones sobre mí misma y no tener que contarle nada a nadie. -Cruzo los brazos- Otra vez será.

– ¿Jesús también lo sabe?

– ¿Por qué te crees que vino? Porque no era capaz de salir de la cama. -Suelto una risa- Además, a él tampoco le hizo mucha gracia. -Suspiro- Pero me ha apoyado en todo y eso es lo que necesito, que me apoyen.

Esa cara que tiene mi madre ahora mismo es sinónima de enfado, mucho enfado. Intenta disimular, pero ha escondido las manos en sus bolsillos traseros mientras camina de un lado a otro. No sé quién está más nerviosa, si ella o yo, lo que sí sé es que va a estar así conmigo muchísimo tiempo.

El aborto es un tema que mi madre no tolera hablar, tiene una opinión y punto. Está súper en contra, pero no puede pretender tener el control sobre mi vida. Soy independiente desde casi los dieciocho años, sé tomar decisiones por mí misma y afrontar casi cualquier situación problemática sola. Siempre hemos tenido opiniones diferentes en muchos aspectos, por eso hemos discutido mucho. Aunque se compensa con lo muchísimo que nos queremos y apoyamos en todo.

Ambas nos miramos, pero su cara de enfado se desvanece poco a poco y termina dándome un abrazo. Intento disimular de que no estoy llorando para nada, pero acaba dándose cuenta. Como hace siempre.

– ¿Tú estás bien?

– Bueno, ni bien ni mal, estoy mejor. -Respondo junto a una risa- Pero lo estaré, te lo prometo.

Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora