Estoy en el coche sentado bebiéndome lo que queda de copa y con dolor en el pecho. Una vez replanteándome todo lo de estos días ¿Tiene Valentina razón o simplemente lo hace para sentirme mal? Ahora tengo demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Son las cuatro de la mañana, estoy realmente cansado y los ojos se me cierran. No quiero conducir, pero no tengo más remedio. Mastico un par de chicles de menta, aunque no tendrá ningún efecto en mi ingesta de alcohol y que solamente me ayudará a estar consciente y despierto. Lo que sí tengo es suerte y casi todos los semáforos son verdes, los que son rojos intento cantar o hacer todo lo posible para estar atento a cualquier cosa.
Nunca me había dado tanto sueño el alcohol, de hecho balbuceo y estoy muy cansado. Mañana tendré una resaca bastante prominente y doy gracias a que tengo el día libre. Después de un camino duro, largo y sobre todo desesperante, consigo llegar a casa. Sano, salvo y despierto.
Estoy tan cansado que casi me arrastro por el parking. No me encuentro nada bien y estoy deseando llegar a casa para vomitar en el baño. Me tiemblan las manos y esto me impide poder meter la llave en la cerradura para abrir la puerta. Aunque acaba abriendo Carol, que me mira de arriba a abajo y tira de mí para poder entrar.
– Apestas a ginebra. -Dice mientras me ayuda a ir al baño- Creo que te he traído al sitio adecuado.
Sin duda, la peor noche de mucho, pero que mucho tiempo. Me lavo los dientes y no dudo en darme una ducha, de agua fría. Recuerdo la frase de Valentina, que se repite en bucle en mi cabeza una y otra vez. Cuando salgo, me asomo a la habitación y veo a Mi profundamente dormida, Carol ha vuelto a dormir al sofá y yo me dispongo a ocupar mi lado de la cama. Otra vez me molesta el ruido de los muelles de este colchón, lo detesto. Esto provoca que la persona que tengo al lado encienda la lámpara de la mesa y seguidamente se gira.
– ¿Qué hora es? -Pregunta medio dormida- ¿Cuándo has llegado?
– Ahora mismo. -Respondo casi dormido y ella se abraza a mí con cariño- ¿Puedes soltarme?
No le ha hecho mucha gracia que le diga esto, pero me ha salido así. Solo sé que tengo un dolor de cabeza punzante que no se va y que me dura hasta la mañana siguiente. Me he levantado bastante temprano para haber salido de fiesta, son las once de la mañana y no me apetecía dormir más. Estiro el brazo, pero Mia no está a mi lado, tampoco está su silla, pero sí sus muletas.
– Buenos días, nena. -Digo mientras me rasco el ojo izquierdo y me siento en una de las silla de la cocina- ¿Hay café?
No me contesta y observo a mi alrededor, supongo que esto significa que si quiero algo tengo que hacérmelo yo. Así que eso hago, hacerme un café y observar el panorama actual.
– ¿Te pasa algo? No me has dirigido la palabra aún. -Pregunto dejando la taza sobre la mesa y ella niega con la cabeza- No sé...
– Te has pasado toda la noche apartándote de mí y diciendo "Valentina". -Cruza los brazos, está enfadada- Mira Jesús, esto ya me parece un cachondeo.
Me disculpo, pero parece que no le importan mi insistencia. Poco a poco arrastra su silla hasta el salón y coge el portátil, como todos los días. Decido ir detrás de ella, la abrazo por detrás y dejo un beso sobre su mejilla.
– Te quiero. -Susurro y ella se muerde el labio- He pasado una noche horrible.
– Te escuché vomitar más de una vez. -Se ríe mirando hacia arriba, ahora soy yo quien se muerde el labio- ¿Qué tal te lo pasaste?
– No quiero salir de fiesta en mucho, pero mucho tiempo. -Me río y ella rueda los ojos- ¿Y Carol?
– Ha ido a comprar un par de cosas para comer.
Nos quedamos en silencio y ella se cruza de brazos. Sinceramente no recuerdo absolutamente nada, pero acabará recordándome cualquier cosa en cualquier momento y sobre todo, cuando menos me lo espere.
– Cuando bebes tantísimo eres un auténtico gilipollas. -Dice de la nada, haciendo que yo abra los ojos como platos- Ya sabes lo que pasó el año pasado y lo mucho que odio el alcohol desde en...
– No me repitas más veces lo del accidente, Mia. -Advierto nervioso, acercándome a ella- Me apetecía salir de fiesta, beber y pasármelo bien. Punto.
– Sabes el miedo que me da. -Responde y yo asiento, no me gusta que me digan las cosas tantas veces- Por favor, ten cuidado.
– Mia, siempre tengo cuidado.
En verano del año pasado tuve un accidente de coche. Yo no conducía, lo hacía Hector. Falleció. Ipso facto. No pudimos hacer nada por él. Él había bebido mucho menos que yo y se ofreció a llevarme a casa ¿En qué momento tomamos esa decisión? Hoy fue la primera vez que salí de fiesta después de mucho, pero mucho tiempo. Por temor a que pasara algo igual y no poder hacer nada.
– ¿Estás enfadado? -Pregunta girando su silla para mirarme mucho mejor.
– ¿Por qué debería estarlo? -Contesto con curiosidad y ella se muerde el labio.
Me agacho y agarro sus manos para apretarlas contra las mías. Sonríe nerviosa, pero se difumina rápidamente de un momento a otro. No están siendo los mejores días de nuestra vida y quiero hacer todo lo posible para cambiar todo esto.
Me encantaría poder volver a ver aquella niña pequeña que tiene en su interior. Cuando me abraza por las noches buscando calor, aunque prácticamente anoche la aparté de mi lado sin motivo alguno. También me encantaría planear cualquier cosa de la nada, por muy ínfima que sea, porque los mejores planes son aquellos que surgen por pura espontaneidad.
– Puede sonar como una auténtica locura, pero... ¿Qué te parece si nos vamos a Málaga un fin de semana? -Propongo después de un buen rato y ella alza una ceja- Lo digo totalmente en serio, Mia.
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Cuéntame al oído | Tercera parte | StoriesftGemeliers
FanfictionPorque todas las promesas aún se tienen que cumplir.