22

1.9K 111 0
                                    

Maratón 6/7

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Maratón 6/7

       —¡Tío Hugo!—oigo que alguien grita mi nombre a lo lejos—¡Tío Hugo!—me levanto de golpe al reconocer de quien es la voz que me llama.

  Salto de la cama y me dirijo a la habitación de Mía lo más rápido que puedo y la encuentro en la taza del baño vomitando.

       —Mía...—digo preocupado y aunque no sé muy bien que hacer, me acerco a ella y le sostengo el pelo. Tal y como hacía con mis hermanas cuando llegaban de alguna fiesta del instituto. Le acaricio la espalda dándole todo mi apoyo.

  Cuando veo que se aleja la suelto y bajo la cadena.

       —Fue la pizza, tío...—dice en voz baja mirando él inodoro.

  Yo la tomo en brazos y la intento mecer para que se calme. Está sudorosa, y yo al borde de los nervios.

  Yo le di de comer esa tonta pizza que al parecer si tenía leche. Gilbert me va a matar. Si. Me va a matar.

  Habíamos pasado un día maravilloso. Al menos para mí lo fue.

  Después de jugar, pudimos traer a casa otro peluche con todos los tickets que ganamos y al volver a casa ella tomó otra ducha y vimos una película.

  Y ahora aquí nos encontramos, la pobre vómito todo.

  Yo la llevo a mi habitación y la recuesto en la cama.

       —Tío Hugo—me llama apenas iba a ir a buscar un poco de agua—¿Puedes traer a mi papi?—me pide en voz baja.

  Y yo asiento nervioso. Así que, salgo al jardín y me dirijo a la casita en donde tras tocar la puerta, un par de minutos más tarde, un Gilbert cansado abre la puerta.

       —Mía acaba de vomitar...—digo en voz baja.

  Él abre sus ojos como platos y tras amarrarse mejor la bata entra a paso rápido a la casa.

  Sube las escaleras de dos en dos y yo le sigo.

  Él no tarda mucho en encontrarla, y darle un abrazo. Yo al ver que están bien, decido bajar a la cocina, no quiero incordiar nada.

 Yo al ver que están bien, decido bajar a la cocina, no quiero incordiar nada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

       —He vomitado papi—me dice triste.

  Yo me volteo y veo que Hugo no está. Sabía que no era buena idea dejarle ir al centro comercial.

       —No le culpes a Hugo, el preguntó y el restaurante le mintió—explica ella.

  Yo gruño inconforme, pero intento calmarme para no herir a Mía, que es la que menos culpa tiene.

       —Lo importante es que mejores, da igual que fue ¿Si?—le acaricio la cabeza.

  Ella asiente.

       —No le riñas—me advierte.
       —Iré a por tu medicina—le informo para pararme e ir a buscarla.

  Bajo a la cocina en donde me lo encuentro sentado en la silla del mesón. Yo voy a la alacena a buscar su medicina sin decir nada. Intento moderar mis palabras, sigue siendo mi amigo, y lo que menos quiero es que se crea incapaz de algo que le pudo pasar a cualquiera, pero debo admitir que si me enfada, ya que ver a mi niña así me duele.

  Tomo la pastilla y tras llenar un vaso con agua, me dirijo a las escaleras.

       —Gilbert, lo siento mucho. Yo...—me dice nervioso y yo me voy media vuelta a hablar con él. Está demasiado alterado.

  Yo me siento en una de las sillas junto a él.

       —No tienes nada que disculpar, estas cosas pasan, y sirven para que estés preparado. No es culpa tuya lo de la pizza, te mintieron, y se van a meter en un gran problema legal conmigo.

  Él ríe un poco y así baja la tensión en la cocina. Aunque no lo dije de broma ¿Mentir a un cliente? ¿Y hacer que alguien sufra de salud por ello? No saben con quién se han metido.

       —Yo lo siento, ahora Mía está enferma, y todo porque se me ocurrió la maravillosa idea de pedir pizza.
       —No mal intérpretes, Mía adora la pizza, y por lo que entiendo por su lenguaje no verbal, está muy feliz de haber ido.
       —¿Tú crees?—dice esperanzado.

  Yo asiento feliz y él me sonríe hasta que vuelve a poner su cara nerviosa

       —Cuando bajes—me dice él algo nervioso sin poder mirarme refiriéndose a qué debo de llevarle esto a Mía en cualquier momento—, tenemos que hablar de algo que me dijo Mía.

  Yo me quedo sin aire al oír eso.

  Así que voy lo más rápido posible a llevarle la pastilla a Mía y cuando veo que se la toma y quiere dormir, yo la dejo bien arropada y salgo de la habitación.

  Al bajar el me observa con la misma cara de antes y yo me pongo nervioso, espero que Mía no haya dicho nada fuera de lugar, trabajamos en que no diga todo lo que se le pasa por la cabeza, ya que algunas cosas podrían ser un poco mal educadas.

       —¿Pasó algo?—digo nervioso, ahora yo.
       —Algo me dejó algo preocupado—menciona—. Cuando acabó la clase de natación, Mía salió llorando, y al preguntarle qué pasaba me dijo que la profesora era muy dura con ella y le estaba dejando de gustar el deporte. Y vaya que es buena.
       —¿Qué?—pregunto asombrado.
       —Lo sé, cuando nada no se le nota, pero no le gusta nada su profesora.

  Yo sigo con la tráquea cerrada. ¿Por qué Mía no me dijo esto?

       —Y estaba tan triste que por eso la decidí llevar a distraerse un poco. La noté muy agobiada.
       —Es mi hija, era de esperarse—digo divertido—. Sigo sin entender porque no me lo dijo.
       —Tal vez tenía miedo a decepcionarte. Qué pensaras algo incorrecto.

  No lo había visto de ese modo. Tiene razón, Mía suele ser tan exigente consigo misma que a veces hasta yo me asombro de cuánta determinación tiene.

       —¿No le gusta la entrenadora?—vuelvo a preguntar aún asombrado. Sé que es muy buena profesora, fue a las olimpiadas con una chica hace un par de años y pensé que sería buena para Mía, pero veo que la presiona de la manera incorrecta.
       —La vi, y es más dura de lo que Mía puede soportar—explica él.

  Yo me quedo pensativo y hago una nota mental para hablar con Mía de esto y cambiarle la profesora, Mía adora nadar y no voy a dejar que alguien le quite esa pasión.

  Observo de nuevo a Hugo que sigue pensativo y nervioso. Y decido preguntar qué pasa, esto tiene más que ver qué tan solo el que Mía haya vomitado.

       —Llamaré mañana a Savannah y le diré que cancele todo, es obvio que no estoy listo para tener a una niña—saca como conclusión.
       —No estoy de acuerdo—le digo yo y él me mira sorprendido—. La cuidaste, sabías que era bueno que se distraiga cuando está agobiada, y por lo feliz que llegó a casa, asumo que la paso genial contigo. No todo siempre será flores y pasear por campos, pero creo que si estás listo.

  Él me sonríe como si era lo que necesitaba escuchar. Y así como así me abraza feliz.

       —Gracias por todo—me murmura y yo sonrío.

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora