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  Tras dar la vuelta un millón en la cama y parecer ya una croqueta, me siento en mi cama y prendo la pequeña lámpara que tengo en mi mesita de noche

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  Tras dar la vuelta un millón en la cama y parecer ya una croqueta, me siento en mi cama y prendo la pequeña lámpara que tengo en mi mesita de noche. Son las 12 de la noche y la casa está en un silencio sepulcral.

  La conciencia no me deja en paz y eso tiene un solo nombre: Sadie.

  ¿Por qué me encubrió si yo he sido una verdadera cabrona con ella?

  Así que tomo la iniciativa de levantarme de mi cama e ir a verla. Es el único momento en el que está sola, así que debo de aprovechar.

  Abro la puerta lo más silencioso posible y entro cerrándola detrás de mí.

  Con la pequeña luz de noche soy capaz de observar su habitación y así me doy cuenta que jamás he entrado.

  Su cuna es enorme y ocupa la mayor parte de la habitación, en una esquina una silla mesedora, y un gran ventanal. Además de un pequeño mueble cambiador y un gran clóset a su lado.

  Me acerco a la cuna en donde está ella y la observo dormir. Meto mi mano a través de una barra y le acarició la cabeza a lo que ella se revuelve.

       —Cinco minutos más—murmura ella aún dormida.
       —No. Todavía no es hora. Soy yo—digo yo a lo que ella abre sus ojos rápido.
       —¿Qu-qué haces tú aquí?—dice titubeando mirándome.
       —Yo soy la que hace las preguntas aquí. Así que óyeme y responde—le digo a lo que ella menea su cabeza como sin creerselo—Por qué.
       —¿Por qué que?—dice aún dormida.
       —Me protegiste. Y yo he sido una verdadera cabrona contigo y tú me salvaste. ¿Cómo supiste lo que había pasado?
       —Pues no eres del todo silenciosa y nuestras habitaciones están una al lado de la otra, o sea que... Y te protegi porque a mí me hubiera gustado que alguien lo hiciera por mí.
       —Te dejaron el culo rojo por mí.

  Ella hace una risita tímida.

       —Ya. Pero alguien tenía que hacerse responsable. Y además, el dolor va sanando. Dudo que mañana me pueda sentar, pero al menos soy solo yo.

  Yo le miro y hace que mi corazón se estruje. Fui una mierda con ella y ella sigue siendo dulce, lo cual para mí conciencia solo hace que se rebusque más y más.

       —Gracias—le murmuro yo.
       —No es nada, ahora, si me dejas dormir, estaría bien—dice volviendo a cerrar sus ojos a lo que yo hago una risita.
        —Hasta mañana—le digo yo levantándome y saliendo se su habitación, para irme a la mía y también poder descansar.

××××××

  Cuando suena mi reloj despertador, porque si, Christian se rehúsa a comprarme un móvil y yo me rehuso a que él me despierte por las mañanas, ver su rostro a penas abro los ojos me pone ya de mal humor, así que llegamos a un consenso en el que me compraba un reloj despertador y ya estaba.

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora