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Mía

Gilbert seguía sin hablarme ni tratarme como antes. Todo lo que hacía y decía lo ponía en duda, era ya algo cansino.

Instaló una cámara de seguridad en mi habitación para tenerme un ojo encima todo el tiempo.

Ya no me trataba de una forma cariñosa y una de las veces que me sentía mal del estómago, me espeto de forma grosera que fuera a buscar a la ama de llaves y que ella me daría mi medicina.

¿Cómo era capaz de tratarme así? ¿Qué no me quería?

La pregunta que rondaba mi cabeza era la misma de siempre: ¿Por qué nunca me creía?

Y la otra siempre era: ¿Quién realmente hizo esto?

Recuerdo que la llave simplemente un día desapareció sin dejar rastro y no supe por dónde empezar a buscarla.

Prefería pensar en otras cosas, como en esos momentos en los que él y yo estábamos bien. En los que me llamaba princesa y me despertaba todas las mañanas con un beso en la frente. Supongo que estaba enfadado, o decepcionado. Lo que él no sabe (o no quiere creer) es que yo no hice nada y todo este trato que me ha dado los últimos meses ha sido muy pero que muy injusto.

Todos sabían que estaba rara. Hasta yo me sentía más rara de lo que normalmente estaba. No tenía ánimos de nada. Sólo al llegar a casa me dedicaba a hacer deberes y a estar bajo el ojo de Gilbert. Me rehusaba a llamarlo papi, estaba tan enfadada con él. Él lo sabía, y veo en su cara que tampoco le gusta que le llame por su nombre. Pero se aguanta. El día que decida creerme, y que todo vuelva a como estaba antes, ya veré si le llamo igual.

El silencio que hay en la escuela después de las clases es increíble, de vez en cuando escucho a gente pasar y voces al final del pasillo. Pasos y alguna que otra risita.

No me molestaba limpiar, era algo que consideraba relajante, me molestaba que me hicieran hacer esto, cuando yo no hice nada.

Mañana sería el primer año en el que no iría a la excursión escolar como inicio del verano. Me sentía muy extraña. Y como era de esperar Gilbert no me dejó ir. Y yo realmente no rogué ni suplique. Decidí ahorrar energía y saliva.

Pero Olivia. Olivia era la mejor amiga que pude pedir nunca. Ella decidió no ir y me invitó a dormir a su casa. En eso sí invertí energía y saliva. Evidentemente Gilbert no me quería dejar ir. Me decía que sí también quería ir a robar a la casa de Olivia, o que si no me daba vergüenza pedirle eso después de lo que supuestamente hice.

Yo al día siguiente le dije que no iría y le expliqué la situación. Ella se enfadó tanto y me dijo que no se quedaría así la cosa. Me dijo que sus papis tenían más que claro que yo no había hecho nada. Ella se los aseguraba con su sexto sentido.

Por lo que al llegar de la escuela llamó a Gilbert. Y le dijo que tenía que dejarme ir. Él se negó. Pero volvió a llamar por la noche, al día siguiente, al día siguiente del siguiente y así día y noche durante una semana. Y así Gilbert aceptó. Supongo que por lo tenaz que era Olivia y lo mucho que quería que lo dejase en paz.

Ese día la abracé mucho y le dije lo mucho que la quería. Y lo mucho que agradecía su amistad y que no me haya dado la espalda.

Sin embargo algo curioso ocurrió con Jane. Después de ese accidente se alejó por completo de Layla y su grupo, y por más que no me hablaba, me saludaba con cariño y me volteaba a mirar.

La notaba más feliz, eso sí.

Cierro la bolsa de basura y con esto doy por terminado mi último turno del año y los pensamientos que giran a diario en mi cabeza, el año que viene seguiría con lo mismo, pero al menos tendría un par de meses para mí.

Antes de poder salir del aula, me encuentro con la directora que vino a buscarme.

—Hola—me dice ella amigable sentándose en una de las mesas—¿Lista para el verano?—pregunta tratando de sacarme conversación.
—Hola—digo yo de forma cortés—. Si. Supongo que sí.

Ella me da una media sonrisa y me pide que me acerque a ella.

—Quería hablar contigo de unas cuantas cositas.
—Dígame—le digo de la forma más cortés que encuentro.
—Primero quería felicitarte por tus notas, son excepcionales igual que siempre—yo le sonrió pero sin ninguna emoción—. Y lo segundo es que te quería pedir perdón.

Las facciones de mi cara se relajan. ¿Dijo qué?

—¿Disculpe?—digo sin comprender.
—Quería pedirte perdón. Yo tengo muy claro que no habías sido tú, pero el consejo me tenía entre la espada y la pared y tenía que haber un culpable y tú eras la única posible en el mapa. Así que fuiste la culpable directa. Lo siento mucho. Y lamento que haya tenido que trabajar estos meses.
—Entonces, usted me cree—digo esperanzada. Y ella asiente.
—No quiero que el año que viene sigas limpiando.
—¿No tenía que pagar lo que supuesto me había robado?
—Déjalo así. No lo permitiré. Así que veré a casa y feliz verano—dice esto parándose de la silla a lo que yo la abrazo y ella se sorprende pero me lo devuelve—. Deja el uniforme en la oficina.

Yo sonrío y le agradezco y estoy apunto de salir del aula para irme a cambiar. Ya Gilbert debe de estar por venir, pero me devuelvo.

—Señorita directora —se voltea a verme—¿Podría llamar a mi representante y decirle que ya no tengo que limpiar más? Desde lo ocurrido no me cree nada de lo que le digo.

Ella me sonríe con pena y tras asentir yo me voy al baño a cambiarme. Un rayito de sol. Alguien que me cree.

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Hola!!! Lili aquí!!!!

¿Qué les está pareciendo la historia? ¿Están conformes en como se está desarrollando? Gracias por el apoyo!!!!!!!

Los quiero un montón, Lili 💖

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora