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Mía.

Unas semanas después.

—Mía Collins dirijase a la oficina de la directora, Mía Collins, oficina de dirección por favor.

Yo frunzo mi ceño confundida al escuchar mi nombre por megafonía pero hago caso y me levanto de mi mesa y tras subir un piso y pasar por varias puertas llego a la de dirección.

Toco la puerta tres veces hasta que la directora me da órdenes de pasar.

Cuando abro la puerta me sorprende al ver a mi papi sentado en una de las sillas de enfrente del escritorio de la directora.

—¿Pasó algo?—digo yo extrañada y tragando de forma bastante sonora.
—Pasa y siéntate—me ordena la directora, a lo que yo hago caso y me siento en la silla junto a mi papi.

Yo los miro un poco asustada. Ambos tienen una cara tan seria que intimidan un poco.

—¿Sabes por qué estamos aquí?—pregunta la directora mirándome.

Yo niego con mi cabeza.

—Palabras Mía, queremos palabras—dice mi papi en un tono enfadado.
—No señora—digo de inmediato.

Ella me mira seria y abre un cajón sacando y mostrándome la llave de la oficina de coordinación que se me había asignado al momento de ser elegida como miembro y una de las directoras del consejo escolar.

—¿Reconoces esto?—me dice colocando la llave encima del escritorio.
—Si—digo un poco alegre—, que bueno que la encontró señora directora, la había perdido.
—¿Perdido? No me mientas Mía.
—¿Mentir? Pero, ¿De qué están hablando?
—¿Estás de broma?—dice ahora mi papi en un tono de voz tan alto que doy un saltito en mi silla.
—O sea que me vas a decir que la única persona con acceso a esa habitación además de la coordinadora, eres tú y que tú no robaste piezas de oro  valuadas en más de 3000 dólares cada una, ni que sacaste más de 2000 dólares en efectivo de esa habitación—dice la directora a lo que yo me quedo en blanco.
—¿Qué? No sé de qué me habla. Perdí esa llave hace semanas.
—Venga Mía, confiesa—dice mi papi ya medio cansado.
—¿Qué debo de confesar?
—Confiesa que te robaste lo que dice la directora.
—No robé nada, papi. Nada.
—¡No nos mientas más, Mía!—grita el de la nada—No nos quieras ver la cara de tontos.

Yo volteo a verle ya con los ojos vidriosos por su tono de voz tan alto y sus acusaciones.La directora por otra parte me mira de una forma tan horrible que no podría ni empezar a describirlo.

—Mía si confiesas y entregas las piezas y el efectivo, te reduciremos tus semanas de castigo.
—Yo no hice nada, ni tengo nada—digo ya llorando.
—Si no fuiste tú, entonces ¿Quién? Anda, dinos.

Yo sigo llorando en mi sitio en silencio aún sin creer lo que me está pasando.

—No robé nada. ¿Por qué no me creen? Jamás he hecho algo similar, ¿Por qué me culpan a mi?
—Eres la única que tendría que tener la llave—explica la directora.
—¿Bajo que contexto y propósito yo necesitaría tanto dinero?
—No lo sé, eso mismo queremos saber—dice mi papi.
—Yo no tengo nada, lo juro. Miren las cámaras de seguridad, yo no hice nada.

La directora suspira al igual que mi papi.

—Casualmente el sistema se cayó en ese período de tiempo en el que podrías haber robado las cosas. Así que tú dinos tu plan.
—Revisen mi habitación y mi casillero, no tengo nada. Lo juro—digo desesperada. ¿Por qué no me creen? O más importante, ¿Por qué mi papi no me cree?
—Ya que no te vemos dispuesta a colaborar, estarás suspendida durante un mes de clase y al volver, si no traes lo robado, estarás trabajando ayudando al personal hasta conseguir pagar tu deuda ¿De acuerdo?

Yo niego.

—¡No hice nada!—grito desesperada otra vez.
—¡Basta Mía!—grita también mi papi—Ya me avergonzaste y decepcionaste mucho hoy como para que nos faltes el respeto gritandonos de esa forma.
—¡No hice nada, no hice nada, no hice nada!—repito constantemente y mi papi me coge como un saco de patatas mientras yo sigo gritando para sacarme de la oficina—No me suspenda señorita directora, yo no hice nada—digo como última súplica antes de que mi papi cerrase la puerta y me diese un golpe en mis nalgas.
—Hazme el favor de hacer silencio—es lo último que le oigo decir.

Mi profesora le da el bolso a mi papi y tras eso, nos montamos en el auto y nos vamos a casa. Todo el trayecto fue en silencio y yo estaba realmente asustada. Jamás había visto a mi papi así se enojado conmigo.

Al llegar a casa él se baja primero del auto y me deja allí mientras entra rápidamente a la casa. Yo trato de seguirle el paso y veo como entra en casa furioso y sin siquiera quitarse los zapatos sube a las habitaciones y abre la puerta de mi habitación.

Cuando llego, veo como está revisando mis cajones de ropa, clóset, absolutamente todo.

—¿Dónde está?—dice furioso cuando me ve parada en el marco de la puerta.
—No vas a encontrar nada, porque no tengo nada  No robé nada.
—¡Me quieres seguir viendo la cara de estúpido o que Mía!—me grita y yo comienzo a llorar otra vez.
—¿¡Por qué no me crees!?—digo también enojada—¿Cuándo te he dado to motivos para dudar de mí? ¿¡Cuándo!?

Él no me contesta y solo me mira.

—No sabes la vergüenza que me dio recibir esa llamada. Estoy tan enojado contigo, no puedo creer lo que hiciste.
—Papi, tienes que creerme...
—Hazme el favor de venir para acá, Mía.

Señala sus rodillas y yo niego asustada. Tenía años que no me ponía de rodillas en su regazo para castigarme.

—Mía, no me hagas ir a buscarte porque sabes que será peor.

Yo me acerco lentamente a él muy nerviosa y él en un rápido movimiento me toma del brazo y me coloca en su regazo.

××××

No pares de leer!!! Dos capítulos en un día!!!

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora