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  Cuando vi a las tres irse con Layla sin si quiera decirme algo supe que estaba sola

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  Cuando vi a las tres irse con Layla sin si quiera decirme algo supe que estaba sola.

  Y aunque quería echarme a llorar, no lo haría aquí. ¿Dónde me viera Layla y pudiera reconfortarle mi llanto? Sin duda es un no.

  Pero el resto del día me sentía ausente. No le presté atención a las clases, a penas toqué mi almuerzo, y casi que no toco mi estuche ni para sacar un mísero lápiz.

  Realmente intentaba convencerme a mí misma de que las palabras de Layla y las actitudes de Sabrina, Stelle y Jane no me habían dolido nada. Aunque en realidad el negarlo solo hacía que me sintiera aún peor.

  Así que solo me quedaba orar a que mi papi me recogiera rápido y podernos ir a casa. Por lo que cuando apenas al salir me llaman por los parlantes, solo desee montarme en auto lo más rápido posible e irme de una buena vez a casa.

  Así que cuando pongo un pie en el coche pinto una gran sonrisa en mi rostro, falsa por supuesto. Mi papi me pide honestidad, pero en estas cosas simplemente no puedo. Me preguntará desde cuando sucede y tendré que contestarle desde que técnicamente Layla llegó, y simplemente no sé que ganaría diciéndole.

       —Hola princesa, ¿Qué tal tu día?—pregunta feliz mirándome por el retrovisor mientras avanza. Yo me pongo el cinturón de seguridad, y le respondo.
       —Bien, aunque no tuve mucho apetito—le digo para cuando le digan que comí muy poco no sea una sorpresa.

  Pero en realidad ojalá el supiera lo que de verdad pasó.

       —¿Y eso?—pregunta preocupado.

  Yo encojo mis hombros mirando por la ventana.

       —No lo sé, hay días que se tiene apetito y otros que no—digo con simpleza.
       —Que no se convierta en hábito, eh—me dice con una ligera advertencia al final.

  Yo asiento y sigo mirando por la ventana.

       —¿Todo bien bichito?—pregunta, a lo que yo asiento.
       —Solo estoy cansada papi—respondo como pude.

  Cuando mi papi estaciona, tras él tomar mi mochila y bajarnos del coche entramos a la casa, en donde tras quitarnos los abrigos y las botas, mi papi me manda a bañarme mientras se termina de hacer el almuerzo, cosa que agradezco, no creo que pueda contener el llanto por más tiempo.

  Por lo que al subir las escaleras, cierro suavemente mi puerta con cerrojo y con este solo movimiento me derrumbo al suelo.

  Como un simple comentario puede cambiar tu perspectiva de todo...

  Sé que mi cerebro me recuerda que no debería sentirme afectada por los comentarios de Layla, pero eso para mí es imposible. Siempre está lista para lanzarme los comentarios más dolientes y rudos que se le puedan ocurrir a un ser humano.

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora