2

4.8K 187 1
                                    

  Al llegar a casa todo está callado lo que me indica que Mía está dormida

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  Al llegar a casa todo está callado lo que me indica que Mía está dormida. A lo lejos noto la luz de la cocina prendida. Asumo que es Elle trabajando, que por más que le insisto que no hace falta que limpie hasta tan tarde, ella lo hace igual.

  Lleva años trabajando para mí, y ya sabe cómo me gustan las cosas.

  Tiene casi la cantidad de años que tiene Mía en esta casa. Cuando vivía solo, no necesitaba más que alguien que viniese a limpiar una o dos veces por semana. Pero con Mía aquí, me faltaba ayuda por lo que la contraté y desde entonces vive con nosotros.

  Me acerco a la cocina en dónde efectivamente la veo limpiando la nevera.

       —Buenas noches, Elle—digo y ella se voltea a verme
       —Buenas noches señor, ¿Necesita algo?—pregunta a lo que yo niego.
       —Te he dicho cientos de veces que no hace falta que estés hasta tarde limpiando—le reprendo. Es mi empleada, pero esto no es sano.

  Ella asiente, sabiendo que es verdad, pero aún así debo reprimirla. Sé que es una limpiadora compulsiva, pero a un así no quiero que se sienta explotada.

       —Lo sé, pero no puedo ir a dormir sabiendo que la nevera está desordenada—dice obvia como si fuera un problema tercermundista.

  Le hago una media sonrisa divertido con sus preocupaciones.

       —En fin—digo para ponerle fin a la historia de la nevera—, ¿Mía está ya en la cama?—pregunto dejando el saco en el mesón de mármol blanco.

  Ella asiente metiendo un par de topers con comida dentro de la nevera.

       —Si, me pidió tres cosas.

  Yo asiento sonriendo. Adoro a esa niña.

       —Que cuando subieras le dieras el beso de buenas noches—yo asiento—, que probarás los muffins de vainilla y chocolate que hicimos por la tarde, y que vayas a tu despacho que te ha dejado algo allí.

  Yo asiento y tras decirle, que a las 12 de la noche, no me apetece nada dulce y que los probaré mañana, le doy las buenas noches a Elle dejándola con su fascinante organización de nevera, y voy a mi despacho.

  En dónde apenas entro veo el lienzo puesto encima de mi escritorio.

  Es un precioso paisaje de nuestro viaje a Roma el año pasado. Mía adora Roma. Admiro su gran talento artístico y la forma en la que mezcla los colores para hacer una gran composición cómo esta.

  Hago una nota mental para felicitarla por la mañana por gran trabajo en su lienzo, y decirle que me gustaría colgarlo en alguna pared de casa. Este es el tercer lienzo que trae a casa de sus clases de pintura y cada vez me impresiona mucho más.

  Y tal como me dijo Elle, Mía estaba profundamente dormida cuando entré a su habitación a darle su beso de buenas noches. Lo dejo sobre su cabeza y tras salir en silencio me recuesto en mi cama para dormir.

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora