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  Escuché ruidos en la habitación de Layla, pero no pude indagar mucho más porque llegó Gema a buscarme, pero creo que estaba con un chico

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  Escuché ruidos en la habitación de Layla, pero no pude indagar mucho más porque llegó Gema a buscarme, pero creo que estaba con un chico. Esos pequeños gemidos masculinos sin duda venían de su habitación.

  ¿Estaba con un chico? ¿Tendrían eso...? ¿O solo era porno?

  Pero cuando llegó Christian todos esos pensamientos se esfumaron, yo estaba en el salón, recién duchada en el sillón de cuero del salón jugando con par de juguetes que la niñera me había dejado más estaba viendo una película.

       —¡Christian!—exclamo feliz cuando lo veo entrar a Christian, a lo que él se acerca a recogerme del sillón con una sonrisa en su rostro. Y al estar en sus brazos me llena de besos en toda la cara a lo que yo río.
       —¡Detente!—digo entre risas—. Que picas...

  Él ríe ante mi comentario.

       —¿Yo pico?—dice aún divertido, y me pasa la barba de nuevo por la mejilla suavemente a lo que vuelvo a reír.

  Él me pone en su cadera y yo recuesto mi cabeza en su hombro mientras él va a la cocina, en donde se encuentra con la ama de llaves hablando con Gema.

       —Hola—dice a ambas—¿Qué tal hoy?—pregunta de nuevo a ambas.

  Chelsea—la ama de llaves—, le comenta que fue a comprar la comida de la semana y que fue a la farmacia a comprar la medicina para mí a lo que él me da un beso en la cabeza.

  Y Gema le comenta, la actitud de Layla más lo poco que comí hoy. A lo que él me reprende un poco, pero sin dejar de ser cariñoso.

  Poco tardan en dejarme de nuevo con la niñera para irse a duchar y cambiar.

  Cuando Christian baja, trae consigo a Layla y vamos a la mesa del comedor a cenar.

  La niñera se va a su habitación cuando Christian le dice que puede encargarse de mí.

       —Venga cielo—me insiste—una cucharada más—sigue poniéndome la cuchara con los macarrones cera de la boca a lo que yo quito mi cara.
       —No quiero más—digo yo retorciendome en la silla desgraciada.

Él suspira y se rinde.

       —Está bien. ¿Quieres tú biberón?—pregunta él a lo que yo asiento con una sonrisa—. Pues debes terminar la comida.

  Yo vuelvo a retorcerme en la silla.

       —Una más, ¿Si?—dice él a lo que yo asiento.

  Tras tomar ese bocado, me saca de la infernal silla y yo me aferro a su pecho.

       —¿Quieres tú bibi?—pregunta a lo que yo asiento con mi cabeza en su cuello.

  La ama de llaves se lo da y él me lleva hasta el sillón en donde tras sentarme en sus piernas con mi cabeza en su hombro, me lo da.

—¿Está bueno, tesoro?—dice a lo que yo asiento.

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora