La invitación divina: lecciones de la fiesta de bodas

23 3 0
                                        


Parábola de la fiesta de bodas

(Mateo 22:1-14, Reina Valera 1995)

El evangelio de Mateo contiene varias parábolas que se entrelazan en su mensaje, pues comparten una enseñanza central. Un claro ejemplo es la parábola de la fiesta de bodas, que junto con la de los dos hijos y la de los labradores malvados, ilustran verdades sobre el arrepentimiento, la voluntad divina y la libertad humana.

La parábola de la fiesta de bodas describe un evento especial: un banquete nupcial, que simboliza la unión y el vínculo. Así como un funeral es un momento de lágrimas por la pérdida de un ser amado, una boda es una celebración de alegría, ya que marca el inicio de una nueva familia y la posibilidad de nuevas vidas. Se llora en los funerales porque la muerte ha llegado, pero en las bodas se aplaude, porque se celebra la vida.

En la parábola, un rey organiza la boda de su hijo y envía a sus siervos a llamar a los invitados. Estos siervos representan a los profetas de Dios. Es importante notar que la palabra "profeta" proviene del griego y significa "aparición" o "manifestar" lo que ha llevado a la idea errónea de que un profeta es meramente un vidente del futuro. Sin embargo, en hebreo, el término "Neviím" significa "enviado". En realidad, la función principal de un profeta no es predecir el futuro ni realizar milagros, aunque algunos lo hicieron, sino comunicarse con Dios, transmitir su mensaje y revelar su voluntad. Cabe destacar que el concepto de profeta, en su sentido griego, no existía en la cultura hebrea de la época; el énfasis estaba en la misión de ser portavoz de Dios.

En la parábola, el rey representa a Dios, quien envía a sus siervos a llamar a los invitados. Sin embargo, estos rechazan la invitación, pues están demasiado ocupados en sus propios asuntos. Esto enseña que es Dios quien prepara el encuentro, pero es el hombre quien decide aceptar o rechazar su llamado. Dios creó al hombre con libre albedrío; de lo contrario, habría hecho meros autómatas. Dios desea seres con voluntad propia y responsables de sus decisiones.

Algunos invitados declinan la invitación para atender sus tierras y negocios, demostrando que el llamado divino es para todos, sin distinción de clase o nivel espiritual. Sin embargo, sus intereses terrenales eran más importantes para ellos que la invitación del rey. Esto nos recuerda cómo la prosperidad material puede hacernos perder de vista nuestro compromiso con Dios, desviándonos de nuestro crecimiento espiritual.

Ejemplos bíblicos ilustran esta situación: Taré, padre de Abraham, quien se detuvo en Harán por su prosperidad y no continuó su viaje hacia Israel; Jacob, quien prometió regresar a la casa de su padre, pero se asentó en Siquem; y los descendientes de Israel, quienes debieron vivir temporalmente en Egipto, pero permanecieron allí 400 años, asimilándose y cayendo en idolatría.

La parábola nos advierte sobre el peligro del apego a lo material, que se convierte en el mayor obstáculo para cumplir el llamado de Dios. Como dijo Jorge Luis Borges: "Uno debe tener cuidado al elegir sus enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos". Cuanto más nos aferramos a las cosas de este mundo, más difícil se vuelve desprendernos de ellas.

El éxodo de Israel de Egipto y la destrucción de Sodoma y Gomorra ilustran la importancia de actuar rápidamente ante el llamado de Dios. En Éxodo 12:37-39 y Génesis 19:17, se enfatiza la urgencia de la salida, pues demorarse podría hacerlos dudar y retroceder. Esto nos enseña que nuestra huida del pecado debe ser decidida y sin dilación. Aprovechar la oportunidad cuando se presenta es esencial, pues la única cosa que Dios no hace por uno es su parte. La procrastinación no solo nos roba oportunidades, sino que también debilita nuestra determinación y nos estanca. Si no actuamos en el momento adecuado, perdemos la motivación y nos enraizamos en la comodidad. La revelación es como una llama: si no encendemos el fuego a tiempo, se apagará.

La parábola también muestra que cada rechazo y postergación endurece el corazón. Los invitados que rechazaron la invitación finalmente persiguieron y mataron a los siervos del rey, pues los consideraron una amenaza a su comodidad. Este endurecimiento progresivo los llevó a la ruina.

El Señor Jesús nos advierte en la parábola de los labradores malvados (Mateo 21:33-46): "a los malos destruirá sin misericordia". Pero también, 1 Juan 4:17 declara: "pues como él es, así somos nosotros en este mundo", y Santiago 2:13 añade: "porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no haga misericordia". Finalmente, Colosenses 3:25 afirma: "pero el que actúa con injusticia recibirá la injusticia que haya cometido". Es decir, así como los labradores malvados actuaron fueron juzgados por su maldad, enseñando que cada persona será juzgada conforme a sus propias acciones. La justicia de Dios es imparcial y perfecta: quienes rechazan su voluntad y actúan con injusticia cosecharán las consecuencias de sus propios actos.

El pasaje concluye con la imagen de la piedra: "El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella caiga, será desmenuzado" (Mateo 21:44). Aquellos que caen sobre la roca (Cristo) se arrepienten y reciben salvación; pero sobre quienes la roca cae, significa que despreciaron el llamado y serán juzgados.

Caer sobre la roca significa aceptar a Cristo y permitir que su verdad nos transforme. En cambio, si la roca cae sobre alguien, significa que rechazó a Cristo y enfrentará el juicio. Ser "quebrantado" implica reconocer nuestra fragilidad, ceder nuestra voluntad y darnos cuenta del vacío de una vida sin propósito divino. Como expresó Salomón: "Vanidad, todo es vanidad". Sin embargo, el quebrantamiento también conlleva un sentimiento de desilusión, como lo explica Pablo: "La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte". En otras palabras, el quebrantamiento es ese sentimiento que nos lleva al arrepentimiento y a aceptar a Cristo en nuestro corazón.

Pero ser "desmenuzado" representa la soberbia, el orgullo que impide admitir errores y cambiar. El orgullo, ciega al hombre, le impide ver sus fallos y recibir corrección. Por eso, el juicio de Dios cae sobre él, reduciéndolo a polvo. La etimología de la palabra desmenuzar proviene del latín dis- (separación) y minutiare (hacer algo pequeño), lo que denota la reducción a partículas insignificantes, como el polvo. Jeremías 50:32 advierte: "El soberbio tropezará y caerá, y no tendrá quien lo levante". Así, quien persiste en su arrogancia enfrentará la justicia divina. Al final, cada persona se encontrará con Jesucristo: ya sea como su Salvador o como su Juez.

Romanos 2:5-11 declara: "Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios" No seamos como aquellos que rechazaron la invitación divina. Ninguna riqueza puede compararse con el don que el Señor nos ofrece: la vida eterna.

Gloria a Jesús. 

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora