Camino a Damasco

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Camino a Damasco

Un asesino, en el orden del mundo,

será siempre un asesino,

un perseguidor, en su incesante carrera, será siempre malvado.

Sin embargo, la tristeza que proviene de Dios no es la sombra que nos consume,

es una puerta que se abre a la redención.


Es la llama que enciende el corazón,

el abandono de los instintos fugaces,

de las ilusiones que nos ahogan y las amenazas que nos definen.

Es la misericordia que borra las huellas

y nos conduce de vuelta a casa.


Para Dios, el asesino es solo un hombre herido,

no un ser final, sino una figura moldeable,

que en su tiempo podrá convertirse en un trovador.

Un pecador, un abrazo pendiente, un eco en la eternidad,

que podría ser un gran apóstol.


Para Dios, un perseguidor no es un ser definitivo,

sino una imagen que puede disolverse en mensajero.

Porque él no recuerda el mal, no juzga ni atesora,

sino que borra las huellas de los crímenes

y hace nuevas todas las sendas,

como el viento que disuelve la tormenta.

Gloria a Jesús.

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora