La verdadera riqueza

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El desempleo le dificultaba conciliar el sueño. Esa noche, mientras pensaba en los problemas económicos inminentes, el insomnio lo mantenía despierto. Era tal la angustia que, muy temprano por la mañana, se apresuró a orar.

—Qué fácil es acordarse de Dios cuando estás en problemas —le susurró su culpa.

En sus palabras había algo de verdad, pues cuando todo lo demás falla, tendemos a buscar a Dios como nuestra última opción, cuando debería ser la primera. Sin embargo, el clamor de su corazón fue más fuerte que los impedimentos de su mente. Así, decidió buscar a aquel a quien había abandonado hacía mucho tiempo. Dios estaba allí, en ese mal momento del hombre, como en los buenos momentos. Porque Dios no es un superhéroe que solo nos salva del peligro; Él no nos abandona, nos ayuda y nos protege independientemente de nuestra conducta. Su fidelidad no cambia.

Esa mañana, el hombre abrió sus labios y, con lágrimas en los ojos, pidió ayuda. Solicitó dinero y un nuevo trabajo. En esos momentos de silencio, mientras esperaba, escuchaba la voz de sus pensamientos cuestionando si Dios realmente quería escucharlo. Había tantos problemas que le resultaba difícil imaginar que Dios lo amaba. Entonces, recordó el poder de Dios y, más que un empleo, pidió riquezas, pues pensaba que así se acabarían todas sus angustias. Pero cuando se levantó, vio que su billetera estaba vacía y, al revisar su cuenta, los números no aumentaban. Decidió salir a despejarse, quería dejar de pensar, huir del dolor, escapar.

Aún de mañana, la oscuridad reinaba. Caminó por las calles y corrió durante unos momentos, pero el día estaba tan nublado que parecía un fiel reflejo de cómo se sentía: sin esperanza de luz. Cuando el cansancio lo venció, se detuvo a tomar aliento en un lugar predestinado por Dios. No había edificios obstruyendo la vista de las montañas. Era el punto adecuado para disfrutar del amanecer. Mientras discutía mentalmente consigo mismo sobre cómo resolver sus problemas, algo lo distrajo de repente. Una pequeña luz brotó en medio de las montañas, era el sol naciendo lentamente, cubriendo todo el paisaje con una luz naranja. Habían pasado tantos años que ni siquiera recordaba la última vez que había contemplado un nuevo amanecer.

Al igual que este hombre, muchas veces nos distraemos, no nos enfocamos en el presente. Preferimos todo lo demás antes que vivir el momento. Cuando el hombre pidió riquezas, Dios le entregó un amanecer. Porque la verdadera riqueza es el tiempo, el tiempo de disfrutar lo que amas y has olvidado. La sencillez de lo que te transporta a los días inolvidables. Y, en pos de metas que nunca fueron nuestras, nos deformamos y nos perdemos. Es cierto que la mayoría puede tener un trabajo, pero no todos tienen la oportunidad de disfrutar un amanecer. La prisa y los compromisos nos atan, hasta el punto de considerar imprescindible lo que realmente es trivial.

Cuando el hombre regresó a su casa, sus hijos pequeños ya estaban despiertos y felices de verlo. Su esposa lo esperaba para desayunar. Eran alrededor de las 8:30 am y, en circunstancias normales, él estaría en el trabajo, archivando documentos, trabajando para alguien que ni siquiera conocía, quizás tomando una taza de café en su fría oficina, solo, sin tiempo para nada más que producir. Al sentarse a la mesa, entendió todo el amor que Dios le tenía. Se dio cuenta de que estar desempleado no era un fracaso, sino una oportunidad para disfrutar, porque la infancia de los hijos es como un amanecer: no todo el mundo tiene tiempo para contemplarla.

Los amaneceres no contemplados y la infancia no aprovechada tienen algo en común: si no se disfrutan, no se repiten. El hombre había pedido riquezas, pero Dios le entregó un amanecer, la oportunidad de deleitarse con la fortuna de lo irrepetible. Entonces. comprendió cuán rico ya era y lo poco que valoraba sus riquezas. Así que se quedó allí, con su familia, desayunando, sin pensar en nada más. Por ahora, era lo que tenía y quería aprovecharlo. Ya habría tiempo para todo lo demás.

Gloria a Jesús.

Un café con Dios 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora