Capítulo 69 (2/2) - Yo soy William Wilder

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De inmediato el silencio se transformó en gritos de abucheo, maldiciones, gritos y llantos descontrolados. Darien no podía soportar tal caos, así que sin pensarlo se puso de pie. El rostro de Greta empalideció, era tal el desconcierto que juraba que podría vomitar ahí mismo. Sin embargo, se mantuvo firme y lo encaró.

—No... no es verdad, ¿Qué hiciste? ¿¡Qué le hiciste a Allen!? ¡Era solo un niño!

—No se acerquen —replicó Norman. —¡Huyan, es un monstruo!

—El único monstruo aquí eres tú —afirmó William, indispuesto a que le golpearan el orgullo y las mejillas con acusaciones falsas

No tenía caso defenderse, quizá, después de todo, no importaba lo que dijera. El nombre de William Wilder ya estaba manchado, pero una cosa eran sus actos ocasionados en el pasado y otras muy diferentes, de las que no tenía complicidad.

—Tú mataste a la hermana de este niño, ¡Tú mataste a mi maestro Gelida! ¡Y mataste a este niño para fines que sigo desconociendo!

Norman alzó las cejas.

—¡Qué sacrilegio! ¿Qué motivos tendría yo para asesinar a ese niño? ¿¡Cómo puedes acusarme de algo tan blasfemo como el asesinato de quién fue mi figura paternal!? Es increíble que al no saber defenderte recurras a argumentos tan bajos como este... siquiera los hicieras creíbles. Si lo analizamos... el único que tendría motivos suficientes para volver serías tú. No fue suficiente con lo que ocasionaste hace diez años, tomas un cuerpo que no te pertenece ¡Y vuelves aquí para hacer lo mismo que mató a cientos de personas! Si mencionas a Susan... oh Dios..., ¿qué tan lejos llegaste para que no hubiera testigos? ¿¡Qué le hiciste a Susan!? —sus ojos enrojecieron, estaba a punto de llorar. —¡Mi buena amiga Susan! Mi antiguo amor, ¡Destrozaste a dos hermanos!

Un hombre de entre la audiencia se levantó lleno de ira, sacó de su bolsillo un revolver y le apuntó. Darien se percató rápidamente, empujándolo al suelo. El arma cayó, Darien la sostuvo.

—¡Ese es... ese es Darien Kudaibergen! —exclamó Norman. —¡Monstruos! ¡Monstruos! ¡Ahora nos matarán!

Las ventanas del teatro golpeaban con fuerza, aquellos espectros intentaban entrar. Las personas se encogían sobre sus asientos, William tensó la mandíbula, alzó el violín y de un chirrido hizo llamar a Kokia y Gelida. Al emerger, el miedo de todos se intensificó.

—¡ES ÉL! ¡EN VERDAD ES ÉL!

Greta escudriñó el rostro del espectro con cadenas y al hacerlo no pudo evitar afligirse. Desde su piel seca, envolviendo sus huesos hasta las heridas profundas de tortura. Sus labios vacilaron por la impresión y una repentina melancolía.

—¿Maestro Gelida? —susurró

—¡Sáquenlos de aquí! ¡Abran paso para que salgan de aquí! —exclamó William

Ambos obedecieron, Kokia aleteó con fuerza, abriendo las puertas de par en par. Al estar por delante las personas le siguieron, eufóricas. Algunos espectros intentaron atacar a la audiencia, pero Gelida los arrojó por los aires con sus grandes cadenas.

—William —Greta lo miró, completamente desconsolada. —¿Qué ha pasado? ¿Qué es todo esto?

William inspiró profundo.

—Lo siento, vete

Ella fue arrastrada por las grandes olas de personas que huían del sitio, y a pesar de ello no podía apartar su vista del frente. De ese hombre que alguna vez amó con intensidad, pero siempre le causó miedo. Sin embargo, también entre esas tantas grandes olas yacía una persona en particular que se escabullía para llegar hasta los asientos delanteros, su intención era esconderse. Pasaba desapercibido, pese a que sus abuelos y padre lo llamaban con temor. Al final, todos evacuaron y el teatro quedó completamente desolado. De no ser porque los espectros seguían insistiendo en llegar a William, ese sitio estaría en completo silencio.

Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora