Capítulo 61 - El amor requiere sacrificios

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Sentado a la orilla de la cama y mirando en silencio el anochecer por fuera de la ventana, William deslizaba sus dedos sutilmente sobre las cuerdas de Levian. Horas antes parecían dos serpientes enfurecidas, dispuestas a envenenar a quien se atreviera a hacerle daño a su violinista. Sin embargo, resultaba irónico que ahora fueran tan apacibles como hilos de tejer. De lana para fabricar una bufanda.

William suspiró, sus dedos torpes tiraban de las cuerdas y ruidos malformados se generaban entre ellas. Por casualidades de la vida y recordando las palabras y acciones de Anton, su mente se trasportó al pasado. El día en el que usó "Danza" por primera vez. Ciertamente, había compuesto aquella sonata para controlar a los espíritus.

"Lo más desalmado e inmoral"

Y de nuevo tiró de la cuerda.

Cuando la creó, lo último que pensó era usarla para controlar a las personas, espíritus y transformar su último recital en una orquesta de la muerte. Más bien, la razón de aquella sonata era nada más y nada menos que...

Una mujer.

Pero no cualquier mujer, sino la hija adorada de un médico muy prestigioso en Cambridge. Lo tenía todo, padres que la amaban, estudios privilegiados, buena ropa, buena casa, sirvientes, un futuro asegurado y riqueza inimaginable. Pero le faltaba algo, algo que anhelaba constantemente y por lo que suspiraba como niña pequeña.

El romance.

Ella quería enamorarse, quería encontrar a su chico de ensueño y formar una familia tan amorosa como en la que creció. Y claro, como era de esperarse eso sucedió, conoció a un chico, se enamoró rápidamente y enseguida hizo de todo por capturar su atención.

Y ese fue el problema.

Sacrificó tanto de sí que antes de darse cuenta, cuando se comprometieron, el día exacto de la boda él hizo algo impensable. Solo aceptarla para usarla como soborno contra su padre, si la quería de vuelta debía pagar para su rescate y en un forcejeo fallido ella terminó siendo asesinada. Y ahí culminó la historia de aquella hermosa señorita, ahí a la orilla del río donde fue arrojada en una bolsa, sin piedad. Definitivamente su espectro sería de todo, menos agonizante y en el rescate quién debía arreglar todo ese problema era William Wilder.

Cuando se presentó frente a él todavía llevaba su vestido de boda, aunque con grandes agujeros y roto en la parte inferior. Su cabellera rizada se mantenía a duras penas formal, de no ser por la corona con el velo este estaría esponjado o maltratado. En ese entonces Darien aún acompañaba a William en sus "misiones" de restauración de almas. Y cuando ella los miró no pudo contener los gritos de rabia y resentimiento. A comparación de espectros anteriores, ella fue más fácil de calmar con la sonata, no hizo por resistirse, pero tampoco hacía por ignorar lo que le había ocurrido. Se encontraba en una delgada línea entre la pena y la rabia, y cualquiera que eligiera la terminaría llevando a un colapso y pared sin salida.

"¿Qué quieres que haga por ti?" dijo William y ella lo señaló con el dedo

"¡Muere! ¡Muere! ¡Quiero que mueras!"

Pero él se mantuvo sereno y prosiguió con su sonata calma.

"¿Qué quieres que haga por ti?"

"¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Qué hice mal!? ¿¡En qué fallé para que no cumpliera su promesa!?"

Hubo un silencio minucioso y de nuevo, entre la melodía calmada William replicó.

"¿Qué quieres que haga por ti?"

Ella sucumbió finalmente, tocando su pecho y enarcando las cejas.

"Destruí todo, destruí todo de mí para llenarlo a él. Destruí mi corazón para que encajara con el suyo. Hice pedazos el mío para que él lo construyera conmigo. Mírame, mira este cuerpo, mira este rostro, no soy yo, ¡No soy yo!"

Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora