Capítulo 59 - Darien Kudaibergen

125 16 6
                                    

Kokia lo separó de un aleteo, William retrocedió aún con el cuchillo enterrado en su costado y con manos temblorosas lo sacó de sí.

—¿Qué demonios? ¿¡Qué demonios crees qué haces!?

—Eso debería decírtelo a ti Allen, o mejor dicho, William Wilder —acusó en un tono serio y frívolo

—No comprendo —replicó entre jadeos. —¿Qué tienes que ver en todo esto? ¿Por qué tienes a Catarsis?

—¿Esto? —acarició los bordes del violín y esbozó una media sonrisa. —parece que no eres tan especial como creías ser. A fin de cuentas, Catarsis realmente parece encajar con el perfil de su primer usuario... así como tú, parece ser una buena ramera que encaja en manos de cualquier hombre

William contrajo las cejas, el dolor era insoportable.

—Mis sonatas, ¿De dónde las sacaste?

Al mirar la parte superior del violín dio por hechas sus sospechas, tenía incrustado el reloj del sol que habían saqueado de la casa de Gelida. Y también tenía evidentes heridas que hacían alusión al confrontamiento que ambos habían tenido en Oxford. Al escudriñar su rostro y porte William notó cuán demacrado y moribundo se encontraba.

De hecho, le parecía increíble que aún se mantuviera en pie.

Sus ojos hundidos en dos grandes sombras, los labios quebradizos, los pómulos tan pegados a su piel que más que una persona parecía un esqueleto andante. Catarsis lo estaba consumiendo y de la peor manera. De hecho, jamás imaginó cuán fuerte y violento era el efecto físico en el portador.

Porque él jamás lució así.

Quizá más débil, pero conservaba su apariencia hermosa, ¿Ese había sido un gesto de misericordia por parte de Catarsis hacia William?

—Anton, ¿En serio eres tú ? Te ves de la mierda

—¡SILENCIO! ¿Cómo osas hablarme así? Lo que tú eras ahora lo he superado, ¡Mírame! Superé tus propios métodos e incentivé más de lo que tú podrías haber hecho. He dado hincapié a una nueva forma de salvación, Catarsis me obedece, nos obedece a quienes le adoramos

—¿Nos? —soltó un quejido al retomar su compostura. —¿No eres solo tú? Entonces... es verdad, el asesinato de mi maestro no fue hecho por una sola persona, ¿¡Entonces quiénes fueron!? ¿¡Quién además de ti!?

—Qué más da, su cuerpo ahora nada con los peces... aunque ya ni siquiera eso. Pensar que alguna vez fuiste conocido como un hombre inalcanzable, una divinidad con aires de grandeza y ahora... ni siquiera puedes ponerte en pie tras la puñalada de una simple daga

—Estás corrupto —sentenció

Y el hombre frente a él frunció las cejas, pero mantenía esa sonrisa de discordia en su rostro.

—¿Corrupto? Sí, probablemente, un ser corrupto que sobrepasa y sobrepasará sus propios límites. Ahora dime ¿me temes? ¿finalmente bajarás la cabeza al reconocer que te he superado? ¡Porque quiero verlo!

William sonrió.

—Ese fue tu problema de toda la vida, estúpido intento de Bach. Eras tan envidioso y yo tan narcisista que en lugar de priorizarte en ti mirabas hacia mí, y yo, como todo un pavorreal aceptaba tus propias condolencias. Nadie te hizo menos, tú solo te hundiste en la mierda

Anton rio.

—¿Penas? ¿Quién habla de envidia? Quizá yo también era muy egoísta y detestaba compartir el espectáculo contigo

—¿Por qué Gelida? ¿Él que tenía que ver en todo esto? —dijo fúrico. —¿¡Cómo pudiste ser un perro malagradecido y morderle la mano!? De no ser por él, tú nombre ni siquiera sería recordado

Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora