—¿Por qué? —susurró
Era la única pregunta que circulaba en su cabeza, la misma interrogante del principio que mantenía hasta el final. Desde su llegada hasta este encuentro predestinado ¿Por qué? ¿Por qué de todas las personas en el mundo... tenía que ser Norman Schneider? ¿Por qué la persona más bondadosa que conoció en el pasado se había transformado en esto?
—Tienes el descaro de siquiera preguntarlo —acribilló con ímpetu, mostrándose jocoso y arrogante. —dímelo tú William Wilder, ¿por qué otra razón habría de traerte aquí? ¿por qué me tomaría la molestia de despertarte de tu bello sueño profundo? no te costará deducirlo, ¿me equivoco?
El pelinegro aguardó en silencio, aunque el resto de sus gestos corporales denotaban una gran tranquilidad y seguridad en sí mismo, lo cierto es que su expresión mostraba lo contrario. Las cejas se desalinearon en el desconcierto e incertidumbre. Miró minuciosamente por encima de la cabeza de Norman, detrás de él.
Ocho cuarenta y cinco.
Los tumultos probablemente ya se encontraban disfrutando de la orquesta del exterior. Las violas, aunque sublimes, hicieron del ambiente tenso algo más lúgubre. Además, el tiempo les pisaba los talones, quince minutos más y deberían subir al escenario donde ambos violinistas se verían obligados a confrontarse. Y eso le erizaba la piel a William Wilder.
—No tienes que preocuparte violinista espectral, nadie quitará tu momento de gloria frente a todas esas personas. Por algo cerrarás con broche de oro
—No me presentaré, no de nuevo
Norman rio, burlesco.
—Oh, claro que lo harás... y será con esto —de inmediato abrió el lujoso estuche del violín que cargaba consigo. En cuanto sacó aquel bello artefacto, su brillo inmensurable dio en las pupilas de William, dilatándolas. Sus ojos azules, a pesar de estar inmersos en el temor por su figura, no podían ocultar el deseo y la necesidad de sujetarlo
Era impresionante, el tiempo avanzaba y aún así, Catarsis lucía como una mujer joven, de piel blanca que relucía como las perlas. Pero en el fondo William lo sabía, aquella apariencia angelical no podía esconder sino un monstruo putrefacto que devoraba el alma de aquel que la tocara. Seducía, devoraba y se volvía más joven.
—Y de no hacerlo tú, lo haré yo... de cualquier modo ya no eres el único que puede relacionarse con los muertos
—Norman, ¿qué demonios has hecho en todos estos años? ¿en qué te has convertido?
—¿Qué he hecho? ¿Cómo puedes preguntar tal cosa? Tú me orillaste a esto, ¡Tú tienes la culpa de todo esto!
—Pero Allen, este joven..., ¿qué demonios le hiciste para que su única opción fuera llamarme? Ofrecer su cuerpo, ¿¡Tienes idea del proceso doloroso que conlleva hacerlo?
Norman esbozó una amplia sonrisa. Era tal su frivolidad que William tragó saliva de golpe. Los ojos esmeraldas de ese chico rubio no tenían una pizca de misericordia.
—Precisamente, Allen solo fue un tonto sentimental que cayó en mis provocaciones..., siendo tan meticuloso ¿de verdad crees que dejaría tus sonatas desperdigadas por doquier? Más bien, una sonata en particular a su alcance
—Así que... realmente no la robó, de manera discreta se la entregaste, pero ¿por qué incompleta?
—Sería tan obvio de mi parte las intenciones que tenía, Allen era un chico muy perceptible, habría jurado incluso que era tu reencarnación... pero eso era imposible porque después de tu muerte no hubo indicio alguno de que quisieras volver, aunque me sorprendes... para ser sincero no sabría si tendría efecto alguno llamarte, después de todo... no todas las almas quieren o pueden volver
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Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]
Teen FictionEn el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan sublime sobre las cuerdas de su oscuro violín, pues no solo causaba contusión entre los vivos, sino también entre los muertos. Tras su fallec...