La salud de Angie no mejoraba, los medicamentos, a pesar de que controlaban muchos de sus síntomas le seguían causando pesares grandes. Despertaba por las noches, gritando y gimiendo por ayuda. William trataba de protegerla, de consolarla de su propia mente, pero nada parecía funcionar.
"Quiero que esto acabe William, no quiero seguir sufriendo..."
Él acariciaba su cabello. No podía prometerle que no volvería a escuchar voces, que no volvería a tener otra rabieta, porque era imposible. Jamás podría jurarle "vas a sanar" simplemente, no estaba a su alcance. Si por él fuera, habría de tomar todo su dolor para él mismo, así ella jamás volvería a sufrir. En ocasiones, ella solía ocultarle a William que dejaba de consumir sus medicamentos, pues se había asqueado de estos, y como consecuencia sufría de delirios y alucinaciones.
En decadencia, ocurrió una discusión en la cocina donde Angie se volvió histérica. Pese a que William trató de tranquilizarla, obtuvo como respuesta un cuchillo atravesando su mano. Sudó, conteniendo el grito ahogado en su garganta.
Como pudo, William se quitó aquel cuchillo y la sostuvo con fuerza, pero Angie se rehusaba a su tacto."¡No me toques, no me toques, estoy sucia! ¡Estoy sucia!"
"Así me hagas daño, no te soltaré..."
"¡Cállate, cállate! ¡Déjame en paz!"
Forcejeaban. William dejaba que su cuerpo fuera como un saco de boxeo para Angie, pues solo así habría de tranquilizarse. Después de más y más medicamentos, de siestas prolongadas... ella volvía en sí, ahogada en culpa, en lágrimas de sufrimiento.
"No quiero vivir... me cansa respirar. Mira lo que te he hecho, lo siento, lo siento..."
Y William solo podía escucharla con llanto ahogado dentro de sí. Era desgarrador tratar de salvar a una persona que no quería ser salvada, o que simplemente no podía salvar. Numerosas veces, en comportamientos compulsivos Angie hacía cosas que desgarraban más el corazón de William. Pues su culpa y remordimiento por lastimar a una persona que la amaba, le hacía creer que... si lo alejaba, si lo hería lo suficiente, él se alejaría eventualmente y entonces ella podría morir sin culpa alguna. En el intento desesperado de Angie porque William por fin la soltara o dejara de amar besaba a hombres frente a él, lo insultaba, lo hacía de lado... pero él seguía ahí, como una buganvilia.
No importaba qué tan cruel fuera ella, él la amaba y sabía que muy en lo profundo de su corazón, ella también le correspondía. Pues Angie no siempre fue esa mujer enferma, llena de dolores terribles en el corazón. Al anochecer, siempre seguiría mostrándose como era en verdad, una chica lastimada que no sabía a dónde huir. Donde socorrerse del tormento.
Cáncer... ese fue el punto quiebre en su salud.
Para las últimas memorias podía verse a Angie totalmente demacrada, con la piel hundida en sus huesos, con rostro decaído y labios secos. Sonreía a pesar de todo, incapaz de ponerse de pie. William siempre estuvo ahí, día, tarde y noche. Sin comer, todo con tal de protegerla.
"Lo siento... no fui una buena mujer... solo te herí" decía entre lágrimas.
"Estaría aquí... siempre. Fue mi promesa"
"Oh William..."
Las lágrimas se desbordaron por su rostro. Sus cejas se enarcaron, ¿cómo podía sentirse merecedora de un chico como él? En aquella cama, había una esencia de profunda tristeza. Se culpaba constantemente por hacer perder el tiempo de él en una chica enferma. Su corazón contenía grandes grietas, se rompía con el paso de su vida... y siempre, siempre William fue quien destrozó parte del suyo para restaurar el de ella.
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Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]
Roman pour AdolescentsEn el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan sublime sobre las cuerdas de su oscuro violín, pues no solo causaba contusión entre los vivos, sino también entre los muertos. Tras su fallec...