—Es que nunca puedo entenderlo...
—¿Qué cosa?
—Solo míralo... brincando de un lado a otro como si no tuviese otras responsabilidades, ¡Ja! A su edad yo ya sabía manejar todo tipo de instrumentos, me parece tan grosero de su parte el ignorar mis instrucciones y salir a jugar como si nada
—Jum, si no te parece..., ¿por qué no dejas que yo lo eduque? Cuidaré bien de él como lo hice contigo, ¿no-
—En absoluto...
—¿Ah? ¿Y esa negativa?
—Maestro Gelida... agradezco su preocupación, pero Darien es mi alumno, no el suyo... además, si me rindo tan fácilmente ante un niño solo demostraré mi incapacidad de saber manejar las cosas
—Oh William..., ¿Quién te entiende? Eres tan... ambiguo en todo lo que decides. Quiero decir, solo míralo... es un niño, adora jugar y es obvio que su atención irá más allá de solo lecciones y prácticas sin descanso
Ambos miraban a través de la ventana al pequeño Darien risueño sentado junto a las buganvilias. Jugaba con las mariposas posadas sobre sus dedos y sonreía plácidamente. Siempre que sonreía sus ojos almendrados se curveaban ligeramente, elevando así sus mejillas naranjas, demostrando aún más ternura de la que ya tenía.
—Ensuciará sus ropas
—Ya aprenderá a lavarlas por sí solo, William..., ¿por qué te estresas tanto?
—Bueno, mi perfeccionismo no se creó por sí solo ¿verdad, maestro Gelida?
Él suspiró.
—Hijo, sé que mi mano dura pudo causar mucho daño en ti y sé que las acciones o palabras estrictas que manejé contigo pueden no ser borradas jamás. Si tienes odio o resentimiento entonces... lo entiendo, pero no esperes que baje la cabeza y me arrepienta sobre cómo te eduqué
Eso caló profundamente a William, quien solo se limitó a inspirar profundo y hundir los labios. Por la manera en la que tensaba su mandíbula, Gelida pudo intuir que sus palabras dieron en el blanco.
—Sé que ahora no lo entiendes... pero quizá cuando seas viejo lo hagas perfectamente. La persona que eres ahora sabrá esquivar cosas que solo le hagan perder el tiempo, entre ellas... las discusiones
—Pero maestro-
—Gracias, lo siento y adiós
William miró hacia él, confuso.
—Grábate esas palabras en la cabeza porque en algún momento las necesitarás...
—No tiene sentido
—Ahora no... pero quizá después sí que lo tengan... es difícil decirlas de manera consecutiva, pero a su tiempo se mostrarán preciosas... hazlas no solo por cortesía, sino porque salgan del corazón. Esa es la educación más amorosa que te puedo dar
William suspiró. En ese entonces se mantenía como un chico de porte rígido, incapaz de doblegarse fácilmente por las palabras dulces de cualquiera. Aún cuando se trataba de su mentor no mantenía la cabeza baja, siempre de postura adecuada con ropa elegante y mirada profunda.
—De cualquier modo... si quieres cambiar de opinión en dejarme a Darien con gusto aceptaré. A fin de cuentas, soy el único que realmente puede instruirlo respecto a la voz... si todo sale bien, entonces lo llevaré al teatro Sheldonian y si su carrera sigue en ascenso... entonces ya no tendrá que fastidiarte más
Gelida miró como la ceja de William tembló. En el fondo sabía perfectamente lo mucho que sus comentarios enfadaban a William, quizá se sentía aplastado en cuanto a ego u orgullo, quizá sentía que su mentor dudaba de su capacidad para educar o quizá... de algún modo no quería estar solo y quería evitar que Darien pasara por el mismo infierno que pasó él cuando niño.
ESTÁS LEYENDO
Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]
Teen FictionEn el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan sublime sobre las cuerdas de su oscuro violín, pues no solo causaba contusión entre los vivos, sino también entre los muertos. Tras su fallec...