—Pero por el poco tiempo que me quede, quiero que ella esté aquí, ¡Quiero que viva lo que tú le arrebataste! —exclamó Norman hacia William. —eres una sucia escoria andante..., aquella vez que me contaste sobre el significado de este instrumento creí que tus palabras eran sinceras, ¡Creí que tus intenciones eran buenas!
—Norman... —dio un paso al frente, pero él retrocedió
—Confié en ti a mi hermana, ¡Confié en que la querías!
—Nunca fue mentira
—¿¡No!? ¿¡No lo fue!?
William tragó saliva ante los ojos acusatorios de Norman. Él estaba desecho, hundido en rabia, en desesperación y rencor. Ni mil palabras, ni una canción podía calmar su agitado corazón.
—No les has dicho, ¿cierto? —replicó Norman con ojos llorosos y cejas enarcadas. —la verdadera razón por la que oír el nombre de mi hermana causaba en ti tanta tristeza...
William calló, todos los ojos estaban puestos en él. Darien podía ver las manos temblorosas de su maestro, su perfil cabizbajo y la manera tan lenta en la que sus pestañas se movían. Aquellos ojos se hundieron en melancolía.
—Estábamos en el tren... y me dijiste mientras sostenías tu violín, que los espíritus no podían recordar su muerte cuando habían sufrido... me dijiste también, que existían las almas negantes... aquellas que se rehúsan profundamente a volver a la tierra. A reencarnar en alguien más... pero eso no era todo, ¿o sí?
—Norman-
—¡Cierra la puta boca! ¿Por qué no les dices? ¿¡Por qué no les dices que asesinaste a mi hermana!?
William se mantenía cabizbajo, Darien seguía sin comprender la situación. Eso no sería posible, ¡Jamás! William Wilder amó con su vida entera a esa mujer, ¿cómo podría hacerlo?
—Angie... estaba muy enferma —explicó William en un hilo de voz.—yo no-
—Lo vi con mis propios ojos William ¡Lo vi cuando toqué tus sonatas! Alteraste sus medicamentos ¡Lo hiciste mientras dormía! Por eso no logró ver tu rostro cuando murió, por eso solo recordó el último beso en la frente que le diste... dime ¿¡No es ese el beso de un Judas!?
—Norman... —replicó Darien. —por favor-
—¡Cállate! ¡Vuelve a callar como lo hiciste durante diez años! ¡Deja de proteger a alguien tan hijo de puta como él! —acusó frívolamente a Darien, pero volvió su ira hacia William. —Te diré lo que vi, era tal y como me habías descrito... una noche, en la cabaña...
Norman sostuvo el violín y entonó las notas de "sueño" al menos la primera parte de aquella sonata. William no tenía el valor de mirar a las siluetas que se formaron frente a los presentes, eran de luz turquesa, mostrando débilmente memorias del espíritu de Angie.
Muchos quedaron conmocionados, Angie realmente era una mujer bellísima. Tenía un par de ojos verdes brillantes, idénticos a los de su hermano. Su clavícula se marcaba de manera elegante. Sus labios lucían como un par perfecto de cerezas rojizas. El sudor resbalaba por su rostro, lucía pálida y estaba acostada en una cama pequeña. No tenía cabello, a duras penas unos cuantos mechones. Su piel estaba casi pegada a sus huesos y cada que respiraba dolía. Norman cambió las notas a "desolación" mostrando entonces a William, quien llegaba de una larga jornada de trabajo. Miraba con ojos apáticos a Angie. Se movía de un lado a otra por toda la habitación. Se inclinaba para susurrarle cosas inentendibles, solo una de ellas pudo comprenderse.
"Estás cansándome"
Angie estiraba su mano, deseaba tocar el rostro de su joven esposo, pero él la apartó con brusquedad. Y sin una pizca de sutileza, se alejó.
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Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]
Подростковая литератураEn el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan sublime sobre las cuerdas de su oscuro violín, pues no solo causaba contusión entre los vivos, sino también entre los muertos. Tras su fallec...