Para el anochecer, ambos habían salido finalmente al pueblo. Darien tuvo que cubrirse gran parte del rostro con el cuello alto de su abrigo y una bufanda. Sus ropas eran negras, por lo que era más fácil pasar desapercibido. A William le parecía fascinante ver todo el sitio por la noche, sus pupilas se engrandecían al vislumbrar de nuevo ese puente rocoso bajo la luz de la luna. Se recordó tocando canciones viejas, parecía como si hubiera sido ayer.
Nunca podría describir con palabras aquel sitio.
—Maestro Kudaibergen, uno de mis conocidos dijo que por aquí deambulan espíritus malignos, ¿es eso cierto?
Darien alzó la ceja.
—Oh no, no, no, no lo digo de manera acusatoria... es solo que, este lugar se ve muy bien como para atraer algo así ¿no lo cree?
Darien sacó la libreta y apuntó.
"No suelo bajar, así que no lo sé."
—Ya veo...
William acompañó a Darien en todo momento para hacer las compras. Como nadie sabía quien era, muchos de ellos le sonreían cordialmente y le trataban con gratitud. Para William era molesta esa hipocresía, según el anciano... cada vez que Darien bajaba al pueblo le gritaban insultos y lo ahuyentaban. O le temían tanto que simplemente lo ignoraban y pasaban de largo. Obviamente, negándose a venderle cosas. Podía ver de nuevo la imagen de un niño huérfano recogiendo comida de la basura, siendo expulsado como un perro callejero. A pedradas y patadas.
William se cruzó de brazos, por mucho que quisiera reclamar... no tenía sentido. Deambularon un poco más, cerca de donde vendían perfumes. En Darien, las fragancias siempre eran exquisitas. Sus mejillas se teñían de un rosado profundo mientras las olía. William nunca había visto esa expresión, esos ojos de borrego suaves centrados en algo que le gustara demasiado. Sus pestañas incluso se movían despacio, como si buscaran atrapar el rocío de la noche en un parpadeo.
Darien dejaba aquellas fragancias en su lugar y se despedía de los dueños. Caminaron sobre el puente rocoso, pero Darien se detuvo en seco, vislumbrando la luna. William chocó con su espalda, se sobó la nariz e hizo una mueca.
—Al menos hazme una seña para detenerme
Darien sonrió. Pero su sonrisa no era más que una curva llena de tristeza... muy nostálgica. Miró hacia el río e inspiró profundo.
—¿Qué sucede joven Darien?
Apuntó entonces.
"A veces creo ver el reflejo de mi maestro en este río al anochecer... cuando la luna está en su punto máximo. Incluso podrías jurar que lo escuchas tocar con el alma misma"
—¿Ha venido aquí todas las noches?
Darien negó.
—¿Entonces?
"Venir aquí implicaría suicidio."
William abrió mucho los ojos.
—¿Por qué? —replicó en voz baja, inseguro por preguntar. —acaso..., ¿verlo en el reflejo le causaba disgusto?
Darien permaneció intacto por un momento, después de pensarlo mucho, finalmente escribió.
"Sí, lo hacía..."
Esas palabras fueron algo duras de aceptar. Ese cachorro había madurado mucho en tan poco tiempo, diez años pueden decirse demasiados... pero pasan como segundos. Una vuelta a la página con las yemas de tus dedos, así de instantáneo, así de insufrible.
Aunque a veces, dar vuelta a la página puede causarte una cortada en el dedo y por muy pequeña que parezca la herida, esta arde y terminas por sangrar. Ocurre distinto en cada persona, algunos se cortan... algunos simplemente dan vuelta.Quizá Darien es de los que dio la vuelta a la hoja y William fue quien desangró en el intento.
—El maestro Wilder... quizá no fue un buen maestro después de todo...
Darien miró hacia él con ojos profundos.
—Hablo de que... —decía al verse en el reflejo del agua. Enarcó las cejas y mordió su labio inferior. —probablemente, él debió ser más amable con un chico como usted... quizá por eso...
Aquella conversación fue interrumpida por el sonido de un lamento. Era bajo, pero lentamente se intensificó. El río entero comenzó a temblar, las hojas caídas de los árboles se hundieron por la espuma del mismo. Darien y William se apartaron de golpe de la orilla y miraron a sus espaldas. Era un chapoteo inmenso. Las personas comenzaron a huir en cuanto una silueta se formó sobre el río.
Gritos, personas huyendo y escondiéndose en sus hogares. Mientras aquel espectro malformado mostraba su apariencia.
¡Era un espíritu vengativo!
Avanzaba de manera atroz, corriendo de un lado a otro. Por inercia, William tomó la mano de Darien y comenzaron a huir. Sin embargo, aquella criatura corrió a dirección de ambos, lanzando un golpe brutal para asesinarlos. Al estar acorralados, William empujó a Darien para que aquel espectro no pudiera hacerle daño.
—¡Maestro! Vamos a-
Esa criatura salvaje se interpuso entre los dos, miró hacia Darien con la mandíbula caída. Estaba listo para abalanzársele cuando William se quitó el zapato y lo lanzó hacia él. Pese a que lo atravesó, pudo capturar su atención.
—¡Deja en paz a mi maestro!
Darien lo miró estupefacto. Para William era raro que aquel ser no lanzara gritos descomunales como lo hacían los espectros vengativos.
—¡Maestro Darien! ¡Huya! ¡Yo lo distraeré!
Y antes de que Darien pudiera ponerse en pie para retenerlo, William salió corriendo. Con la punta de su lengua hizo chasquidos dentro de su boca, imitando el sonido de un reloj tic toc. Pues el tiempo era algo que atraía a los espíritus. La figura transparente lo perseguía como una fiera, William se dirigió hacia el negocio del anciano que había conocido. La puerta tenía seguro, pero por la necesidad y el terror inmenso en ese momento, tumbó de manera desesperada la puerta. Tomando rápidamente cinco cuerdas del sitio donde estaban estiradas.
Hizo todo lo que pudo, con el sudor frío en la frente para librarse de aquella criatura que lo persiguió en el interior del lugar. Se golpeó numerables veces contra los muebles, pero no se dio por vencido y salió de ahí.
—¡Terrible mierda! ¡No me acordaba que diera tanto miedo! ¿¡Cómo pude hacer esto tantas veces!? ¡Ah!
Después de tantos golpes con ramas altas y bajas, se encontró en medio del bosque. Había tropezado con una piedra, pero salió huyendo en cuanto miró por detrás al espectro seguirle. Bajo la sombra de un árbol se sentó y enredó en cada uno de sus cuatro dedos una cuerda. Podía escuchar a aquel espectro, estaba muy cerca, ¡demasiado! Las ramas crujían, las hojas salían despilfarradas en todas partes.
Mierda, mierda, mierda...
Ese espíritu ya le pisaba los talones. Salió de entre las sombras y avanzó con rapidez hacia William. Él agarró el extremo de las cuerdas sueltas con sus dientes y las estiró como las de un violín. Con la quinta cuerda estirada en su otra mano, por el dedo índice y pulgar, imitó un arco pequeño. Tragó saliva con fuerza mientras deslizaba ese arco entre sus manos.
Entonó "calma" sonata para apaciguar la ira, pero ese espectro... parecía rehusarse. Debió tener una muerte muy cruel, ¡muy inhumana! Sin embargo, a pasos de distancia aquella criatura vengativa pareció confusa, conteniendo a duras penas esas ganas de asesinar. Esa rabia.
Incluso sus manos se movían de manera inquietante. William tenía las manos temblorosas, no sabía cómo diablos estaba logrando su cometido, pues aquel espectro realmente parecía deseoso de venganza.
Sin embargo, el aire se le fue de golpe cuando aquel espectro levantó la mirada de manera sutil y vio confuso hacia su dirección. Su piel lucía como escarcha de nieve, las arrugas en su rostro hicieron que William quedara conmocionado, pues al ver el saco de ese espectro, se percató de un broche que jamás en su vida olvidaría. Ese espectro no tenía ojos, solo cuencas vacías, su garganta había sido brutalmente destrozada con un cuchillo. Y ambos tobillos cargaban cadenas aferradas a un par de ladrillos, otras más en sus manos.No... no es posible... era ¡el maestro Gelida!
ESTÁS LEYENDO
Sonata espectral de un alma solitaria. [EDITANDO]
JugendliteraturEn el pasado, William Wilder era el violinista más temido de toda Inglaterra. Amado y odiado por su don tan sublime sobre las cuerdas de su oscuro violín, pues no solo causaba contusión entre los vivos, sino también entre los muertos. Tras su fallec...