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(AND I PROMISE TO LOVE HER FOR THE REST OF MY LIFE.)
JULIO 01 DE 2015, KENSINGTON PALACE.
AMELIA DESPERTÓ esa mañana con náuseas, no solo por su embarazo sino por los nervios de su boda. No había podido desayunar bien pues tan pronto probó un bocado fue directo al baño a vomitarlo.
—Amy —llamó Sarah entrando a la habitación.
Amelia dejo su batido de fresas en la mesa y miro a las mujeres frente a ella.
—Es hora de arreglarte.
— ¡Veamos a la guapa novia! —Randy Fenoli, David Emmanuel y Johanna Hiddleston miraban el vestido que juntos habían diseñado buscando algún defecto.
La princesa había elegido a esos tres diseñadores por diferentes razones a David Emmanuel por ser el diseñador del vestido de novia de su madre, a Johanna Hiddleston por ser su mejor amiga y una de las mejores diseñadoras que ella conocía y a Randy Fenoli por el simple hecho de que era fan #1 de Say yes to the dress y desde que empezó a ver el programa ella supo que lo quería a él para que diseñara su vestido.
—Creo que podemos soltarle un poco de aquí para que su vientre no se vea tan hincado —señalo David.
—Fue mala idea pedir un corsé —Johanna la miro.
—Lo único bueno es que tu embarazo apenas y se nota —explico Randy mirándole la cintura a Amelia—. Necesito medir tu cintura.
Amelia se acercó al hombre dejando que le tomara las medidas de su cuerpo.
—Bien, ya está.
Dorothy miraba todo desde la cama, en sus manos tenía una caja pequeña que sostenía con cariño.
—Amelia —llamó la mujer—. Tengo algo que tu madre quería que tuvieras.
La rubia presto atención a lo que su secretaria y nana decía—. ¿Qué es?
—Según la tradición debes tener cuatro cosas —explicó—. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul.
Se levantó de la cama.
—Tienes algo azul que es tu anillo, y algo nuevo que son esos pendientes pero te falta algo viejo y prestado...
De la caja saco un pequeño brazalete con diamantes incrustados alrededor que Diana de Gales había usado en su boda. Amelia sintió sus ojos llenarse de lágrimas.
—Diana hubiera querido que la usaras en tu boda —se la colocó con cuidado—. Donde sea que ella este, estoy segura de que está orgullosa de la mujer que te convertiste, Amy.
—Gracias por todo, Dot —le dio un abrazo.
—Ahora sí, vamos a empezar a trabajar —hablaron a sus espaldas—. Su alteza, por favor, siéntese aquí.