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AMELIA HABÍA entrado en un estado de shock, miraba a un punto fijo en la pared blanca, oía a lo lejos el llanto y los gritos de Lizzie, quería poner atención a lo que Hasnat decía pero era imposible. En su mente solo podía ver a su hermana gemela.
Amelia podía recordar perfectamente bien la última vez que sintió todas esas emociones. Quería gritarle a todos, quería tirarse al piso y llorar como niña pequeña pero no podía hacerlo.
—Lo lamento tanto, Su Alteza —regresó su vista a Hasnat cuando este se acerco a ella—. Hicimos todo lo que pudimos.
La rubia asintió ida—. ¿P-puedo verla? —preguntó con voz entrecortada.
Isabella fue la que acompañó a Amelia en todo momento hasta la habitación donde el cuerpo de Sarah Spencer yacía sin vida.
—Estoy afuera por si lo necesitas —Isabella le dio un apretón en el hombro antes de salir.
Un sollozo salió de sus labios, después otro y otro hasta que finalmente se lanzó al cuerpo de su hermana.
—Y-yo... ¿Cómo es posible que recién te tenía y te fuiste? —le miro—. N-no es justo...
Tomó la mano de su hermana y la puso en pecho.
—Te voy a amar toda la vida, Sarah —murmuró—. Te aseguró que Diana y Margaret harán todo lo que nosotras no hicimos y ellas sabrán de ti... siempre.
Admiro el rostro de su hermana y de pronto sintió un vacío en su pecho al saber que no volvería a ver esos increíbles ojos hazel, ni volvería a escuchar esa risa burlona cuando soltaba algún comentario sarcástico, no volvería a sentir sus brazos abrazarla cuando estaba triste. Había perdido a su otra mitad.
—Espero que le des un abrazo a mamá por mi —murmuró en su oído—. Te amo, Sarah.
Dejo un beso en la frente de su hermana para salir a la sala de espera.
—Amelia —Johanna se acerco a su mejor amiga.
Finalmente se derrumbó en los brazos de la rubia llorando y pidiendo por su hermana.
—No es justo, Jo —sollozo—. No debía pasar una segunda vez, no...
—Amelia, sé que nada en este mundo hará que te sientas mejor —murmuró aguantando las ganas de llorar—. Pero tu mejor que nadie sabe que Sarah no morirá, la tendremos en nuestros recuerdos siempre... ella esta tan viva en nuestras mentes como lo estuvo aquí.
—Yo debí decirle lo mucho que la amaba —murmuró—. Debí preguntarle todo lo que guarde.
— ¡No! —Amelia alzó su vista al oír ese grito tan doloroso que le calo hasta los huesos.
Frente a ella se encontraban Geoffrey y Angelina Spencer, los padres de Sarah. La pelirroja se encontraba de rodillas en el suelo mientras era sostenida por su esposo. Ambos lloraban fuertemente sin importarles nada más que su difunta hija.
