Capítulo 26

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Mis manos, temblando, tomaron la cajetilla de cigarros que estaba en el mueble viejo. Saqué uno rápidamente y me lo llevé a la boca, tomé el encendedor, intentando prenderlo, pero fue inútil, ya no servía.

-¡Mierda! -exclamé, tirando con rabia el encendedor al piso.

Me quité el cigarro de la boca y lo volví a guardar en la cajetilla. En otra ocasión hubiera podido ocupar algún hechizo simple para prenderlo, pero no tenía mi varita.

Ese día, salí tan rápido como pude de la que se supone que era mi casa. A penas sentí que tenía suficiente fuerza para ponerme de pie, me vestí rápidamente con mis pantalones y mi suéter, nada más, estaba tan apurada por salir que me dio lo mismo lo demás, solo tomé mi bolso para tener algo de dinero y mis zapatos, que me los puse a medio camino.

Aún recuerdo su mirada tranquila y de satisfacción. Por un momento me hizo recordar a la mitad de nuestra conversación cuando estaba aceptando que no íbamos a volver. Y sentí miedo, porque por mi cabeza pasó la posibilidad de que su calmada mirada se debía a que había encontrado una forma para que yo no saliera de esa casa, pero no. 

Camine, caminé y caminé. Mi mente no pensaba, le costaba aún asumir lo que acababa de pasar, incluso, hubieron momentos donde pensé que era producto de mi imaginación, pero era dolorosamente real. Lo único que hice fue avanzar, no sé cuanto tiempo, pero ya estaba oscurecido totalmente. 

Encontré un barrio, no me daba confianza, pero mis piernas ya no podían seguir avanzando, cada vez se sentían más débiles. Había una tienda a punto de cerrar a media calle, no dude en entrar. Una mujer atendía el lugar, me explicó que ya estaba cerrando, pero le pedí que me atendiera, y con tan solo ver mi rostro un par de segundos, asintió, no sé si era porque me veía horrible o se notaba la desesperación en mi mirada. Me metí al lugar solo porque ya estaba oscuro y no conocía el barrio, pero realmente no sabía qué comprar, miré los diferentes productos y cuando vi las cajetillas de cigarros, no dudé en comprar una, eso ayudaría a calmarme. 

Me ofreció un té, al parecer realmente me veía mal, pero me negué. La mujer me hacía preguntas que no quería responder, intentaba ayudarme. Lo único que le pedí era que me vendiera algo de ropa de su armario, no quería seguir llevando lo que traía puesto. Ella, extrañada, me pasó un par de cosas, y luego me guio hacia un par de calles alejadas de su negocio donde arrendaban habitaciones.

Casi dos semanas llevaba ahí, y seguía sintiendo el mismo asco hacia mí.

Pasé las manos por mi cabello, aún temblaba, no quería ir a comprar otro encendedor, porque aunque sabía que eran baratos, ya se me había acabado el dinero muggle, lo que significaba que debía de volver a la realidad.

Arranqué y ahora debía enfrentar a todos. Es que no quería verlos, a nadie, ni siquiera a Tonks, que fue la única persona que pasó por mi mente cuando no sabía a donde ir, pero me negué.

Me sentía avergonzada, sé que no debía, pero así era como me sentía. Cuando las personas me quedaban mirando, entraba en pánico, y por escasos segundos pensaba que se daban cuenta de lo que me había pasado.

Cuando sentí que tocaron la puerta, guardé la cajetilla de cigarros en mi bolso y me lo crucé por encima de mi hombro. Había pagado una semana de la habitación y no tenía como pagar el resto de los días que me había quedado, y ya no podía seguir evitando a la persona que cobraba. Así que, sin importar nada, me aparecí en la calle de  Grimmauld Place. 

Sabía que estaba hecha un desastre y que aún tenía marcado el pómulo derecho, cada vez que lo tocaba dolía. Antes de abrir la puerta respiré hondo e intenté tapar mi mejilla derecha con mi cabello.

Dragones en las estrellas [Charlie Weasley] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora