Capítulo 28

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No quería a Charlie cerca, necesitaba mi espacio. Eso lo tenía claro, pero se sintió tan extraño cuando de un día para otro me dejó de enviar cartas. 

No lo pude evitar, sabía que no enviarle una respuesta a sus cartas era un mensaje claro, no quería que me siguiera escribiendo, pero me sentía tan vacía al no ver una lechuza cada día en la ventana.

Dejé el plato de avena y me dirigí a fumar. Tonks me había comprado comida para que cocinara yo, lo que fue inútil, ni siquiera podía tragarla. Sentía un nudo en la garganta que ni siquiera me dejaba pasar el café por las mañanas.

Suspiré cansada, dejando el cigarro nuevamente en la cajetilla. No sabía qué estaba haciendo con mi vida.

Siempre fui una buena niña, obediente, la primera de mi clase, respetuosa. Mis padres tenían tantas expectativas en mí, que solo aumentaron cuando descubrieron que era una bruja. Creo que planearon mil futuros para mi vida en su mente, y estoy segura que ninguno de esos coincidía en lo que me había convertido.

La vida pesaba, todo pesaba.

-Debo volver a vivir, maldición...

Pasé las manos por mi cabello, tirando un poco de el. Apoyé mi cabeza en la pared y me dispuse a darme una ducha para cambiarme el pijama.

Ya habían pasado dos meses y medio, pero seguía restregando con fuerza mi cuerpo. Mi piel quedaba roja de lo fuerte que intentaba limpiarla con una esponja, incluso, algunas veces sin querer pasaba a llevar mi piel con mis uñas. Es que la ducha se había vuelto mi lugar predilecto y a la vez el lugar más odiado. Al desnudarme me sentía tan vulnerable que no podía aguantar las lágrimas, pero la extraña satisfacción que sentía al pasar la esponja y sentirme limpia por un rato, era algo que se volvía una necesidad. 

Me arreglé lo más que pude y me quedé dando vueltas por la habitación. Ya no podía seguir así, estando encerrada sin hacer nada solo me daba más tiempo para pensar en lo que pasó, necesitaba distraer mi mente. Tomé mi bolso y con mucha fuerza de voluntad me dirigí al Ministerio. 

No quería, realmente no quería, pero sabía que eso era lo que necesitaba. Volver a la normalidad antes de terminar de destruirme. 

Caminé varias veces por afuera del Ministerio, de un lado a otro dándome fuerzas y ganas para entrar. Miré la hora, ya había pasado un buen rato y aún no podía entrar.

-Basta de tonterías.... -murmuré.

Mis pies empezaron a andar y sin darme cuenta llegué al segundo piso, donde se encontraba la oficina de Aurores. Maldije cuando vi que no había nadie, seguramente estaban en reunión. Después de esperar unos minutos salió un chico por una de las puertas, nunca había hablado con él y la verdad es que no lo recordaba, seguramente había entrado hace poco.

-¿Están en reunión? -pregunté.

-Sí -asintió -y parece que van a tardar demasiado, así que si necesitas algo es mejor que vengas otro día.

Mierda. No quería venir otro día, me había costado mucho tomar la iniciativa para llegar aquí.

-Voy a esperar, no te preocupes.

El chico desapareció en un cubículo y me quedé ahí esperando. Sentí un extraño malestar en la cabeza haciendo que cerrara unos segundos los ojos, pensé que al abrirlos me sentiría mejor, pero no. Me empecé a marear, pero no me preocupé, ya había sentido eso antes, mi alimentación era pésima y mi cuerpo se empezaba a quejar. 

Sabía que las reuniones podían llegar a durar eternas horas, y yo no estaba en condiciones de esperar. Tomándome unos segundos salí de la oficina de Aurores para irme a cualquier local cercano a tomar un café o algo con azúcar para así poder sentirme mejor. Pero ni siquiera alcancé a salir del Ministerio, mis piernas fallaron antes de que eso sucediera, haciéndome caer al suelo, quise levantarme de inmediato, pero en unos segundos mi mente ya se había ido a negro.

Dragones en las estrellas [Charlie Weasley] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora