Capítulo 24

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Carolina

- Manuel y yo siempre estuvimos destinados... o al menos era lo que creía. Desde el primer momento en que lo conocí supe que era él. Pero más haya de lo que uno cree o quiere, la vida tiene sus propios planes. Eso lo entendí cuando cumplí 17 años...

Me tiene entre sus brazos y no puedo evitar pensar cada vez "así se debe sentir la paz". Y como si leyera mis pensamientos, acerca su rostro y deja un beso en mi mejilla.

- ¿Cuándo crees que harán el anuncio? - me pregunta, mientras yo juego con sus manos.

- Según la tradición de mi familia, es cuando la heredera cumple 17 años.

- ¿Cómo se siente Alba al respecto? Se supone que su padre debería ser la cabeza del clan y ella la heredera.

- Dice que se siente aliviada de no tener esa carga. Además, con su padre siendo un adicto al juego y al alcohol, el clan no hubiera durado mucho.

- Serás la chica más imparable de todo España... - pasa de estar detrás mío, a mi lado. - ¡No! ¡Del mundo! - exclama extendiendo sus brazos hacia arriba como un maniaco.

Río. - ¿Eso no te da miedo?

- No, si te tendré a ti para defenderme.

- Como siempre.

- Como siempre. - dice con una sonrisa dulce. - Mira cuando nuestros hijos nos pregunten, "¿Como se conocieron tú y mamá?" Y yo tendré que decirles, "Pues, queridos hijos, su madre patio el trasero de los niños que me molestaban en el recreo por hablar raro. Los persiguió con sus zapatos como boleadoras, mientras les gritaba sanguanchos"

- Fue pan comido, a mi también me caían mal y solo buscaba una excusa.

- Bueno, ese día te convertiste en mi heroína. - se apoya en la baranda a mi lado, me observa con una mirada diferente a la que acostumbra. Hoy sus ojos brillan mucho.

- ¿Qué? - pregunto con curiosidad.

- Me gusta cuando el sol baja y la luz le da directo a tus ojos. Le dan un brillo casi mágico, un verde hada.

- No seas un sanguancho. - digo llevando mi mano a su rostro y corriéndosela.

- Ese día también aprendí una nueva palabra. Una palabra de guerra. En vez de ser algo como Excalibur, fue ¡Sanguancho!

Río. - Solo me salió esa palabra, no me dejaban maldecir en mi casa.

- Ahora es nuestra palabra. - dice y me vuelve a mirar de esa forma.

- Ya, Manny, deja de mirarme así.

- Te amo, abejita. - me dice. Lo miro con sorpresa. Es la primera vez que lo dice, de hecho, que alguno lo dice.

Lo sigo observando estupefacta.

- Manny...

- No necesitas decir nada, lo sé...

- Manny... - digo apenada. Soy muy mala para decir esa clase de cosas, no porque no las sienta, sino que nunca se el momento adecuado para decirlas.

- Solo bésame. Estará bien.

Pongo mis manos en su rostro y uno mis labios con los suyos. Ambos sonreímos y seguimos mirando como atardece, mientras estamos en nuestro lugar.

La isleta de los pájaros, en el parque María Luisa.

Manny me deja en mi casa. Al entrar, me cruzo con mi madre.

Atrapado Contigo (Mafia Marshall II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora