I-Los refugiados

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No tengo ni idea de cuantos años tenía cuando llegué aquí, pero sí recuerdo la mirada de desprecio que siempre me dio Hatake. Lo curioso es que fue él quien me trajo a Konoha.

En retrospectiva, si tuviera que buscar a un culpable no podría decidirme entre el Hatake o el Nara.

Shikaku Nara.

En mi ficha dice que me encontraron cerca de un valle completamente destruido, que era la única sobreviviente y que había más de 13 personas que habían participado en... y eso es todo, lo demás fue tachado y es imposible leerlo.

Después lo único que se lee es que podría tener entre 3 o 4 años, que no hablo mucho, pero hablo bien y que soy muy intuitiva. Y fue lo de 'intuitiva' por lo que años después me obligaron a verme involucrada en una guerra en la que no quería participar.

Desde pequeña aprendí que cuando eres refugiado te toca acostumbrarte a ser invisible, a las sobras, a ser alguien de tercera, a trabajar el doble que los demás y ganar una tercera parte que los otros.

También significa que siempre te señalarán como el responsable de los disturbios. Si algo desaparece significa que vendrá un grupo de shinobis a revisar, significa que pueden ingresar sin permiso a donde vives o incluso obligarte a pagar o trabajar para cubrir el costo de algo que tal vez no robaste.

Aunque claro no para todos es así, puedes dejar de ser refugiado y pasar a ser ciudadano, puedes casarte con alguien de la aldea o si ellos creen que tienes grandes habilidades ingresar a la Academia para ser ninja.

Pero eso también es complicado, desde que yo recuerdo no basta con que quieras entrar pues ellos argumentan que prepararte y mantenerte genera un costo y bla bla... ellos quieren pródigos como Hatake, Itachi Uchiha o Neji Hyuga, niños de habilidades extraordinarias y pues no, difícilmente hay algo así hay entre nosotros.

Solamente valemos lo mismo cuando hay un ataque o una guerra, entonces vienen aquí hasta los ancianos y el Hokage a solicitar el 'apoyo' de sus hermanos que tanto han protegido.

Buscan a los hombres jóvenes y fuertes y les ofrecen entrenarlos, un pago y darles la ciudadanía a cambio de ayudarlos. Pero ellos siempre van al frente, son peones, carne de cañón. Son contados los que regresan.

Y los que regresan nunca vuelven a ser los de antes.

Eso le pasó a mi hermano Enoki.

Él tenía 15 años y yo 12 cuando llegaron dos ANBUS a reunir a todos los jóvenes, les explicaron que en una de las tierras que están a su cargo hay disturbios, sospechan de una organización y necesitan a jóvenes que se encarguen de hacerla de guardias. Eso parece ser relativamente fácil, preguntan quién los apoyará. Cuando volteó a ver quien participará, veo que Enoki levantó la mano.

-¡Enoki no!- digo mientras intento jalar su brazo hacia abajo.

-¿Y tus hermanos?- sabes que es peligroso y...

-De mis hermanos te encargarás mientras no esté- dice mi amigo de ojos café y semblante sombrío que le sirven para ocultar perfectamente su buen carácter, nobleza y corazón de pollo.

-Eso ya lo sé, ni siquiera tienes que decírmelo, pero... yo hablo de que pasa si...- me abraza con la única intención de tapar mi boca con su mano mientras el ANBU que está registrando a los voluntarios se acerca a nosotros.

-¿Nombre?-

-Enoki -

-¿Edad?

- 15-

El ANBU escribe su nombre y después se me queda viendo. Los hombres siempre serán hombres y aunque tiene máscara puedo sentir como me recorre toda de arriba para abajo.

RefugiadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora