Capítulo 18

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MICHELLE

Ayer me asusté demasiado cuando tuve la pesadilla y lo primero en que pensé fue en salir del cuarto, pasar un tiempo a solas. Luego durante las dos últimas clases que tuve, he de decir que no fui muy productiva, estaba bastante distraída.

Todo el camino corriendo de vuelta me da para pensar respecto a todo lo que tiene que ver con James. Incluso llego hacerme una lista de pros y contras de tenerlo, si quiera como amigo.

Para empezar y por lo que habréis notado lo odio, pero porque todas sus preguntas me incomodan demasiado, y aunque no me guste admitirlo me incomodan por el hecho de que en parte tiene razón. No seré hipócrita, aunque si lo quiera ser, pero mi cuerpo actúa de forma individual. Se me eriza la piel y el sentimiento de mariposas revolotear por mi estómago aparece, junto un escalofrió que recorre todo mi cuerpo.

Desde que comencé a tener las pesadillas de nuevo él ha estado presente, intentando tranquilizarme y sin negarse en ningún momento a darme un abrazo o dejarme dormir con él. Ha estado ahí para asegurarme que todo estaba bien y que era solo una pesadilla.

Hasta ahora Roy y mi madre han sido los únicos que sabían de estas y recuerdo que el primer mes que sucedió aquello Roy durmió con un colchón en el suelo de mi cuarto y cada vez que tenia una me abrazaba muy fuerte.

– Mírame, mírame, era solo una pesadilla, estas bien y yo estoy contigo – me decía mientras me envolvía en un abrazo cálido – no va a volver a pasarte nada.

Me intentaba calmar igual que lo intenta James, pero cuando él lo hace, se siente diferente, simplemente porque no nos conocemos de apenas solo unas semanas y que tenga la confianza de abrazarme y dejarme dormir con él. Eso es lo que confunde y hace que mis sentimientos y mis reglas se tambaleen.

Intento negarme a mi misma sentir nada por nadie porque no quiero volver a sentir el vacío que se me quedó en el corazón cuando la persona que más quieres y la que es un gran apoyo se va, se marcha de tu vida para no volver aparecer en ella. Me niego en rotundo volver a pasar por ello.

Tomo la calle donde se encuentra mi residencia y al doblar la calle, toma la decisión de mantener las distancias con él, porque si vuelvo a sentirme débil por cualquier motivo, mis sentimientos podrían ir a más así que mejor cortarlos de raíz.

Vuelvo al cuarto después de terminar mi recorrido y mi haberme tomado mi tiempo para reflexionar sobre las cosas. Él se encuentra enfrente de mi cama con las manos en los bolsillo de su sudadera mientras observa con detenimiento las fotos. Por alguna razón me pongo algo en alerta.

– Hola – saludo quitándome los cascos.

– Hey – me observa un momento, pero luego vuelve su vista a las fotos y entonces me pregunta.

– ¿Esta eres tú bailando? – señala la única foto por la que debatí mentalmente por casi veinte minutos si colocarla o no. Creo que al final no fue una buena idea.

– Si – de mi solo sale un susurro afirmando. Respiro hondo.

– ¿Y, ya no bailas? – esta vez se gira por completo y queda mirándome. Solo nos separan unos centímetros y la diferencia de altura.

– No, ya no bailo – me toma por sorpresa la manera tan calmada con que respondo, aunque mi tono sale algo frio.

– ¿Y porque no bailas?, te cansaste, algún accidente – insiste en saber la respuesta y es cuando yo dejo de mantener la calma.

Mi paciencia se acaba rápido. Demasiado rápido.

– Porque siempre eres tan curioso, no bailo porque deje de hacerlo simple – respondo estando a la defensiva – las personas tienden a dejar de hacer cosas y es normal.

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