Capítulo 43: Las chicas

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MICHELLE

BIP, BIP, BIP

Comienzo a dar vueltas en la cama, buscando mi móvil para posponer un poco la alarma y por el camino no puedo evitar tirar alguna cosa de la mesa. Esta noche he podido dormir de lo lindo, pero dios, estos momentos en los que estas metida en un trance. No estas del todo despiertan, pero tampoco estas sumida en el quinto sueño, lo justo para ser consciente de lo calentita y cómoda que estoy entre las sabanas.

BIP, BIP, BIP

Tras ocho minutos después termina por sacarme del trance del todo mi móvil y cuando estiro la mano para tomarlo la pantalla se ilumina dejándome ver que son las ocho y treinta y ocho... MIERDA LAS OCHO Y MEDIA PASADAS. No, no, no, voy a llegar tarde.

Pego un salto de la cama recordando que hoy es martes, lo que quiere decir que tengo clase en la otra punta del campus a las nueve, así que meto el turbo y muevo mi culo ya o me doy por muerta. Madre mía yo nunca he llegado tarde a una clase y no quiero comenzar ahora.

Localizo unas mallas negras que están tendidas en la silla de mi escritorio y me dejo puesta la sudadera blanca que llevo de pijama. Corro al baño subiéndome las mallas como puedo y una vez dentro comienzo a peinarme volviendo a hacerme mejor la coleta con la que me acosté año sin darme cuenta y paso a lavarme la cara. Esta vez no me hace falta demasiada agua fría para espabilarme, pues esta subida de adrenalina me es suficiente.

Me lanzo al suelo colocándome deprisa las zapatillas negras de correr y termino por hacer cuatro intentos de atármelas porque voy tan deprisa que no me salen. Al final me arreglo el talón de estas, que se me ha metido por dentro y dando saltitos coloco esta vez la lengüeta en su sitio y cojo la mochila. Con una mano pillo el móvil y con la otra las llaves mientras salgo a toda prisa del cuarto pegando un portazo.

Bajo las escaleras de dos en dos escondiéndome detrás de las orejas los mechones sueltos de la coleta hasta que llego a los últimos tres escalones que termino por saltarlos.

Llego a clase por fin cuando las puerta siguen abiertas y el reloj marca las nueve y cinco. El profesor se acerca para cerrarlas y con mis mejillas rojas por el frío y exhausta por las prisas que llevaba le dedico una pequeña sonrisa de disculpa y me siento.

Nada cabe decir que la clase me la paso tomando malos apuntes, pero entreteniéndome en hacer espirales en mi cuaderno para mantenerme ocupada y no echarme allí el quinto sueño.

Una hora más tarde el reloj daba por finalizada la clase, así que guardé todas mis cosas y arrastrando mis pies con cansancio hasta Hard Rock porque tenía una hora y media libre hasta la siguiente clase y necesitaba urgentemente un café o no respondía a otra clase como esta.

Llevo ya un rato sentada aquí o bueno más bien casi tumbada. Mi cabeza descansa sobre mi brazo estirado en la mesa, hasta que noto la presencia de tres personas sentándose en mi mesa. Eso hace que les preste atención.

– Hola Michelle – me saluda los tres al unísono.

– Hola chicos – contesto reincorporándome y pasándome las manos por la cara.

– No tienes muy buena cara ¿estas bien? – me pregunta West.

Vaya West, gracias por contarme algo que ya se, ni lo había notado.

– Se podría decir que he tenido un despertar algo – busco las palabras adecuadas en mi cabeza para describir mi mañana. – ... exprés. – confieso apoyando mi espalda en el sillón.

Ellos comienzan a reír con sus sonrisa contagiosas hasta que terminan por hacerme reír a mi también. Después se quedaron un rato conmigo y estuvimos hablando, hasta que salió el tema de los entrenamientos de baloncesto y les conté que acompañé a James al partido de ayer. Desde entonces comienzo a notarlos raros... diferentes, como si quisieran decirme algo.

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