MICHELLE
Mi habitación no era muy grande, cuatro paredes pintadas de un morado lila, pero llena de posters de películas, muchas fotos con mis amigos: con Roy, mi madre, mis abuelos. Pero en este momentos sentía que esas cuatro paredes de mi cuarto se me venían encima, me faltaba el aire, respiraba y no podía. No encontraba el aire necesario.
– No pienso dejarte entrar en ese estado – gritó mi madre.
Me llevo las manos a los oídos presionando los cascos grandes y me concentro en la música que sale de ellos. Estoy tirada en el suelo de mi cuarto con las piernas dobladas y pegadas a mi pecho. Estoy como un ovillo y temblando.
– Entraré si me da la gana, para eso es mi casa. – tras aquello una serie de fuertes golpes y ruidos se escucharon en el salón, seguido de más gritos e insultos por parte de los dos.
Cerré los ojos intentando evadirme y alejar mi mente de aquella casa en la que solo pude oír gritos, ruido e insultos. Una vez más mi padre había llegado borracho a casa comportándose como un autentico idiota, con mi madre pagando sus frustraciones del bufet con ella. Continúo escuchando fuertes golpes hasta que no aguanto más. Me levanto del suelo y salgo a toda prisa de mi cuarto colocándome la capucha de la sudadera y dejando mis brazos en los bolsillos de ella.
Encuentro a mis padres en el salón rodeados de botellas de alcohol rotas por el suelo junto a un montón de vasos de cristal. Paso totalmente desapercibida y voy directa a la puerta trasera de la cocina. Necesito a Roy.
Fuera esta lloviendo y mientras cruzo el césped mojado y lleno de charcos que se han formado, me estremezco al notar mis pies llenos de agua y la sudadera empapada. Pero no avanzo mucho cuando noto una gran mano envolviendo mi brazo y haciéndome daño.
– ¿A dónde vas? – es mi padre.
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¡Oh dios! Las pesadillas de nuevo. Me reincorporo lo más rápido que puedo alterada y observo todo cuanto hay a mi alrededor. – Estoy a salvo – me repito mentalmente mientras llevo mis manos sobre mi pecho intentando calmarme y respirar de nuevo correctamente.
Me hago un ovillo bajo las sabanas de mi cama y comienzo a derramar algunas lágrimas de forma silencios intentando no despertar a James. Son lágrimas de rabia y de impotencia; llevo ya dos años teniendo este tipo de pesadillas y ya no puedo más, no quiero recordar nada de lo que hoy mismo intento olvidar.
Solo pasan diez minutos cuando me tranquilizo lo suficiente como para volver a reincorporarme y sentarme con las piernas cruzadas en la cama. Tengo sueño de nuevo, pero también miedo por si vuelvo a dormirme y aparecen las pesadillas de nuevo.
Observo como James en la cama de al lado duerme plácidamente. Se ve tranquilo, inofensivo incluso algo mono. Su melena castaña esta revuelta y dos de sus mechones rebeldes le caen sobre la sien. Tiene la boca entreabierta y esta boca abajo con sus brazos rodeando la almohada como si esta se fuera a largar.
Sin darme cuenta mis piernas actúan por si solas y me veo en segundos frente a su cama.
– James... James – coloco una mano en su hombro y mientras lo llamo lo muevo un poco para que me haga caso.
– Mmm – me contesta revolviéndose un poco. Yo sigo moviéndolo suavemente para que me mire – queee – termina volviéndose y contestándome con su voz ronca.
– Acabo de tener una pesadilla – espeto tragando fuerte – puedo... dormir contigo – digo tímidamente. – por favor.
Lo más seguro es que mañana me arrepienta de esto que voy hacer, pero no voy a mentirme o hacerme la dura. Ahora necesito un abrazo de alguien.
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Heridas
Romance¿Cuánto tiempo se supone que tardas en cerrar una herida?, ¿meses, años...?, esa pregunta ronda la cabeza de Michelle todas las noches. Todavia no hay respuesta claro. Ella tiene 18 años y este, va a ser su primer curso en la universidad. ¿Su plan...