Capítulo 29

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MICHELLE

– Apaga eso, por dios – gruñe Emily dándose la vuelta sobre su cama y ocultando su cabeza con la almohada.

Saco mi brazo de entre las sábanas y paso la mano por la mesa buscando mi móvil para apagar la alarma. En esa pequeña misión consigo tirar un lapicero con varios bolis de la mesa y con ello consigo que Emily me lance un cojín a la cara. Que jodida es la chica, tiene buena puntería.

Al fin me levanto y voy directa al baño para lavarme la cara con agua fría y así despegarme. Tengo unas legañas enormes que me impiden ver demasiado. La verdad es que hoy he dormido bastante bien y si no tuviera pensado irme me quedaría hasta que al fin Emily acabara preocupándose de mi.

Vuelvo al cuarto y con las puertas del armario abiertas saco mi bolsa de deporte que comienzo a llenar con algunos de mis pantalones, camisetas y ropa interior. Vuelvo por un fin de semana a mi casa. Este jueves es mi cumpleaños y tenia pensado darle una sorpresa a mi madre volviendo a casa para estar con ella unos días. Roy y yo lo hablamos y me dijo que mi madre lo llamo para decirle que tenia mis regalos listos así que decidimos que estaría bien volver. Y todo porque el plan de mi siguiente fin de semana es denegar la invitación de la tercera fiesta de Emily y quedarme sola en el cuarto haciendo maratón de películas Disney, palomitas y pizza.

Cierro la bolsa dejándola junto a la puerta y me cambio el pijama, por unos vaqueros azules, sudadera blanca y unos tenis blancos. Me doblo un poco la parte final del camal de mi pantalón para que no quede tan grande y luego me ajusto el cinturón negro. Guardo lo necesario en mi mochila negra y cuando ya estoy lista para irme me dirijo a Emily. Duerme sin estar tapada, con su pijama de cactus y cada pierna hacia un lado. Es increíble en las posturas que duerme esta mujer.

– Em, me voy – la aviso moviéndola un poco asegurándome que me presta atención.

– Es sábado hoy no sales a correr ¿A dónde vas? – me pregunta en gruñido. Es curiosa hasta durmiendo.

– Voy a pasar el fin de semana en mi casa. Vendré mañana, te cierro la puerta.

– Mmm... ten cuidado – me gruñe sacando la mano y diciéndome adiós mientras luego se coloca el cojín entre las piernas y lo abraza.

Son las ocho cuando pongo en marcha. Tengo por delante casi dos horas de carretera y no quería llegar demasiado tarde. Confieso que he pasado antes por Hard Rock para pedir café para llevar. Después de un cuarto de hora salgo del campus y tomo la carretera principal, la cual no me sorprende en absoluto que este casi vacía. No se deja ver ningún coche, conduzco sin nadie en la carretera y eso me hace muy feliz. Dejo sonar el disco que llevo en el coche con música aleatoria mientras de vez en cuando le doy un sorbo al café.

Apenas esta el sol arriba. Hoy tiene pinta de hacer un día soleado, pero con frío. En el coche llevo puesto el aire caliente y disfruto lo que queda de camino, calentita, con música y con café.

Al fin llego y entro por las calles anchas de mi barrio, calles que me traen demasiados recuerdos perfectos que nunca pienso olvidar. Roy y yo corriendo por estas calles con las mochilas golpeando nuestras espaladas porque llegábamos tarde. Las veces que cogimos solos el autobús para demostrarles a mis padres que ya éramos mayores, ya podéis imaginaros lo que sucedía cuando a día de hoy continúo perdiéndome con ellos.

Aparco el coche enfrente de la puerta de mi casa y la observo como si hubieran pasado cinco años desde la última vez que estuve aquí. Termino por dejarme de dramatismo y bajo con la bolsa cruzada y la mochila pequeña sobre mi hombro. El coche de mi madre esta fuera, eso significa que no tiene turno. Saco las llaves y la coloco en la cerradura.

HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora