Capítulo 1.
Madrugada de un tal 4 de Febrero, cinco chicas se preparan para lo que será el viaje de sus vidas. Eso debería poner en la portada de alguna revista o del periódico, porque sí… mis amigas y yo nos vamos a París dentro de unas horas y el nerviosismo que tengo no es nada normal. Son las cuatro de la mañana y apenas he dormido una hora o dos, estoy reventada y mi madre ya está empezando a dar vueltas por la casa… estoy segura de que ella tampoco ha pegado ojo.
Me fui a arreglarme, en un tiempo récord de quince minutos, y luego a desayunar. Tenía que darme prisa porque a menos cuarto había quedado con las locas de mis amigas. Todas tenemos pensado hacer una carrera centrada en los idiomas, así que este año nos hemos permitido el lujo de ir a París casi dos semanas para practicar. Y para que nos vamos a engañar, queremos ir porque sí y punto.
- ¿tienes la maleta? – preguntó mi madre nada más entrar por la puerta de la cocina.
- Sí – contesté sin demasiado entusiasmo mientras me acercaba a la cafetera.
- ¿móvil, cargadores… cabeza? – preguntó otra vez con tono sarcástico.
- Que sí mamá… Tengo diecinueve años ¿sabes? creo que soy bastante mayorcita – me quejé mientras intentaba no quemarme con la taza de café.
- Serás mayor, pero sigues siendo igual de irresponsable que hace dos años – se quejó mirándome fijamente.
- Pues vale mamá, lo que tú digas… – concluí pegándole un sorbo al café con leche y me fui a mi habitación.
Odio que tenga tan poca confianza en mí… lo único que hace es demostrarme lo que se fía de mí, es decir, nada. Pero bueno no me quiero estresar. Miré el reloj, cuando me di cuenta de que me quedaban apenas cinco minutos para que Mara y las demás vinieran a por mí. Repasé todo rápidamente y me dirigí a la cocina otra vez, pero esta vez para despedirme de mi madre. Al entrar ya me la encontré medio llorando. Es muy sentimental con estas cosas… así que nos fundimos en un abrazo que me ocuparon los dos últimos minutos. Justo cuando nos separamos mi móvil sonó, era la hora.
- Bueno nos vemos de aquí dos semanas ¿vale? – le dije dándole dos besos.
- Vale… - me abrazó otra vez. Mi madre es conocida por dar abrazos de oso que te dejan sin respiración, pues ser su hija no es un privilegio que digamos.
- Pareces tú la chiquilla mamá. Mamá… ¡me estás ahogando! ¡déjame irme ya! – le insté deshaciéndome de sus brazos.
- Vale cariño, cuídate y llámame de vez en cuando – se despidió mientras cerraba a mis espaldas la puerta.
Bajé por el ascensor, cosa que no es habitual en mí, pero no quería matarme a primerísima hora del día rodando por las escaleras. Finalmente llegué a la puerta principal y ahí estaban ellas, mis chicas, esperándome con el maletero abierto de par en par. Menos mal que el coche de Mara es bastante grande y cabe todo. Tiré mis maletas sin mucho cuidado dentro del amplio maletero y cerré con cuidado porque si no Mara me mataría. Abrí la puerta izquierda trasera y me adentré.
- Buenos días princesa ¿dónde te llevo? – me preguntó Mara girándose hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿a las estrellas? – respondí dubitativa y con cara de sueño.
- No… - dijeron todas entre risas.
- Deberías a ver dicho a París – se quejó Empar. - pero por ser tú te lo paso, va… - le miré con los ojos entrecerrados y le saqué la lengua, a lo que ella se rió escandalosamente. Y así sin más, Mara arrancó el coche, Esther enchufó la radio y fuimos hacia el aeropuerto. En el trayecto de ida no hubo muchas palabras. A veces se oían las indicaciones que Zaira le hacía a Mara para no perderse y mis canturreos a poca voz.
- Es aquí, ¡para! – gritó Zaira mientas le propinaba un golpe al asiento del conductor.
- ¡vale joder, no me grites! – Mara frenó en seco y se giró seria hacia nosotras. – son las cuatro y media de la mañana, no me estreséis, os lo pido por favor.
- Lo siento, pero… arranca que se forma cola – Zaira señaló hacia atrás con el dedo índice.
- Genial… - se giró de nuevo y aparcó en la zona dónde se quedan los coches cuando sus dueños están viajando. Pude percibir que a Mara lo que más le preocupaba era dejar el coche aquí. Todas bajamos y cogimos nuestras pertenencias. Mientras, Esther intentaba sacar su maleta, que al parecer pesaba más de lo que ella se pensaba. Zaira y Mara se fueron a investigar si lo de dejar el coche ahí era seguro.
- No sé porque se emperran tanto, es un coche… - dijo Empar apoyándose en su maleta.
- Ya, pero ese coche le ha costado sudor… a mí también me daría miedo dejarlo aquí dos semanas. – dije cruzando los brazos, reacción al frío que hacía.
- En vez de estar congeladas y hablando… ¡¿me podéis ayudar?! – instó Esther con mirada amenazadora.
- Claro, espera… - Empar se levantó y yo desenrollé mis brazos para ayudarla. – madre mía, ¿qué te has puesto aquí dentro chiquilla?- puso los ojos como platos al intentar levantar un poco la maleta.
- Creo que vas a tener que pagar exceso de equipaje – le dije preocupada mientras empujaba la maleta hacia fuera.
- ¿en serio? – Esther puso cara de pocos amigos – ya lo tengo, la vaciaré un poco y lo que sobre lo dejo… en esta bolsa – cogió una bolsa del mercadona que estaba dentro del maletero.
- Pues vale, vamos a ello – dije bostezando. – pero una cosa, ¿cómo has conseguido subirla antes? – mi expresión reflejaba, a parte de sueño, muchas dudas.
- Mi padre, que está muy fuerte. – contestó encogiéndose de hombros y luego abrió la maleta de par en par. Dentro llevaba de todo, y demasiado.
Finalmente para cuando Mara y Zaira estuvieron de vuelta, nosotras tres ya habíamos arreglado el asunto de la maleta. Así pues, nos fuimos facturar y a esperar para el embarque. Afortunadamente los vuelos a estas horas son fáciles, así que tardamos poco.
Una vez pasado el control de la maleta de mano, asegurarme de que no me pitara nada al pasar por el detecta metales, recoger mis pertenencias y esperar a las demás, nos adentramos en el avión. No es la primera vez que vuelo y menos a París, pero sigo estando tan nerviosa como la primera vez. Al igual que Zaira, no soporta los despegues, la ponen muy nerviosa y a veces le entran mini ataques de pánico… pero ya es como la cuarta vez que sube en un cacharro de estos, se supone que tendría que estar acostumbrada a esto ya… pero no es así. En cuanto a las demás estaban bastante tranquilas, tampoco era la primera vez que montaban en avión, ni la primera vez que iban a París. A punto de despegar, miré a Empar y Mara, nos había tocado juntas,estábamos sonriendo como unas bobas. Mientras tanto Esther y Zaira estaban en los asientos de delante con un hombre mayor, de unos sesenta y algo. Ambas nos miraban a través de los asientos con cara de preocupación. Se notaba a distancia que Zaira estaba en pre-fase de pánico…
Una vez explicaron las normas de seguridad y todo ese rollo que ya sabíamos todos de sobra, me acomodé en mi asiento y cerré los ojos. Me gusta esa sensación de flotar, con los ojos cerrados es más fácil sentirla. Pero toda esa paz se esfumó al oír unos jadeos del asiento que estaba en frente mío, Zaira estaba hiperventilando.
- ¿estás bien? – preguntó Esther preocupada, ya que nunca había estado con ella en un vuelo y no sabía muy bien que hacer.
- Sí… solo… ¿y si se cae el avión?– empezó a preguntar con los ojos fuera de las cuencas. – ¿Y si pillamos una bolsa de aire caliente de esas… y si… si nos estrellamos contra algo…?. – su ritmo era ya frenético - ¿¡y si no hay paracaídas?! No quiero morir, por favor…
- ¡Zaira, relájate mujer! Estás alterándome hasta a mí, no vamos a morir, tranquila - dijo Esther dándole palmaditas a la espalda, como si no estuviera bien. De repente se giró hacia nosotras con cara de no saber que hacer con ella - ¿qué le digo para que se tranquilice? – preguntó encajando la cara en la pequeña separación entre los asientos.
- Zaira, amor… gírate – le dijo con voz dulce Mara. Ella obedeció y lentamente se fue girando como pudo. - ¿te acuerdas del viaje que hicimos a Galicia?
- Sí… - contestó con poca fuerza.
- Pues cierra los ojos, recuerda el viaje y esto habrá pasado – le dijo con voz tranquilizadora. Acto seguido, Zaira se reincorporó e hizo exactamente lo que le ordenó.
Veinte minutos después Zaira estaba estable, ella y Esther se estaban haciendo fotos… al menos se distraían y no pensaban en la sensación de subida odiosa del avión. Yo estaba con los cascos puestos escuchando “with you” una canción de Chris Brown. Siempre me han gustado sus canciones, me encanta el r&b mezclado con estilos como el pop, pop/dance. Los ritmos me transmiten tantas cosas a la vez, es increíble como puede transformar mi día una simple canción. Abrí un ojo para darme cuenta de que Mara y Empar me estaban mirando fijamente. La primera reacción a sus caras de perplejidad fue más de lo mismo por mi parte.
- ¿qué pasa? – pregunté quitándome un casco para poder escuchar su respuesta.
- Nada… solo te observamos – respondió Empar encogiéndose de hombros.
- ¡Es que eres muy bella! – dijo irónicamente Mara apretujándome los mofletes cual abuela de pueblo.
- ¡hey, ya basta! – dije apartándome sus manos de la cara. – en serio ¿qué pasa? – dije riéndome con ellas.
- Nada… – se empezaron a reír a carcajada limpia – bueno, solo queríamos ver tu reacción, ya está… era solo eso – concluyó Empar.
- Ah… de verdad sois las más mayores en cuanto a edad, pero de mentalidad sois unas pequeñajas - dije vacilante mirando la pantalla de mi móvil.
- ¡mira esta! Que seamos las más mayores no significa que no podamos divertirnos – Mara me miró desafiante, daba miedo.
- Vale, lo siento, discúlpenme ustedes… – les guiñé un ojo y me volví a poner el casco en la oreja.
Todas continuamos a nuestro rollo hasta que el avión comenzó a descender, así que me apresuré a apagar el móvil y a ponerme el cinturón. Lo mismo hizo Esther. Y Zaira se preparaba para un nuevo mini ataque de pánico, aunque los aterrizajes eran mejores para ella.
- Zaira, piensa en cosas bonitas – le dijo Esther.
- Es decir, que pienses en nosotras… - se me escapó sin querer. Todas me miraron y se rieron… no tardé en unirme a ellas.
Una vez en tierras francesas, nos desabrochamos los cinturones y esperamos a que salieran todos los demás pasajeros. Se había convertido en una costumbre salir cuando no quedaba gente en el avión.
- ¿vamos ya? – preguntó Zaira ansiosa por salir.
- Sí, tranquila… solo quedan unas cuantas personas – dijo Mara señalando al final del avión.
De repente un señor se acercó a nosotras. Era alto y fornido, bastante fornido. Tenía cara de majo, daba buen rollo. Empezó a hablarnos en inglés y a primeras nos quedamos muy pilladas, pero luego Esther reaccionó y se puso a hablar con él, mientras todas escuchábamos atentas.
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Gold Forever L5F. [Editando]
Hayran KurguCristina, Empar, Zaira, Esther y Mara. Amigas desde siempre y con vidas absolutamente normales. Nunca soñaron con algo más que cumplir unas expectativas comunes. Nunca pensaron que sus vidas pudiesen cambiar de tal forma. Nunca vieron que ellos eran...