40. [Notes]

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Capítulo 40.

- ¿Has visto a Max? – me preguntó Empar lo más alto que pudo. La música estaba altísima y hace ya una hora que me había quedado totalmente sorda. Negué con la cabeza. Esther y yo seguimos bailando. La cosa es que había perdido de vista ya hace un rato a todos, pero no me importaba, cubata en mano, bailando y con la loca ésta me sobra para seguir pasándomelo genial. De repente me agarraron de la cintura, me giré y empecé a enrollarme con Tom mientras seguía moviéndome al ritmo de la música… bueno vale, iba algo arrítmica. Al rato encontramos a los demás sentados en unos sillones. Estaban jugando a una cosa muy rara que no pillé pero que me dio igual porque quise jugar enseguida. La cosa trataba de retar a alguien a hacer algo y si no quería pues se bebía un cubata entero, así, sin más. Un poco estúpido, pero bueno… entretenía. El juego sirvió para que todos nos emborracháramos antes.

En una de esas salí a fumar sin acordarme de que fuera seguía habiendo paparazzi. Un montón de flases se lanzaron encima de mí y entre lo mareada que estaba y que no sabía hacia donde ir, me mareé más. Todo eran luces por aquí y por allá y no podía salir de ahí. De repente alguien me cogió de la mano y me llevo fuera de aquel caos. Cuando fui capaz de ver algo me cabreé. Me solté bruscamente de su mano y avancé hacia un sitio donde poder fumar a gusto. Saqué un cigarro, me lo enchufé con algo de dificultad y empecé a relajarme.

- ¿No te acuerdas de mí? – me preguntó aquel hombre. Volví a mirarlo y di otra calada. Negué. – ¿cómo puedes olvidar a tu padre?

- Igual que él me olvidó a mí – pese a ir bajo los efectos del alcohol recordé que fue aquel hombre que me paró en el restaurante.

- Yo no lo hice, lo sabes Cristina.

- Vete, no quiero oírte – y era verdad. Jamás le perdonaré lo que hizo, ni yendo borracha. Entonces fue cuando se puso a echarme el sermón, a hablar y hablar y marearme más… - en serio. Vete por donde has venido… no quiero saber de ti. Asúmelo.

- ¿cómo voy a asumir eso? ¡eres mi hija, gracias a mí estás en este mundo!

- ¡Asumiéndolo! ¡hace cuatro putos años que nos dejaste solas! ¡no soy tu hija, no eres nada para mí y nunca lo serás! – tiré el cigarro a medio terminar al suelo y quise volver dentro, pero él me detuvo. Lo miré con rabia e intenté soltarme pero no me dejaba. – Maldito cabrón… ¡Suéltame! – entonces alguien se interpuso entre los dos. Me cogió de la mano y nos alejamos. Aquel seguía gritando mi nombre como un energúmeno y me paré en seco. – espera – aún no sabía quien era pero me dirigí hacia ese señor. – por cierto, si tanto soy tu hija ¿cuándo es mi cumpleaños? – se quedó callado mirándome con mala cara – es hoy, gracias, papá. – dije la última palabra con un sarcasmo impresionante. Luego me quedé mirándolo fijamente y me fui. Me sorprendí cuando al fin vi quién era - ¡no me jodas! ¿tú? – no dijo nada. Tan solo seguimos andando hacia ninguna parte. Entonces me paré de golpe.

- ¿Estás bien? – negué lentamente a la vez que las lágrimas amenazaban con salirse de mis ojos. Nathan se acercó a mí pero yo di un paso hacia atrás. Un paso mal dado ya que me caí de culo. Empecé a llorar, pero no sabía por qué… seguramente estaba demasiado alterada por lo que había pasado. Estaba totalmente colapsada y no controlaba mis sentimientos. Lentamente se fue agachando hasta quedar a mi altura y luego me enterró entre sus brazos. No comprendía nada y esto me confundía más… pero lo dicho, no controlaba mis emociones en aquel momento. Me puse a llorar desconsoladamente. Estaba a causa de los nervios y el frío que hacía así que me puso su chaqueta por mis hombros. Poco a poco fue levantándome del suelo, me rodeó con sus brazos y fuimos andando por las calles. No me fijaba en nada, mi cara estaba apoyada en su hombro y a penas me fijaba por donde iba. Él me guiaba. De repente subimos unas escaleras y tuvo que soltarme. Abrió la puerta y nos metimos en el ascensor. Mi cara… agaché la cabeza ante tal panorama.

Gold Forever L5F. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora