5. Room 514.

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Capítulo 5.





Nada más entramos por la puerta del hotel comprobamos que la fachada le hacía justicia al interior. Era precioso, tenía esos detalles rústicos que se ven en las películas de época. A lo mejor un poco demasiado a lo casa de la pradera… pero bueno, era bonito.

Me apresuré para ponerme al lado de Empar, que ya estaba con las demás en la cola de recepción preguntando por las habitaciones y las tarjetas. Fui andando hacia ella, aún sumida en mis pensamientos. Sin duda lo que nos ha pasado ha sido raro, mucho.

- Tenemos un problemilla – dijo Mara girándose hacia nosotras – no hay habitaciones suficientes, quiero decir que todas en una no podemos.

- Entonces tendremos que ser tres y dos ¿no?… ¿o alguna quiere ir sola? – preguntó Esther mirándonos una por una.

- A mí no me importa ir sola – dije al mismo tiempo que Zaira. Ambas reímos.

- No, mejor vamos tres y dos. Así que ¿quién con quién? – preguntó Empar.

- Zaira, tú conmigo – dijo Mara abalanzándose sobre ella.

- Bueno, pues ya está, problema solucionado – Empar palmeó las manos y se fue a hablar con la recepcionista. Pude ver como ésta le daba dos tarjetas moradas con el logo del hotel y un montón de tarjetitas pequeñas color canela. Después Empar se acercó a los sofás dónde estábamos acomodadas – tomad, no perdáis nada de esto. Las pequeñas son para el desayuno y estas, bueno son las llaves de las habitaciones y eso – se encogió de hombros a la vez que me daba lo mío.



Cuando nos dimos cuenta eran las doce. Con todo lo ocurrido el tiempo había volado. Nos levantamos como pudimos, y nos apresuramos a coger el ascensor antes de que una familia con un montón de maletas lo hiciera.

- Nuestra planta es la quinta- me avisó Zaira para que pulsara el botón.

Cuando subimos, salimos del ascensor y directamente tiramos las maletas al suelo. Estábamos reventadas, acto seguido nosotras nos tiramos al suelo sin preocuparnos por quién pudiera vernos. Cinco minutos más tarde, me acordé de que me habían dado la tarjeta de la habitación, así que me levanté a duras penas del suelo, apoyándome en la pared para no caerme y registré en los bolsillos traseros de mis vaqueros. Miré el número y me fui a buscarla. Llegué hasta el final del pasillo, a la habitación 514, introduje la tarjeta y pasé al interior.

- ¡Esther, Empar… corred, tenéis que ver esto! – las llamé desde la puerta, aún paralizada. Noté como unos pasos apresurados se acercaban.

- ¡wow, es… es impresionante! – dijo Empar adentrándose poco a poco. Esther la pobre solo pudo dar pataletas y saltitos de emoción, sin poder articular palabra.

La habitación era enorme, nada más entrar te encontrabas con dos paredes recubiertas de espejo. A la derecha se encontraba el único baño, tendremos que hacer turnos… Más adelante, pasabas al salón con cocina y barra americana. El suelo era de parqué oscuro, y las paredes de un color almendrado que hacía que la estancia pareciera más grande. A la izquierda del comedor se encontraba se encontraba el dormitorio… con dos camas enormes y una cama supletoria. El cuarto tenía un mini balcón que daba a la calle. En frente, al final de la habitación se encontraba lo mejor, una súper terraza. La habitación en sí era una puñetera pasada, para lo que nos había costado el hotel, una maravilla.

- Voy a por mis maletas – avisé desde el umbral de la habitación.

- ¡Pues espera, que voy contigo! – dijo Esther acercándose a grandes zancadas.

Recorrimos todo el pasillo hasta llegar a donde habíamos tirado las maletas antes. Yo cogí la mía y ayudé a Esther a coger la de Empar, que se había quedado ensimismada con la habitación. No era para menos.

Dos horas más tarde, las tres estábamos tiradas en las gigantescas camas, casi durmiendo, cuando a Esther le sonaron las tripas y a mí el móvil. Tenía un whatsapp.



Mara: “estamos en el hall, os esperamos en los sofás para ir a comer algo no tardéis”

Yo: “vale,seis minutos máximo”



- ¿son ellas, no? – me preguntó Empar desperezándose y restregándose los ojos.

- Claro, quién sino… - sonreí levemente. – ¡madre mía Esther! – le señalé la cara.

- ¿qué? ¿Qué pasa? – se levantó rápidamente y me miró extrañada.

- Te has corrido… - dijo Empar entre risas. Esther le miró despreocupada y se fue a la entrada a retocarse el maquillaje.

Yo me levanté de la cama y abrí la maleta, que seguía todo hecho un desastre por los guardias de seguridad del aeropuerto. Cogí mi neceser y una camiseta ancha, color azul eléctrico, con cuello de barco, con un bigote dibujado y me metí al baño.

- Lo de esta mañana ha sido raro. – salí del baño ya lista, Esther y yo miramos a Empar que estaba hablándonos desde el ascensor.

- Ya… anda que… conocemos a famosos y ni si quiera sabemos quiénes son. – dijo Esther pulsando el botón del ascensor.

- Ya está aquí – dije cortando toda conversación del tema de esa mañana. Me molesta pensar en la actitud que aquel chico tuvo conmigo.

Se abrieron las puertas del ascensor y observamos algo muy anormal. La recepción estaba llena de flases y griterío.

- ¿Qué es todo esto? – preguntó Esther extrañada y cogiéndome de la mano.

- No tengo la menor idea… - Dijo Empar intentando localizar los sofás y nuestras amigas entre la multitud. Avanzamos poco a poco entre la marea de fotógrafos enloquecidos, hasta llegar a los sofás.

- ¡estamos aquí! – gritó Zaira alzando la mano.

Avanzamos un trozo más y nos encontramos con ellas cara a cara.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! – dije alzando la voz con tal de que Mara me oyera entre tanto jolgorio.

- Hay famosos. – me respondió señalando a la entrada.

- ¿famosos, que dices, en serio? – A Empar se le iluminó la cara.

- Sí, pero no sabemos quienes son ni nada… - dijo Zaira encogiéndose de hombros.

- Bueno, ¿nos vamos? Paso de estar aquí más tiempo, me agobio – nos dijo Mara abanicándose con las manos.

Sin pensarlo dos veces decidimos atravesar la inmensa marea de fotógrafos y chillidos. Mientras intentábamos salir del hotel, pasamos por al lado de un círculo… era dónde se encontraban las personas famosas. Oí voces masculinas y femeninas, pero por supuesto, fue imposible adivinar quienes eran.

De repente Mara me dio un empujón, así obligándome a avanzar hacia delante… pero soy tan torpe, que en vez de ir recta me caí de bruces contra el suelo. Me quise levantar y continuar mi camino, pero algo me retenía las piernas contra el frío suelo.

- ¿Pero qué…? – me giré para ver que un fotógrafo estaba aprisionándome la pierna contra la pared y su pie.

- Cristina ¿estás bien, te puedes levantar? – se agachó la que antes me había empujado.

- ¡No, un puñetero paparazzi me tiene acorralada! – grité histérica.

Inmediatamente Empar, que estaba viendo la escena desde arriba, le pidió al “paparazzi agarra piernas” que me dejara en paz. Él intentó moverse, pero no podía y otro de su calaña cayó encima de mis piernas. Proporcioné tal grito que todo el mundo se giró a ver que pasaba, y el círculo de famosos se deshizo. Así pude ver a los famosos.

Gold Forever L5F. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora