Capitulo 2

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— ¡No!— gritó el joven castaño mientras se desplomaba en el frío piso de la sala de prácticas. Las gotas de sudor caían por su rostro y su pecho subía y bajaba con gran velocidad debido a las horas de esfuerzo realizado por su pequeño cuerpo.

Jimin era sin duda un chico demasiado exigente consigo mismo. A pesar de siempre tener excelentes resultados él no parecía estar conforme y todas esas horas extras de práctica solo lo corroboraban. Pero Yoongi no era la persona adecuada para reprenderlo, no cuando él también se encontraba en aquel pequeño salón haciendo exactamente lo mismo que Jimin. Tenía horas tratando de componer la melodía perfecta, y era inevitable el observar a Jimin practicar mientras lo hacía, puesto que la sala de práctica y el estudio de composición, si se podría llamar así, estaban en el mismo lugar, siendo divididos solo por un pequeño muro de cristal.

Desde luego que no era un buen lugar para trabajar. Es por ello que Namjoon y Hoseok preferían turnarse el estudio de Bang PD, pero Yoongi tenía un motivo especial por el que no dejaría ese intento de estudio por nada del mundo.

El joven pálido soltó una suave risa que trató de cubrir torpemente con su mano. Con prisa quita los auriculares de sus oídos y los depositó sobre las teclas en su escritorio.
Se levantó de su incómoda silla y caminó hacia la pista rodeada de espejos ahora manchados gracias al calor del cuerpo desplomado de la habitación.

— Lo haz hecho bien, pequeño— la voz suave de Yoongi hizo sobresaltar al más joven, abriendo sus ojos observando la mano que le estaban ofreciendo.

Jimin tomó su mano levantándose del piso con su ayuda.

— Me he vuelto a equivocar— soltó con un obvio tono de frustración mientras caminaba hacia la mesa donde se encontraba el agua, alejándose de su hyung. Bebió de la botella hasta que estuvo vacía, estaba tan cansado, pero no podía detenerse ahora, no cuando estaba tan cerca de lograr la sincronización perfecta de su cuerpo con la melodía.

El pálido solo observó sus movimientos con sigilo. Jimin era un chico muy hermoso, su cabello ahora pegado a su frente debido al sudor le hacía ver más joven, y esos labios hinchados le hacían imposible concentrarse del todo cuando hablaba. Sus mejillas ya no eran tan regordetas como antes, pero aun así el chico no dejaba de ser la persona más bonita que Yoongi había visto.

Hacía más de un año que Jimin había llegado a su vida y hacía casi un año desde que ambos se quedaban solos después de las prácticas para saciar sus inseguridades. Mientras Yoongi componía por horas, Jimin bailaba. Y cuando ambos no podían más regresaban juntos a casa mientras hablaban de cualquier tema trivial así como de la creación de las mismas estrellas. Yoongi no sabría explicarlo, pero, hablar con Jimin resultaba una tarea fácil, el chico lo escuchaba sin reprochar, lo animaba sin pedir nada a cambio y desde luego que lo entendía así como Yoongi también lo hacía con él. Era difícil comprender como todo fluía de forma tan natural cuando se trataba del pequeño castaño que, hasta en ocasiones, dejaban su necesidad de superación aun lado y utilizaban aquellas horas en el salón para conversar, para reír, para animarse. Esos momentos eran tan especiales para Yoongi porque ahora era tan difícil tener algo así, algo tan reconfortante.

Después de debutar todo se había vuelto agobiante, aún más que antes. Las constantes burlas, los medios esperando un mínimo error para humillarlos, rechazo, crítica. El insomnio estaba presente y el dolor en su hombro no ayudaba en absoluto a mejorar su estado.

Pero todo eso quedaba de lado cuando estaban juntos, cuando podía escuchar la suave risa de Jimin.
Yoongi no quería darle un nombre a aquel sentimiento que surgía en su interior, simplemente era amistad. Solo eso. Nada más.

El joven castaño no apartaba su vista de la botella vacía, quitando con sus pulgares la etiqueta que la cubría. Yoongi sabía lo que aquella significaba, Jimin no estaba de humor para conversar.

— Hey, tranquilo — soltó mientras caminaba hacia él y tomaba su hombro suavemente, ignorando la sensación extraña que tocarlo había ocasionado en su estómago. — Jimin, no ha pasado ni un día de la coreografía, aún quedan muchos días para practicar— su mano ahora acariciaba suavemente parte de su hombro y su espalda, haciendo un recorrido lento que buscaba transmitir algo de alivio.

— No lo entiendes, hyung— dijo separándose del toque del mayor.

Yoongi resopló.

— Te entiendo más de lo que crees, Jimin... — pausó, regresando su toque suave pero ahora a su cabello, metiendo sus dedos entre sus hebras castañas, no estaba muy cerca de él, existía el espacio necesario que marcaba la línea entre amigo y amante. Y aunque Yoongi moría por ver de cerca esos pequeños ojos decaídos, no pensaba incomodarlo.

Las suaves caricias en su cabello parecieron funcionar y un suspiro escapó entre los labios del castaño.
Yoongi llevó su otra mano a la mejilla de Jimin y continuó con las caricias lentas. Nada de esto era nuevo entre ellos, siempre que alguno de los dos estaba demasiado agobiado alguno lo reconfortaba con su toque, calmándolo y deteniendo el tiempo, nada existía en ese momento más que ellos dos. Dos amigos que no comprendían los sentimientos que crecían en su interior.

Yoongi no supo cuánto tiempo pasó hasta que el sonido de su reloj que marcaba las dos de la mañana lo regreso a la realidad.

— Pequeño — Lo llamó mientras detenía sus caricias y regresaba sus manos a su costado, sintiéndose repentinamente cohibido — debemos regresar.

Jimin asintió de mala gana. Ambos se apresuraron al tomar sus cosas y comenzaron su pequeña caminata hacia el dormitorio. Esa caminata que Yoongi ya no recorría solo más.

Oɴᴇ ᴅᴀʏ- 𝚈𝙾𝙾𝙽𝙼𝙸𝙽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora