Capítulo 23: ¡Preparativos Parte 2!

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Pía Melina.

El tiempo mientras más estás en calma queriendo que no se apresure es cuando más rápido transcurre.

Coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja mientras le propino una mordida a mi hamburguesa.

Después de la charla entre la rubia y yo, paramos en un McDonald a alimentar mi estómago a falta de comida. Valeria se nos sumó al pequeño viaje ya que, como toda una metiche nos suplicó que la pasáramos a buscar que estaba agotada de los parloteos sin sentido de su cita, y como Darla está queriendo ganar puntos con la castaña aceptó sin rechistar. Entonces, aquí estamos las tres chicas comiendo como dos mastodontes, abarrotando nuestros estómagos con comida.

Relamo mis labios limpiando con mi lengua los restos de kétchup y mostaza que se han quedado en la comisura. Sonrió al percatarme de lo que ha quedado plasmado en la nariz de la rubia, siendo imposible que no pueda parar las carcajadas que se escapan de mis labios...  Las dos chicas me miran desconcertadas.

—¿Que sucede? —cuestiona la rubia—, ¿acaso tengo un moco en la nariz?

Niego a su segunda pregunta, extendiéndole la pantalla apagada de mi celular mostrando su imagen de payaso que solo la impulsa a empezar a reír como loca, para después seguirle la castaña.

—Joder, pero soy un mono comiendo.

La castaña le da un leve golpe en el hombro, queriendo entrar en confianza.

—No es justo que ofendas a los monos —seguimos riendo un rato más hasta que después llega el momento de irnos.

El silencio se apodera del auto, pero no es de esos incómodos que te obligan a desear huir despavorida es todo lo contrario. Sonrío al percatarme del mensaje del pelirrojo, sintiendo el latir de mi corazón desbocado.

Espero que tengas una hermosa tarde mi estrella.

Mis mejillas se sonrojan recordando el beso, además de que terminó desviando mis pensamientos al castaño que no para de sacarme de quicio. Me golpeo mentalmente no queriendo recordar a quien no merece estar ni siquiera en mi mente; a la vez que por el rabillo del ojo descubro a Valeria mirando curiosa.

—¿Te escribió tu Romeo?

—Por supuesto que no —apago la pantalla subiendo el volumen de la radio para evitar el interrogatorio que sé que me espera.

Aprecio el cantar de las aves que vuelan libres, el cielo un poco despejado, las copas de los árboles moverse por el viento suave que sopla, también alterando mis suaves cabellos en el proceso que sacó la cabeza por la ventana como si de un cachorro se tratara.

No paro de pensar en el chico de ojos color marrón y en todo lo que está sucediendo. Mí mente es una tormenta donde la única persona que no deja de dar vueltas es el, y su tonta actitud.

Me giro dejando que el impulso me tome a la vez que fijo mi atención en la castaña que en segundos pone su mejor cara de niña buena; agitando sus pestañas como el aleteo de una mariposa.

—Tengo una pregunta —comienzo, manteniendo mi mirada fija en la suya—, ¿hay algo entre tú y el señor Vivaldi?

Eleva una de sus cejas de manera inquisitiva, a la vez que baja su mirada a su perfecta manicura.

—¿Por qué tanto interés en ello? —inquiere, sonriendo con picardía—; ¿Acaso deseas hincarle el diente? 

—No, para nada.

Miento desviando mi mirada.

Se queda callada para después volver su atención a la chica que está sentada en el asiento del piloto pretendiendo que no escucha nuestra conversación.

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