Capítulo 3:

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Pía Melina
 
Aprecio la blanca nieve impregnándose en las calles, manteniendo los suelos húmedos y resbalosos. Mientras los temblores de mis manos, el sudor acumulándose en mis manos.

Pego mi cabeza a la ventana apreciando como mi aliento empaña la fría ventana del Uber con mi corazón estrellándose contra mis costillas.

«Ethan...»

Muchas personas dicen que el primer amor siempre es el más hermoso, sencillo y especial; es cuando sientes esas molestas mariposas que solo saben llevarte a un estado de ansiedad intenso del cual se te complica salir a menos que llegues a ver a la persona que amas. Tus manos sudan por la anticipación de ver esos ojos, tocar su cabello e incluso escuchar su masculina voz pronunciando tu nombre. Es una situación perfecta cuando sabes que esa persona te corresponde; sin embargo, llega a ser bastante dolorosa cuando en realidad la otra persona no siente lo mismo, o cuando no eres capaz ni siquiera de destrozar la amistad queriendo arriesgarte a saber sí siente algo o no.

Desde que tengo uso de memoria Ethan Miller Jones y yo hemos sido amigos; estoy segura que desde el jardín de niños más o menos; yo era mucho más tímida que ahora y tenia un corazón enorme con espacio para cualquier ser vivo que existiera. En cambio, Ethan era diferente; podía ser frío con muchos, pero en el fondo siempre ha tenido un corazón de oro que muy pocas personas pueden conocer.

Juntos hemos vivido millones de anécdotas insuperables, vivencias, momentos y situaciones en las que solo se reforzaba mucho más nuestra amistad; siempre hemos sido inseparables hasta tomamos la misma universidad, solo que con carreras distintas. El castaño deseaba ser fotógrafo o abogado; carreras realmente diferentes, pero muy hermosas a su manera ¿Cuál de las dos escogió?, todavía no estoy segura ya que justo el 4 de abril del 2017, justo el día de mi cumpleaños dieciocho, se marchó a Italia, específicamente a Roma, esa maravillosa, aunque peligrosa ciudad, llevándose consigo mi corazón, aunque no los sentimientos que aún guardo por él.

Mi forma de superarlo era salir adelante, mantenerme fija en mis estudios de publicidad, y participando como interna en una empresa de este tipo, junto a algunos nuevos compañeros que se unían de intercambio a pasar sus prácticas en ella.

Comienzo a tamborilear los dedos encima de mi regazo, mientras muerdo mi labio inferior con nerviosismo y euforia. Mis ojos se quedan fijos en el paisaje mientras el señor comienza hablarme de su familia o al menos pienso que es sobre eso ya que me concentro más en escuchar los latidos de mi corazón que en mantenerme atenta.

Mi pie se mueve a la misma vez que mis dedos en un tamborileo constante, la vergüenza se muestra en mis pómulos cuando el conductor con mirada emocionada y empática gira su rostro, notando lo emocionada que estoy.

—¿Verá a alguien importante?

—A un viejo amigo.

—Parece que es mucho más que un viejo amigo.

—Se podría decir que sí —contesto con voz dulce.

—Un consejo que te daré, muchacha.

—Dígame.

—Si sientes algo por ese muchacho díselo, nunca guardes tus sentimientos, más vale arriesgarse que nunca haberlo hecho.

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