Capítulo 26:

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      Maratón 1/4

Dante Vivaldi.

Estoy más que molesto.

Trato de destensar mis músculos, pero el solo acopio de intentarlo me descontrola al ver el rostro rojizo del pelirrojo.

No importa las fueras que intente ejercer el pelirrojo queriendo liberarse de mi agarre se le vuelve imposible debido a la rabia que me carcome. Afianzo más fuerza en el cuello de su camisa para en el momento en que llegamos a la frialdad de la calle lanzar su cuerpo al asfalto.

—¡Capullo de...

—No te le acerques... Es lo único que te voy a decir.

Hace el intento de acercarse con los puños apretados en mi dirección empeorando todo el drama que esto conlleva con las miradas de los vecinos curiosos sobre nosotros.

—¿Acaso quien te crees que eres para decirme que hacer o con quien...?

—Soy de quien dependes para continuar en tu trabajo.

Alza las comisuras de sus labios en una sonrisa insípida.

—Ja, ni...

—Atrévete a tocarla de nuevo y verás de lo que soy capaz.

Le doy la espalda al pelirrojo manteniendo mis sentidos activos, en el instante en que hace el intento de golpearme por detrás, pero lo esquino propinándole un puñetazo en el estómago que lo deja sin aire haciéndolo retroceder y retorcerse de dolor.

—No te atrevas a golpear a nadie por la espalda, es de alguien cobarde... Como tú.

La expresión facial del chico es dolida y por más lástima que quiere darme no lo logrará cuando creyéndose más hombre que nadie intento golpear a una mujer porque por muy hijo de puta que sea todos venimos de ellas, nacemos y crecemos gracias a ellas.

—No eres nadie me oyes, ni siquiera le interesas lo suficiente.

Una sonrisa satírica se escapa de mis labios.

Doy un paso demostrando en su dirección con mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón.

—Puede que en algún punto busque algo más con ella, pero soy incapaz de juzgarla, maltratarla o gritarle mil mierdas solo por joderla sabiendo que si quiere puede estar con quien quiera.

Sostiene su estómago sonriendo como un psicopata.

—Pues quédatela, al final es una facilona.

Se da media vuelta queriéndose ir, pero esta vez ya no puedo soportar más las ganas de partirle la cara y antes de lo pensando le propino un fuerte jab en su rostro, y un derechazo que le quiebra el labio.

—¡Ni siquiera intentes denigrarla! Esa mujer es mucho más de lo que alguna vez lograrás tener.

Odio que hablen mal de las mujeres, todas tienen el derecho de vivir las experiencias que quieran, valerse por sí mismas y luchar por lo que quieren.

Mi mirada está fija en el móvil que se encuentra en mi mano derecha.
  
La gran camioneta con asientos de cuero se mantiene en movimiento con mí traje azul Prusia pegado a mí cuerpo con algunas pequeñas arrugas.

El incidente de hace unas horas aún está en mi cabeza, haciéndome maldecir con la rabia que todavía me estremece, me estremece más de lo que me imagino ya que me tuve que aguantar el no partirle la cara a semejante imbécil. 

Descuelgo el mensaje de mi secretaria encontrándome con...

—Señor la señorita Glinda Thompson está en la empresa.

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