Capítulo 28:

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Maratón 3/4

Pía Melina.

Relamo mis labios descontenta y algo bajoneada, no solo por el hecho de los recuerdos que me atormentan la noche de ayer, sino también por el hecho de que me estoy jodiendo poco a poco.

Cubro mí cuerpo con la mayor urgencia del mundo observando mi leve reflejo en el espejo ovalado con bordillos dorados.

«Cosas de ricos»

Medio sonrió.

Agarro mi vestido dejándolo enrollado en mi brazo levemente agobiada por el intermitente dolor que se aferra a mi cabeza.

Giro la manilla escuchando el leve click que maldigo en el momento exacto en que...

—El desayuno está listo, las demás chicas te esperan.

—¡Mierda!

—No soy tan feo como para asustar, ¿o si?

Sonrió como una tonta encontrándome con su mirada juguetona y pícara.

—No tanto como quisiera.

Encontrarme de lleno con su cercanía atesta mi cuerpo de sensaciones incomprendidas que no hacen más que empeorar mi situación.

—¿Así que al menos soy guapo?

Apoya su mano en mi mejilla acortando la escasa distancia que nos aparta al uno del otro de tal forma que debo tragar controlando el leve calor que se instala en mi pecho, abdomen y bajo vientre.

—No eres...

—Tu si lo eres.

Me desconcierto perdiendo el hilo de lo que sea que estuviera diciendo hasta hace unos segundos donde mi mente solo entra en corto circuito.

—¿Que...?

Traga relamiendo sus labios después.

—Eres tan fea que no creo que nadie se fije en ti jamás.

Estalla en carcajadas rompiendo la magia para alejarse sin ni siquiera pedir perdón por el desastre que ha causado en mi con sus frases de películas ochenteras bien cutres.

—Gilipollas.

Me lanza un beso al aire con malicia dejándome ver su perfecta espalda.

«Debería vestirme»

Sonrió caminando hacia la habitación.


   ¥

Vaya imagen que me dan.

Encontrarme de lleno con el magreo desesperado de Ethan junto a Darla empeora mis ganas de estirparme los testiculos que no tengo.

—Hellou, hay personas aquí, no solo ustedes.

Se apartan un poco.

«Son como dos lapras»

—Llevo diciéndoselos hace media hora, pero es como si no me escucharan.

—Tu no vales como...

—¡Oye!

Juguetean entre ellos sacándome una media sonrisa.

—Hola Pía, ¿qué tal amaneciste?

Ethan se acerca apoyando su mano en mi hombro con una mirada de disculpa.

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