Capítulo 43:

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Dante Vivaldi.

Hay ocasiones en las que te ves tan acorralado que no sabes que está bien o que está mal, ni siquiera sabes qué decisión debes tomar ante esas situaciones que terminan destruyéndote el alma.

Poso mi mirada en el vaso con whisky que tengo en mi mano derecha, mientras mi sangre hierve comprimiendo la tensión en mis músculos. Aprieto mis puños con fuerza, no queriendo ser débil, no queriendo dejarme llevar por los condenados celos.

Desvío mi mirada hacia la exuberante cena que le tenía preparada a la rubia, sorbiendo mi nariz al perpetuar el ramo de rosas, la botella de champán y la caja con el anillo que tenía reservado.

Todo esto es una mierda, porque cuando más me lanzo a por todas termino fracasando, dejando que mi odio y lado dominante acaben con la persona que hasta ahora me ha hecho desear ser alguien mucho mejor, alguien que en realidad la merezca como debe ser.

Me deshago de la chaqueta del traje, para de un solo trago terminarme el vaso de alcohol que descansa en mi mano, soy un cabron; lo sé y respeto el odio que muchos destilan hacia a mí, pero verlo en esos iris azules casi verdes me ha destruido, me está consumiendo desde lo más profundo.

Su perfume está impregnado en cada lugar de esta habitación, incluso en mis ojos está plasmada su triste mirada cargada de desprecio.

«Maldición»

Suspiro liberando lo que me cala el alma, porque hay algo que si no puedo soportar y es la forma en la que mi alma se está consumiendo internamente de una forma que ni hasta el golpe más duro se compararía con este.

Me empinó la botella de whisky, sintiendo como quema y hace mi garganta arder, provocando que cierre mis ojos por unos diminutos instantes que se vuelven eternos ya que la imagen de una hermosa Pía sonriendo me calma.

Relamo mis labios, acomodando mi cuerpo musculoso encima de la suave cama de la rubia, dejando que más lágrimas se deslicen por mis pómulos, afligiendo mi ser. Miro mi reloj, captando que ya son más de las cuatro de la madrugada, pero que me es imposible caer totalmente dormido sino tengo idea de donde está, si está a salvo, si ha comido, o si estará pensando en mí, ¿Lo estará haciendo?

Mi mente se atiborra con imágenes de ella sonriendo, solo que no está sola, eso es lo que más calma mi ser porque no la puedo tener solo para mi mientras solo tenga en mi mente hacerle daño.

Siento la vibración de mi teléfono móvil, provocando que de manera casi descabellada lo saque de mi saco, terminando desparramado en el suelo alfombrado de la habitación. Mis ojos se quedan fijos en la pantalla parpadeante, mostrando el número de alguien que solo sabe acabar con mis pequeños momentos de felicidad.

Descuelgo, sabiendo lo que quiere y el porqué de su llamada.

—No tengo tiempo para tus sermones.

Mis músculos se tensan con la demanda que ejecuto caminando en dirección al balcón.

Escucho varias voces al otro lado de la línea, supongo que está en alguna discusión con alguien y eso solo me hace querer saber más.

—Vienes a Barcelona y debo enterarme por alguien más.

«Carajo»

Admiro por la pequeña fachada encontrándome con uno de sus malditos secuaces en una camioneta negra, junto a...

«Mierda»

—Mi intención no era que lo supieras.

Maldigo lanzándome de lleno con la realidad de que no importa donde vaya el siempre estar ahí cagandome la vida.

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