Capítulo 52:

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Pia Melina.

Las malas sensaciones no suelen presentarse constantemente en mi vida. Sin embargo, la impertinente opresión que siento en el pecho  mezclándose con el extraño sabor amargo que se concentra en mi bilis no calma mi ansiedad e imposibilita que pueda concentrarme en apreciar las pequeñas cosas me mantienen así, mirando mi entorno y sintiéndome observada por alguien.

—El tiempo pasa bastante rápido... Es agotador y asfixiante.

Suspiro y trato de no activar las alarmas de la castaña que se mantiene entretenida en su móvil, mientras hago hasta lo imposible por evitar mantenerme mirando mis alrededores como si algo malo fuera a pasar.

Lo siento en lo más profundo de mis entrañas.

Roma me ha dado muy malas vibras, más desde que Dante se ha mantenido algo distante después de ambos haber ido a ver a los niños del orfanato.

Acepto el café con leche que traen devorando con premura la gigantesca hamburguesa que trato de atiborrarme.

—Ni me lo digas. Dentro de dos días se acabará tu martirio... Finalmente.

Sonríe dándole varias mordidas a su hamburguesa sin medirse en el deguste.

—No se porque sigues diciendo que es mi martirio.

Reitero odiando el intenso calor de Roma por los intensos rayos del sol que queman mi piel en medio de la abarrotada calle.

—Porque eres tu la que se la ha pasado sin querer salir del hotel con una actitud un poco escueta. Ni siquiera deseas contarme que te pasa.

Ajusto mi mandíbula con dureza.

—Solo estoy agotada.

Suspiro despeinando un poco mi cabello y centrándome en la castaña que está a mi lado devorando sin ningún tipo de pudor una inmensa hamburguesa.

—Todo esta bien lo juro... Solo he estado con algunas ideas para libros nuevos en la cabeza.

Estoy segura de que no me cree una mierda, pero o finge muy bien que si lo hace, o solo trata de esperar a que decida contarle.

Detengo mi mirada en una camioneta negra que se encuentra en la esquina con cristales polarizados, sintiendo como la sensación extraña en mi estomago aumenta.

No seas paranoica... Todo esta bien.

Pongo mis pensamientos en el anillo que tengo en mis dedos con mil ideas en mi mente.

No tengo nada planeado para la boda que supuestamente vamos a llevar acabo Dante y yo, ni siquiera hemos dado una fecha, ademas de que llevamos sin vernos desde el día del orfanato... Tengo mucho miedo.

El matrimonio para mi encarna demasiados compromisos entre la pareja, incluye un fuerte nivel de confianza y respeto que la mayoría de las veces la pareja no comprende.

Conocer a Dante revolvió mi vida por completo y me la dificultó a tal punto de que no se donde empiezan o terminan mis sentimientos hacia su persona si constantemente se esmera por sacarme de quicio.

Sin embargo, su forma de actuar conmigo no se compara ni siquiera un poco a la forma de actuar con las demás personas y es algo que siempre he tenido muy presente. Aun así lo que mas me saca del paso es como el recuerdo de que nada es tan perfecto y que por mas que quiera que todo me vaya bien estoy casi segura de que no va a ser así... Nunca es así.

—Falta poco para la boda.

Valeria se mantiene a mi lado en el mercadillo agarrando algunas bolsas de brócoli, tomate y ciertos embutidos que nos servirán un poco para tener una noche un poco tranquila antes de que mi vida se convierta en una total locura de subidas y bajadas.

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